Revista Surcos agosto 2019

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Agosto 2019 Mons. Bacarreza aclaró que todo ministerio en la Iglesia es diaconal y que la condición de servidor no se pierde con la recepción de los grados siguientes del Sacramento del Orden. Por eso, siempre ha sido la norma de la Iglesia que todos los ministros ordenados reciban, como primer paso, el diaconado, y con esta Orden, reciban la condición de «servidores». Esta condición no se pierde nunca, porque, siendo el diaconado un grado del Sacramento del Orden, imprime carácter, es decir, «un signo espiritual indeleble impreso en el alma». Así lo expresamos los Obispos cada vez que participamos en el Eucaristía, cuando oramos por el Santo Padre diciendo: «Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa Francisco, a mí, indigno servidor tuyo, al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti» (Plegaria eucarística II). Por eso,

los que están constituidos en autoridad en la Iglesia reciben el nombre de «ministros», que procede del latín «minister = servidor». Se proclamó la lectura de los Hechos de los Apóstoles, que narra el momento en que los Doce transmiten parte de su poder apostólico «a siete varones de buena fama, llenos de Espíritu Santo y sabiduría» (Hech 6,3). Mons. Bacarreza se detuvo en lo que se leyó sobre la actividad de uno de ellos: «Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo». Explicó que la predicación de Cristo debe ser la actividad principal del diácono, que se diversifica en la liturgia, la caridad y la Palabra. Lo que concluye el relato sobre esa visita de Felipe a aquella ciudad es lo que se percibe también entre nosotros –dijo el Obispo– dondequiera que se cuenta con la presencia de un diácono permanente: «Hubo una gran alegría en aquella ciudad» (Hech 8,5.8).

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