Edición especial de aniversario-Directo Bogotá #58

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menor de los Zuleta, que con su hermano Emilianito hicieron que el vallenato se escuchara en tierras madrileñas, de donde es oriundo el vocalista de Los Hijos del Viejo Migue. “Para que se aprendiera las canciones era complicadísimo porque le gustaban las rancheras; le mandábamos las canciones y no se las aprendía. Cuando se las empezó a

aprender se fue formando el grupo de a poco”, cuenta Miguel, el acordeonero. Después de memorizar las canciones, aprendió a tocar guitarra y guacharaca, trabajó a diario los tres pilares del acordeón: mano derecha, mano izquierda y brazo izquierdo. Aprendió a diferenciar los cuatro aires del vallenato: pulla, merengue, son y paseo, y todo eso sirvió para que cuando no salieran conciertos, Poncho pudiera dictar clases de música vallenata.

El acordeón del diablo Cualquiera que sepa que el cha cun cha es el ritmo que se baila, o que la plata es mejor gastársela en mujeres, bebida y baile, debe saber también que por allá en La Guajira un juglar vallenato derrotó al diablo en un duelo de acordeón, luego de tocarle desde el fondo de su alma una melodía con su instrumento y cantarle el credo al revés. Es precisamente en esta tierra, lejana para un madrileño, donde la voz de Poncho fue calificada con un 95,8 sobre 100 y se convirtió en la mejor del Festival Francisco el Hombre en 2012. El festival seleccionó previamente las 12 mejores agrupaciones del país, entre las que estaba Los Hijos del Viejo Migue en representación de la capital. A diferencia del Festival de la Leyenda Vallenata, en el cual las agrupaciones están conformadas por cantante, guacharaquero, acordeonero y cajero, el de Francisco el Hombre tiene como base la búsqueda de un vallenato con nuevos aires. Los Hijos del Viejo Migue salieron a escena, con acordeón, guacharaca, guitarra, bajo, batería, dos coristas y la voz de Poncho. Él subió a la tarima con una camiseta verde, una mochila cruzada y un sombrero wayúu. Cogió el micrófono y al son de Miguel, el acordeonero, comenzó a cantar. Viniendo de Bogotá, una tierra donde el vallenato es cosa de corronchos, tuvo la valentía de cantar Tierra de cantores, de los Hermanos Zuleta, pero el acordeón no sabe de regionalismos y con un grupo de cachacos también ríe y llora como si lo tocara el mismísimo Alejo Durán, primer rey vallenato. Caminaba por la playa de Riohacha, cansado del primer día de concurso, cuando un

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