Yo y la energia nikola tesla

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No tuvo hijos, no dejó herencia, no fundó una gran empresa que preservara la memoria de su fundador, ni estuvo vinculado a ninguna gran institución académica que le luciera en sus orlas. Solo la nueva Yugoslavia surgida tras la Segunda Guerra Mundial, y capitaneada por Josip Broz Tito, nacido como Tesla en lo que ahora es Croacia, tenía el máximo empeño en mantener el recuerdo de quien, además de sus aportaciones científicas, era considerado un símbolo de la unidad del país. Sin embargo, varias circunstancias contribuyeron a dificultarlo. En primer lugar, la inmediata intervención del FBI que, nada más tener noticia de la muerte de Tesla, ordenó a la Oficina de Propiedad Extranjera (OAP, en sus siglas en inglés) intervenir todos los papeles y materiales de su habitación y de otros lugares, como las cajas fuertes de alguno de los hoteles por donde había pasado. La elección de la oficina no deja de ser curiosa, sobre todo si se tiene en cuenta que Tesla era, a todos los efectos, ciudadano norteamericano, con lo que debería haber quedado fuera de la jurisdicción de la OAP. Sin embargo, las condiciones del momento pesaron más: el mundo se encontraba en el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, y nadie podía estar seguro de hasta qué punto estaba desarrollado el "haz de partículas" del que tanto había hablado Tesla. Para cuando su sobrino llegó a la habitación, no quedaba nada. El hecho de que Yugoslavia, bajo el liderazgo de Tito, estuviese virando hacia un régimen comunista, no ayudó precisamente a la transparencia del gobierno estadounidense. Se convocó a expertos que examinaron el conjunto de anotaciones de Tesla. El veredicto fue, al menos oficialmente, que no había nada de que preocuparse: Sus pensamientos y esfuerzos durante, al menos, los últimos quince años, fueron sobre todo de carácter especulativo, filosófico y promocional, a menudo preocupados por la producción y transmisión inalámbrica de energía; pero no incluye nada nuevo, salvable, principios practicables ni métodos para conseguirlo. Sin embargo, lo cierto es que, nada más terminar la guerra, las Fuerzas Armadas estadounidenses pusieron en marcha el Proyecto Nick en la base aérea de Patterson (Ohio), con el fin de determinar si era factible construir un arma de haz de partículas. Como punto de arranque, los científicos encargados recibieron una copia de los papeles que Tesla había dedicado al tema. Ni este proyecto, ni ninguno posterior, parecieron tener éxito. Eso sí, la copia de los papeles desapareció sin dejar rastro. En 1952, todo el material fue devuelto al sobrino de Tesla, quien lo envió a Yugoslavia y sirvió de base para la creación del Museo Nikola Tesla, en Belgrado, que abrió sus puertas tres años después, y que en 1957 acogió las propias cenizas del científico. A partir de ese momento, fueron los investigadores del bloque occidental los que vieron dificultado su acceso a los papeles de Tesla, que sí fueron estudiados con detalle por científicos y militares de la órbita soviética. La sospecha de que los rusos pudieran haber tenido éxito donde los norteamericanos habían fracasado, y que el arma de partículas pudiese convertirse en realidad, fue una de las justificaciones de la costosísima Iniciativa Estratégica de Defensa que puso en marcha el presidente Ronald Reagan en la década de 1980, su famosa "guerra de las galaxias". El hecho de que los papeles de Tesla hayan permanecido ocultos durante tanto tiempo ha permitido dar pábulo a toda clase de rumores conspiranoicos que casi han conseguido erigirse en verdades absolutas. Que Tesla dedicara casi la mitad de su vida a un trabajo que no terminó por ver la luz sirve de base para quienes afirman que el gobierno estadounidense, y otros como el ruso, guardan bajo secreto tecnologías prodigiosas, utilizables sobre todo con fines militares. El nombre de Tesla aparece una y otra vez vinculado al hit parade de las grandes tramas de conspiración. El primero, el llamado experimento Filadelfia, que en 1943 habría utilizado las teorías de Tesla sobre la naturaleza electromagnética de la gravedad para encontrar un método para hacer invisible un barco. La prueba realizada el 28 de octubre sobre el buque USS Eldridge habría desembocado en unos resultados inesperados: no solo el buque habría sufrido una especie de teletransportación, pues varios testigos habrían afirmado verlo aparecer lejos de allí para desaparecer a continuación, sino que toda la tripulación habría sufrido graves daños psíquicos y fisiológicos, incluidos varios marineros que se habrían materializado fundidos con el metal. Nunca ha existido prueba alguna de que tal experimento sea verdad, y la Marina ha afirmado carecer de documento alguno, pero la historia se ha convertido ya en un clásico de los expedientes clasificados.


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