Revista Semayor #23

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Revista del Seminario Mayor San Pedro Apóstol de la Arquidiócesis de Cali No. 23 - Año 21 - 2017 - Cali, Colombia



Editorial Pbro. Gustavo Isaza Escobar, pss Rector Seminario Mayor San Pedro Apóstol

“Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como Hijos de Dios” Mt 5,9

La Revista Semayor 2017 está dedicada al proceso de paz que se ha venido desarrollando durante cuatro años entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC. Este trabajo de reflexión, realizado por sacerdotes, docentes y seminaristas, podría generar inquietud en los que lean la revista, llevándolos a preguntarse por qué desarrollar este tema en un ambiente vocacional; ya que siempre se espera que hablemos de la vocación, de la vida espiritual y de temas coyunturales concernientes a la Iglesia; pero ¿cómo no hablar de la paz como posibilidad de vivir en un país distinto a aquel en el que nacimos? ¿Cómo no asumir desde nuestra fe el reto que nos plantea el transformar una realidad que a todos nos ha afectado?

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Son 52 años de conflicto armado, 52 años de dolor, generado por una guerra fratricida que ha cobrado vidas de colombianos, estén en la orilla ideológica en la que estén; años de desgastes, de polarización, de destrucción de sueños e ideales de colombianos y colombianas a quienes la violencia les arrebató la vida de sus seres queridos, dejándolos sumidos en el dolor.

El titulo de la revista “La paz, un sueño de todos”, quiere mostrar a través de los diferentes temas tratados, cómo los colombianos nos volvimos expertos en el tema de la paz, porque hemos nacido en medio del conflicto armado. La historia de nuestros seminarios, como casas de formación de los futuros sacerdotes, ha estado también marcada por esas realidades, pensemos en los seminarios indígenas de Tierra Dentro en San Agustín Huila, y en los demás seminarios que han acompañado los procesos formativos de jóvenes campesinos víctimas de la violencia, que saben lo que es ser desplazado, perseguido, haber perdido al papá o a la mamá, quedarse en el aire, sin saber para donde coger. Estas vocaciones se construyen a base de perdón, reconciliación y olvido, se les invita a conjurar el pasado para proyectar un futuro libre de toda atadura que conduzca al rencor y el deseo de venganza, enseñándoles a creer en la posibilidad de construir lo que el Beato Pablo VI llamaba “la civilización del amor”, como fruto de la justicia y la solidaridad. ¿Cómo evangelizar el post conflicto sin antes haber liberado de traumas a quienes lo vivieron? ¿Cómo ha-


víctima y victimario en la reconstrucción de la vida y de la historia. No perdamos este bello ejercicio de pensar y compartir inquietudes, sueños y retos

blar de una construcción colectiva de la paz sin antes sanar heridas? ¿Cómo hablar de justicia y reparación si no hay sentido de culpa y de perdón? Son interrogantes que debemos resolver para poder ser realmente agentes de la evangelización del post conflicto. Cuando las ciencias sociales ven en contextos particulares, marcados por la cultura y las dinámicas sociales, que la religión es una variable fundamental en la reconstrucción de la paz; porque no se puede desconocer que ésta responde a los anhelos más profundos de los seres humanos, a los que ninguna ciencia puede responder: el sentido de la vida, la finalidad de la existencia y la razón de la sobrevivencia; entonces se da a la tarea de brindarle el espacio que le compete para colaborar en la construcción de una paz segura y duradera. Todo lo anteriormente afirmado lo situamos en el contexto de la trascendencia, factor importante que permite a las víctimas, en medio del absurdo de la violencia, que ha generado muerte, desplazamiento, pérdida de identidad, sentir deseos de soñar con una realidad posible, en la que se rescate la dignidad e integridad del ser humano, porque se percibe creatura y en relación con aquél que la creó, el mismo Dios. De tal manera que la Teología, como un acontecer de Dios en la historia humana, se constituye en una disciplina necesaria para la comprensión de la capacidad que tiene el ser humano de perdonar, olvidar y unirse como

Los temas que desarrolla la Revista Semayor en este número, están marcados por el análisis crítico, objetivo y realista, cargados de experiencia de vida, porque todo colombiano es conocedor del tema. No pretende agotar la temática, pero si invitar a los miembros de la Iglesia, a dejar de lado las posturas ideológicas que puedan tener y más bien a tomar la postura del Evangelio que es la única que puede sanar, reconciliar, enseñar asumir con responsabilidad los deberes que cada uno tiene en esta tarea de la construcción de la paz. No olvidemos que esto es un comienzo en el anhelo de construir un país mejor, pero falta mucho camino por recorrer (bacrim, micro tráfico, pandillas, fronteras invisibles, fenómenos de exclusiones sociales que generan comportamientos antisociales, comportamientos patológicos de individuos que terminan realizando monstruosidades como la violación de menores, etc.). No perdamos este bello ejercicio de pensar y compartir inquietudes, sueños y retos, no dejemos de plasmar en el papel nuestros interrogantes, no renunciemos a generar compromisos que conduzcan a respuestas concretas frente a las situaciones que se analizan. Que los artículos de esta revista nos ayuden a todos a preguntarnos cómo desarrollar proyectos pastorales que respondan a la realidad que viven nuestros hermanos desplazados, desempleados, con hambre y sin vivienda, fruto todo esto de la violencia, permitiéndonos, a través del Evangelio, acompañar procesos de reconstrucción que les ayude a cimentar una nueva dinámica social, donde la inclusión sea la bandera fundamental. Jesucristo, el príncipe de la paz, nos ayude a hacernos artesanos de paz.


El Pastor nos habla Monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Como obispo y servidor de todos, reitero y renuevo mi consagración personal a la tarea pastoral y ciudadana de contactar y acercar a los violentos para volverlos a la civilidad.

La paz, un sueño de todos Colombia no despierta aún de la pesadilla de la guerra. Nuestra historia se confunde con “La Violencia”, denominación popular de las décadas de exterminio entre liberales y conservadores. Ella ha penetrado tan hondo como patrón de conducta que, incluso, se violenta hasta la percepción de lo real, para decir que “aquí no hay ningún conflicto armado”, o para mantenernos aferrados a la pólvora explosiva y mortal en Navidad y año nuevo. Se ha llegado a pensar que ser violentos hace parte de nuestro código genético nacional. Que nuestra fe no es la del Crucificado sino, como reza un interesante filme de actualidad, “el credo de los asesinos”. Pero, más allá de simples comentarios, la pandemia de la violencia destroza vidas en gestación y en la inocencia de la infancia y la niñez; convierte el apetito sexual en criminalidad atroz, y engendra monstruosas deformaciones de vínculos y convivencia entre humanos. Con sobrada razón, el Papa Francisco centró el tradicional Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2017, en “la no violencia: un estilo de política hacia la paz”. Es que urge a la humanidad entera, más a nosotros colombianos, desaprender la violencia, erradicar de nuestra conciencia la idea de que el asesinato y la intimidación solucionan nuestros problemas.

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Por ello, resulta inaplazable el rescate del bien de la paz, liberándonos, cuanto antes, de concepciones políticas, partidistas o ideológicas, que pretenden anular el sentido ético, espiritual y estratégico, que tiene la construcción colectiva de paz y reconciliación. Sin ideal y praxis de paz, toda sociedad humana se convierte en un sangriento infierno. Hacer de la paz el sueño de todos, el compromiso de to-

dos, es hacer posible que el descanso de las noches tenga el gozoso despertar de la vida y la vigorosa afirmación del amor que la prolonga y perfecciona. Como obispo y servidor de todos, reitero y renuevo mi consagración personal a la tarea pastoral y ciudadana de contactar y acercar a los violentos para volverlos a la civilidad; de aproximar los sectores enfrentados y excluidos de la sociedad colombiana, al bien común de la verdad, del diálogo, del perdón y de la unidad. Empiezo cada día esta tarea desde la intimidad con Dios en la intercesión por mí mismo, por mi propia conversión interior a la paz del Resucitado y a la paciencia (ciencia de la paz) del Crucificado, y con la intercesión, unida al Mediador Jesucristo, por la humanidad entera, por nuestra patria y nuestra arquidiócesis. Orar por quienes nos hacen el mal o nos persiguen, para que llegue a ellos el amor de Dios y a nosotros el “amor a los enemigos”, es el punto de partida para ser artesanos de paz. Que todos le consagremos a la obra de la paz este año y los venideros, definitivos para que Colombia se libere del “credo de los asesinos”, y se aleje del grave riesgo de ser una sociedad y un Estado definitivamente fallidos.



Obispo Invitado Monseñor Alberto Giraldo Jaramillo Arzobispo Emérito de Medellín

Caminos de paz Muy sencillamente presento algunos comentarios sobre dos elementos de búsqueda de paz que se pueden celebrar también en nuestra misma Patria. En primer lugar, es bien importante despertar el sentido de oración por la paz como lo hicieron los Papas San Juan Pablo II y Benedicto XVI en Asís. Por otra parte se pueden realizar encuentros como los que se han puesto en marcha, inspirados por las iniciativas de la Comunidad de San Egidio de Roma; hay posibilidad de despertar algunas de estas experiencias también entre nosotros. 1. ENCUENTROS DE ASÍS El día 26 de octubre del año 2011 el Papa Benedicto XVI tuvo la idea de recordar los 25 años del encuentro convocado por el Papa Juan Pablo II en Asís, entre las más diversas expresiones religiosas, con una convicción fundamental: buscar cómo avanzar en la construcción de la paz es de todos en el mundo. Durante la celebración de la Palabra en el aula Pablo VI, el Papa Benedicto XVI subrayó que el punto de partida de la Jornada de Asís era la oración por la paz. Se trataba de una Jornada de “reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo”. Se anunció y explicó el lema para el encuentro de este día en Asís: PEREGRINOS DE LA VERDAD, PEREGRINOS DE LA PAZ. “Como cristianos, estamos convencidos de que el aporte máximo que podemos dar a la causa de la paz, es la oración” dijo el Papa Benedicto XVI.

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En Asís, el Papa dirigió un discurso a los participantes en el Encuentro interreligioso y ecuménico por la Paz y la Justicia en el mundo. Las Palabras del Papa mostraron cómo la realidad de la paz en el mundo había cambiado mucho en los últimos veinticinco años que habían vivido los que estaban allí reunidos: había caído el muro de Berlín, que tenía al mundo dividido en situaciones muy difíciles para la paz; pero habían aparecido otros problemas

como el terrorismo, las acciones violentas en nombre de la religión, la violencia a causa de la droga, las desorientaciones por la negación de Dios o por las deformaciones en su presentación. En el fondo, quiso el Papa insistir en la validez del lema acordado para este encuentro: “PEREGRINOS DE LA VERDAD, PEREGRINOS DE LA PAZ”. Es bien importante valorar la iniciativa del Santo Padre, comprendida en todo el contexto que conocemos del Magisterio de San Juan Pablo II, la enseñanza del Papa Benedicto, asumida y apoyada por el mismo Papa Francisco; han de ser tenidas en cuenta cuando queremos reflexionar hoy sobre la situación de la paz en Colombia. Mi propia experiencia de trabajo por la paz en estos últimos veinticinco años de episcopado me brinda una serie de elementos que confirman la visión del Papa Benedicto. Lo más valioso es recordar lo que subrayaba el Papa: “La paz es posible también hoy…Nunca más violencia, nunca más guerra.” Después de escuchar la brevísima formulación de compromisos de cada uno de los presentes, hubo algunos momentos de oración en silencio y el canto de la oración de San Francisco por la paz, “Señor, haz de mí un instrumento de tu paz….” 2. ENCUENTRO CON LA COMUNIDAD DE SAN EGIDIO La Providencia del Señor me ha permitido encontrar una serie de experiencias muy importantes en mi vida episcopal. Tuve una responsabilidad, como Presidente de la Conferencia Episcopal: fue el tiempo de los Diálogos en el Caguán para buscar la paz; todos conocemos cómo terminaron estos diálogos de manera muy negativa. Debo anotar, sin embargo, que en este contexto de los “diálogos del Caguán” quienes habíamos sido escogidos para esta tarea por el gobierno de Colombia, tuvimos un buen tiempo de encuentro con la COMUNIDAD DE SAN EGIDIO; providencialmente se realizó este encuentro en Roma a partir del 9 de septiembre del año 2000. Allí pu-


dimos conocer una serie de trabajos mediante los cuales los miembros de la Comunidad de San Egidio ayudaron a resolver situaciones muy difíciles en algunos países de África, en la misma Europa y en Centro América. Esta Comunidad que está en pleno vigor continúa dando testimonio al mundo entero. Resumamos muy sencillamente la orientación y realizaciones de la Comunidad de S. Egidio. Nació en 1968; ha estado presente en las situaciones complejas de Mozambique, Albania, Kosovo, Guatemala. El pensamiento de la Comunidad expresado por el Profesor Andrea Ricardi y algunos de los miembros que nos acompañaron se puede resumir con estas palabras: “nos mueve un clima de ´sueños´; se puede cambiar todo; como lo busca el Evangelio, como lo ha buscado el Concilio. Tenemos un espíritu de compromiso: La Iglesia es de todos, pero particularmente de los pobres”. Somos libres para encontrarnos con todos. No somos un voluntariado. Estamos abiertos a la historia en nombre del Evangelio. Desde el principio hemos querido estar junto a los pobres. Nuestro punto de referencia son los pobres de hoy: ancianos, enfermos de sida. Ponemos especial atención a la AMISTAD con ellos: no es teórica, ni asistencial. En el desorden de una vida comunitaria nos comprendemos no como un mesianismo de grupo, sino como el esfuerzo de una comunidad que busca estar cercana a todos. El trabajo nació con un sentido de colaboración con los pobres: la guerra es la causa de la pobreza. La paz se genera por un ambiente de cercanía, de confianza; es ya un ambiente de paz. No es una cuestión sentimental; no es ingenuidad creer que la paz es posible; es la “sinergia” que une a todos los que deben estar juntos”. También recuerdo otro capítulo de este aprendizaje que logré en la Comunidad de San Egidio. “Ha sido importante para la paz el diálogo con las religiones: en el fondo de

cada una hay un sentido de paz. Se ve entonces la paz con mundos culturales diferentes; con creyentes y gnósticos. Ofrecemos una mediación: en un mundo lleno de conflictos, respondemos con el diálogo. En SÍNTESIS, estamos atentos a la Palabra de Dios; queremos llegar a los pobres con amistad, conservamos el sentido del diálogo. Mantenemos siempre la puerta abierta para los diversos actos que realizamos, por ejemplo, la oración. No tenemos grandes estructuras. La DINÁMICA es la misma con los pobres que con los países: no hay método, no hay discurso. Hay amistad y cercanía. Se necesita poner juntos las energías. Nuestra fuerza es no tener ningún poder, ningún interés. Nadie tiene la llave de la paz; no hay mesianismo. Llegamos con la actitud de no ser indiferentes ante el sufrimiento ajeno; sobre todo, cuando conocemos este sufrimiento directamente. Para esto es importante escuchar: sea a un pobre, a un guerrillero, a un canciller”. La ayuda de San Egidio es sencilla, discreta, pero eficaz. La debilidad, un elemento de paz; en algunos países la ayuda de la Comunidad de San Egidio ha logrado la negociación y con ella el cese al fuego, un país de dos partidos, nueva constitución, ejército unificado. Ha quedado un problema de reconciliación. Se consiguió la paz política pero no se superó la violencia. La Iglesia es una garantía moral; movilizó la sociedad civil; cumplió un trabajo de reconciliación. Los refugiados empezaron a regresar después de la firma del acuerdo. Se hace necesario volver a buscar el contacto con la Comunidad de San Egidio para revivir los aspectos positivos de los diálogos que se tuvieron con sus dirigentes. Situémonos hoy frente a Colombia llenos de la mejor intención de buscar la ayuda de la Divina Providencia. Busquemos hacer nuestras experiencias de diálogo, de apoyo mutuo.


Párroco Invitado Pbro. Raúl Jordán Balanta Diócesis de Palmira

El perdón sin límites Lo contrario a la eternidad y a la plenitud, es el límite. Esto evoca el desarrollo de la categoría tiempo, el cual se expresa en las dinámicas humanas, desde el pasado, el presente y el futuro. En esta referencia al tiempo, es muy importante la consideración de la memoria, que es la que permite mantener viva, no sólo la historia, sino también la transformación del presente y la inspiración del futuro. Paul Ricoeur plantea que la espera y la memoria están en el espíritu como imágenes y signos, y cuyo contraste se encuentra en el presente1. El espíritu del hombre no se ‘plenifica’ ni por la memoria de los momentos vividos, ni mucho menos desde el envejecer y el morir. Se necesita algo más grande, algo que dé mayor plenitud y sentido. Esta plenitud en Ricoeur, se conoce como «la lógica de la sobreabundancia», la cual plantea una mayor amplitud y generosidad, más allá de la lógica de la proporción de la justicia. Su expresión máxima se expresa en la consideración de la vida como un don; esta consideración permite al hombre comprenderse mucho más allá de lo aparente, incluida su contingencia humana. «La lógica de la sobreabundancia» comprendida como don, incluye sobre manera el perdón, que no es otra cosa que reconocer la dignidad del hombre en cuanto tal, más allá de los errores o pecados que comete; que en su vida hay mucha más bondad que maldad; el perdón es la respuesta que hace el bien al mal, se trata de dejarse conducir por el bien integral2. Desde esta perspectiva de «la lógica de la sobreabundancia», se puede comprender que la dignidad de la persona humana, que se desarrolla en los contextos históricos, y que no 1 Cf. P. RICOEUR, Tiempo y Narración, Edi. Siglo XXI, México 1995, 62

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2 Cf. H.M. YÁÑEZ, «L’agire morale come costruzione del futuro dell’uomo», 202.

posee ningún límite, es como tal un factor no negociable. Dios, que ve no sólo las apariencias, sino también la esencia del ser humano, sabe que en medio de las contingencias, el ser humano posee una dignidad propia, que ni el pecado puede modificar, ni las circunstancias del tiempo pueden limitar. Cuando Jesús le propone a Pedro que debe perdonar setenta veces siete (cf. Mateo 18, 22), lo está invitando a mirar mucho más allá de la ofensa; lo está invitando a descubrir que la dignidad humana, en medio de la adversidad del pecado, no se pierde. Quien perdona vive en la terapia del Espíritu (que sana y libera), vive animado por un deseo eterno que no tiene límites. Si observamos la manera como Pablo comprende el bien de Dios (que es infinito), desde una posible «lógica de la sobreabundancia», en lo que se reconoce como una misericordia sin límites, que desborda cualquier forma de comprender, tanto las dinámicas humanas como la relación con Dios. Pablo expresa: «doy gracias a aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me consideró digno de confianza al confiarme este ministerio, a mí, que antes fui un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero encontré misericordia porque obré por ignorancia en mi infidelidad» (1 Tim, 1, 12-13). El apóstol de los gentiles, expresa que Dios tiene misericordia ante la ignorancia de los hombres. Esto mismo expresa Jesús desde la cruz ante sus victimarios: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen». de

Pero Pablo, en un nivel máxima autenticidad, experimenta una gracia inmensa, desde lo que llamamos la «lógica


Dios, que ve no sólo las apariencias, sino también la esencia del ser humano, sabe que en medio de las contingencias, el ser humano posee una dignidad propia, que ni el pecado puede modificar, ni las circunstancias del tiempo pueden limitar.

de la sobreabundancia» en Dios, una gracia que le ha permitido continuar más allá de la limitación del pecado («la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí, juntamente con la fe y la caridad en Cristo Jesús. Es cierta y digna de ser aceptada por todos esta afirmación: Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo»: 1 Tim, 1, 14-15). Como creyentes experimentamos que el perdón de Dios no tiene límites, que su actuar, aunque es justo porque

respeta la libertad de los hombres, es trascendido por su misericordia infinita. Mediante la misericordia, Dios quien ha creado a todos los seres humanos, comprende la condición humana, y busca ‘plenificarla’ mediante un amor infinito que siempre perdona. El Papa Francisco, reconoce que «la misericordia posee un valor que sobrepasa los confines de la Iglesia»3. También reconoce que la creación es un signo de la misericordia, el orden natural asciende hasta llegar a la misericordia amorosa del Padre (cf. Laudato Si 77). Es la invitación a la Iglesia para salir de sí misma y mirar al mundo con una renovada esperanza, rompiendo por medio del perdón, los muros que dividen a los hombres en enemistades que no hacen parte del plan de Dios 4. Siempre debemos pedir al Señor, que nos ilumine mediante la fuerza del Espíritu Santo, para saber disponer nuestra vida desde su misericordia infinita, que trasciende los límites, y que nos invita a perdonar siempre. 3 FRANCISCO, Bula de convocación del Jubileo extraordinario de la misericordia, Misericordiae Vultus,23 4 Cf. FRANCISCO, Bula de convocación del Jubileo extraordinario de la misericordia, Misericordiae Vultus,22


El Formador Nos Habla Pbro. Rafael Ángel Rodríguez Director II y III de Teología

Un abrazo fuerte y lleno de paz a todos los que dando su vida, se comprometen con la paz, porque serán bienaventurados y bendecidos abundantemente, ¡ah! Y llamados hijos de Dios (Jesús de Nazaret en Mt 5,9).

Qué bueno creer en la paz que Cristo nos trajo Dejar de soñar con la paz para hacer presente la paz en medio de las dificultades, de las situaciones en que vivimos, que hablan de la realidad de nuestros pueblos, de nuestras comunidades, de nuestras familias, de nuestros entornos; es el camino a seguir. Uno de los aspectos que marcan el camino cristiano es, precisamente, el de la paz, porque la Paz es atributo esencial de Dios; toda la creación está llamada a vivir en la armonía de Dios. Por tanto, no es solamente ausencia de guerra, sino que la paz en sentido cristiano habla de la plenitud de la vida de las personas en comunión con la creación entera y se construye cuando se entiende que es don de Dios y produce, por tanto, bendiciones para los pueblos “Que Yahvé te bendiga y te guarde; que ilumine Yahvé su rostro sobre ti y te sea propicio; que Yahvé te muestre su rostro y te conceda la paz” (Nm 6,24-26).

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La Iglesia Católica, a partir del Papa Pablo VI, nos recuerda el primero de enero de cada año, con el mensaje del Santo Padre en la jornada de oración por la Paz (claro que no nos damos cuenta por todo lo que traemos de las fiestas de fin de año), el sentido cristiano de la paz y la tarea que tenemos todos de hacer de nuestros espacios lugares de Paz y armonía. Paz es el saludo del Resucitado a los discípulos que están llenos de miedo: “Estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encon-

traban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: <La paz con vosotros>” (Jn 20,19). El miedo nos secuestra, nos paraliza, y una comunidad, un pueblo, un país, una persona con miedo no camina, no marcha; no se planta a exigir y se enfrasca más bien en discusiones que empañan el cristal y no permiten vivir en paz, sino que acrecientan la ausencia de paz. Con miedo no se puede ver la paz que hay en el corazón y en la mirada de quien trabaja con honestidad y disfruta lo que hace; de quienes se entregan cada día a la aventura de vivir apasionadamente en medio de dificultades, de dolores y alegrías porque aman y perdonan; de quienes construyen familias en medio de la pobreza sin perder la esperanza de un mundo mejor; de quien con su capital crea espacios de empleo y trabaja en la construcción de la dignidad de las personas exponiendo su dignidad, su vida. El valor de la paz en el cristianismo radica en que reconoce en medio de su historia, de su vida, la presencia del Resucitado, que es el mismo Crucificado, y que tiene las señales de la violencia, de la pasión y los clavos que lo llevaron a la cruz: “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos …” (Jn 20,27). Esto lo entendieron muy bien los mártires a través de la historia, empezando por Esteban: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado” (Hch 7,60),


dejaron pasar por sus vidas y sus cuerpos la violencia de los violentos y supieron experimentar la libertad y la paz, la donación de la vida que es la mejor bandera de la Paz, el mejor símbolo de la Paz. Y de la sangre de tantos mártires está regado y abonado el suelo colombiano… víctimas de la violencia de los violentos a todo nivel, desde lo bélico hasta lo político, pasando por la pobreza que genera la desigualdad social y económica, por lo religioso que somete o guarda silencio y lava conciencias, por la discriminación injusta de las personas… donación de la vida; ya nos enseñó Monseñor Isaías Duarte Cancino qué significa “vivos, libres y en paz”. El cristianismo tiene un gran aporte en el valor de la paz que brota de Cristo y por tanto, de cada cristiano. En estos últimos tiempos somos protagonistas, no espectadores, de diálogos, acuerdos, plebiscito, marchas, campamentos de paz en ese afán no por soñar sino por vivir en PAZ. La Doctrina Social de la Iglesia nos aporta suficientes elementos para responder a esta realidad de la paz que pide conversión de todas las persona y estructuras ya que la Paz es fruto de la Justicia y de la Caridad, porque la paz como atributo de Dios: “genera fecundidad (Is 48,19), bienestar (Is 48,18), prosperidad (Is 54,13), ausencia de

temor (Lv 26,6) y alegría profunda (Pr 12,20)” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia No. 489). Mediante el perdón y la reconciliación, la Iglesia está llamada a aportar en este camino de la paz como meta de la convivencia social: “La paz peligra cuando al hombre no se le reconoce lo que se le debe en cuanto hombre, cuando no se respeta su dignidad y cuando la convivencia no está orientada hacia el bien común” (C.D.S.I No. 494). Esta experiencia del valor cristiano de la paz se cristaliza en el amor y el perdón recíprocos. En su compromiso de orar siempre sin desfallecer: “La oración abre el corazón, no sólo a una profunda relación con Dios, sino también al encuentro con el prójimo, inspirado en sentimientos de respeto, confianza, comprensión, estima y amor” (San Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la paz, 1992); la iglesia celebra en la eucaristía el verdadero compromiso del cristiano con la paz (cfr. CDSI No. 519). Esta edición de nuestra revista del Seminario Mayor San Pedro Apóstol titulada “La Paz un sueño de todos”, nos invita a despertar, a no soñar más sino a comprometernos con la realidad de la Paz; juntos vivamos este DON y ATRIBUTO de Dios.


Análisis y Actualidad Pbro. Francisco Nel Leudo Murillo Vicaría de reconciliación y paz

El valor de las mesas de diálogo interreligioso para la construcción de la paz Algunos de los últimos eventos notables de la realidad colombiana (a saber, la movilización en contra de la diversidad sexual y los resultados de las votaciones en el plebiscito), más los eventos relacionados con lo religioso y desatados en Palestina, Medio Oriente, Francia, etc., evidencian que la religión en general, equivocada o no, sigue siendo una fuerza movilizadora de las conciencias y determinante en el rumbo de temas sociales y políticos. En lo que respecta a Colombia, no se puede olvidar que la conformación de la República está cimentada en bases profundamente religiosas. Por lo mismo, adentrarse en el hecho religioso y, específicamente, en la función de las mesas de diálogo interreligioso para la contribución a la paz, teniendo presente el panorama nacional e internacional, se convierte en un tema de principal interés, puesto que la religión, al ser inalienable a la persona humana y, su cosmovisión, no se encuentra ajena a la cultura, a la sociedad, a la política, a la economía ni a la educación de un país como Colombia.

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Con todo, antes de entrar en materia es importante discurrir sobre la debida distinción entre el significado de “diálogo interreligioso” y de “ecumenismo”, en razón de que en muchas ocasiones suele confundirse una cosa con la otra, impidiendo así su adecuado abordaje. Así pues, por ecumenismo se entiende las relaciones de fraternidad y diálogo en humildad y respeto, salvaguardando siempre la identidad y los contenidos de la propia fe, entre católicos, ortodoxos, anglicanos e Iglesias de la reforma protestante, con el fin de trabajar y promover la unidad entre todos los cristianos (Unitatis Redintegratio, 7). Por su parte, el diálogo interreligioso hace referencia a las relaciones de cercanía y colaboración entre las distintas religiones (cristiana, judía, mu-

sulmana, hinduista, budista, etc.) para reconocer, guardar y promover aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales de la humanidad que existen en cada una de ellas (Nostra Aetate, 3). Ahora bien, en la actualidad se evidencian en los medios de comunicación manifestaciones de rechazo a la religión por el hecho de que en algunos casos esta se ha visto relacionada con la guerra. Sin embargo, es un juicio precipitado llegar a afirmar que la religión sea el problema en cuanto tal, y ciertamente no es descabellado reconocer que la religión, en cambio, ha sido convertida a veces en instrumento y estandarte para fines partidistas, ideológicos y bélicos. No obstante, la religión en esencia responde a las inquietudes más profundas del corazón humano, de ahí que esta no sea otra cosa que la razonable experiencia del hombre que se cuestiona por el sentido de la vida; asimismo, es la expresión de la naturaleza trascendente del hombre, el medio por el cual se aventura a la conquista de principios y valores éticos y duraderos, su posibilidad para la experiencia de una verdadera libertad y la base de su sentido de justicia social1. Justamente el papa Benedicto XVI, en la alocución de la XLIV jornada mundial de la paz, sugería que la religión, por encontrarse íntimamente vinculada a la dignidad de la persona humana, es condición de posibilidad para el desarrollo integral de las personas; sin ella no solamente se le negaría al hombre un derecho sagrado, sino que se pondría en riesgo su libertad y la armonía y la paz de una sociedad2. 1 BENEDICTO XVI. XLIV jornada mundial de la paz. 1 de enero de 2011 2 Ibíd


“…el que no ama, no ha conocido a Dios” (1 Jn 4,8).

En línea con lo anterior suman las recientes palabras del papa Francisco en su viaje apostólico a Georgia y Azerbaiyán. Afirmaba Su Santidad que la religión es “una necesidad para el hombre, para realizar su fin, una brújula para orientarlo hacia el bien y alejarlo del mal... En este sentido, las religiones tienen una tarea educativa: ayudar al hombre a dar lo mejor de sí”3. Así pues, el valor de las religiones y, de las mesas de diálogo interreligioso radica precisamente en su potencial para orientar las decisiones y para ofrecer herramientas de diálogo en medio de las diferencias, ayudando así para que entre todas las cosas,el hombre pueda optar, en libertad, por lo que va a constituir su mayor bien. De no ser así, la religión pierde lo que es propio de ella, a saber, ayudar a discernir el bien4. De esto se desprende que el diálogo entre las religiones en el contexto colombiano es fundamental en cuanto que su finalidad radica en el bien de la sociedad, en su desarrollo y en la paz. Ahora bien, no se puede cumplir la tarea de orientadora de la sociedad si antes las religiones por su propio testimonio no son entre ellas ejemplo del respeto mutuo, del encuentro, del intercambio y la paz. Por eso las mesas de diálogo entre las mismas constituyen un punto de partida, un espacio donde se experimenta con verdadero testimonio de paz la invitación para que en Colombia se pueda vivir en armonía y reconciliación, 3 Discurso del santo padre Francisco en el “Encuentro interreligioso con el jeque de los musulmanes del Cáucaso y con representantes de las demás comunidades religiosas del país”, 30 de septiembre – 2 de octubre de 2016 4 Ibíd

fomentando los valores socio-culturales, el respeto por la diferencia y el intercambio de saberes propios de cada credo y expresión religiosa. En relación con la ciudad de Cali, el diálogo interreligioso ha ido tomando una fisionomía más vigorosa en estos últimos años. En efecto, es gracias a la gestión del señor Arzobispo, Monseñor Darío de Jesús Monsalve, como se han ido abriendo espacios de diálogo y reflexión que se han concretizado en la conformación de la Mesa interreligiosa de la Comisión Interurbana de Reconciliación y Convivencia (CIURC) de la Arquidiócesis de Cali. Uno de los resultados de esta mesa es precisamente que desde principios del año antepasado (2015), se ha venido promoviendo la creación del Parque Santuario del Silencio y Paz en el conocido Cerro de la Bandera, al suroriente de la ciudad. Esta iniciativa, apoyada también por el DAGMA y la CVC, busca concentrar todas las expresiones religiosas que confluyen en la ciudad para ofrecer un “pulmón ecológico y espiritual”, un espacio de meditación, silencio y oración en contacto con la creación, lugar donde el intercambio y la fraternidad se conviertan en testimonio de paz para los ciudadanos, a contracorriente de una sociedad violenta y acelerada que se ve necesitada de espacios para la reflexión y la serenidad interior y exterior. En conclusión, las mesas de diálogo interreligioso no sólo son un valor para resaltar, son también algo crucial y testimoniante en medio de una sociedad tan fraccionada como la colombiana. Lejos entonces de pensar que lo diferente supone una amenaza generadora de más división. Lo que en realidad genera división es la incapacidad de aceptar y comprender que la sociedad es, simplemente, diversa en pensamientos, culturas y credos. Por lo tanto, se debe tener presente que la cercanía y el intercambio con las distintas expresiones religiosas es, ante todo, la posibilidad para reconocer, guardar y promover aquellos bienes espirituales y morales de la humanidad.




Psicólogo Invitado Juan David Bolívar Silva Psicólogo clínico - social Vicaría de reconciliación y paz

De la somatización cotidiana de la violencia a la re-conciliación social de los actores del conflicto La violencia tiene muchos matices, incluso, es el resultado de la ruptura del diálogo, cuando la palabra ha agotado todos los objetivos de comunicación se incurre a pasar al acto acompañado por diferentes formas de agresión. Colombia se ha encontrado expuesta a más de 60 años de violencia producto de la lucha armada interna, a tal punto de frenar el desarrollo social de las generaciones pertenecientes a los periodos de los años 70´s hasta los 90´s, un escenario de violencia que genera la sensación de haber vivido siempre con ella por sus efectos que debido a su larga duración y su extensión aun repercuten en la actualidad.

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Primero que todo se debe aclarar un imaginario en los conceptos de conflicto y violencia, el conflicto es necesario en toda sociedad, una sociedad sin conflicto no podría garantizar una memoria y progreso de los individuos, de hecho un conflicto puede estar ausente de la violencia,

pero toda violencia implica un conflicto y es estructurada con dinámicas de poder, imposición y fuerza. Esta violencia ha ocasionado un condicionamiento de la vida de los colombianos, más precisamente en su cotidianidad, es ahí donde se debe realizar un análisis exhaustivo y se debe convertir en el campo de intervención paralelo a una posible firma del proceso de paz que va más allá del plano de la negociación en la Habana, ya que la construcción y el anhelo de paz se ha instaurado en una identificación colectiva de los colombianos, quizás por la huella traumática que se ha generado durante todos estos años. Cada individuo se ha permeado por dinámicas de lucha y violencia en nuestro territorio, incluso su comportamiento va dirigido a establecer factores de protección hacia causas que puedan producir heridas, aprendiendo a convivir con una realidad social de poder donde naturaliza las escenas de violencia. Durante mi experiencia he podido observar la normalización de estos hechos en los barrios de Cali,


La no violencia es el camino para la paz en el presente y el futuro. El Papa Francisco propuso la no violencia como “un típico ejemplo de valor universal que se encuentra en el Evangelio de Cristo”, que es el camino que debe convertirse en el estilo de vida a seguir “en el presente y el futuro” para lograr la paz.

convirtiendo en “normal” escuchar (por ejemplo) las detonaciones de un arma o el asesinato de un joven; expresiones de violencia no muy alejados de una cotidianidad: representado en la agresión que le ocasiona un hombre a su pareja en evidencia de sus hijos; o modificando nuestro comportamiento cuando nos sentimos expuestos: como saber en qué momento debes contestar tu celular o estar atento cuando te detienes en un semáforo, sin olvidar el impacto generado a nivel psicológico. En esta instancia la forma de violencia pasa de una dimensión macro al diario vivir de cada uno de los individuos, convirtiéndonos en víctimas (directa o indirectamente) en sectores in-visibilizados, es allí donde se concentra el trabajo de la Vicaria de Reconciliación y Paz, otorgando participación y voz a jóvenes que se encuentran inmersos en estas dinámicas por medio de un discurso cultural de paz. El posible fin del conflicto, no solo inicia ni se logra con la conformación de una mesa, si no que pertenece a la cotidianidad, que a través de una estética en procesos de reconciliación e identidad del perdón, establece una participación activa hacia propuestas de paz que nace de los jóvenes y hace parte de una necesidad de reconstrucción de la memoria y establecimiento de una política de una sociedad diferente, re-inventando lo social, las huellas de muerte, de desaparición y del verdadero significado de paz en las calles, en la narración de cada uno de los habitantes que imaginan y desean prácticas de convivencia.


El Diácono Nos Habla Diácono Diego Hernán Castro Arquidiócesis de Cali

¿Cómo prepararnos para evangelizar en el post-conflicto? El precio de cincuenta y dos años de guerra que ha tenido que pagar nuestro país ha sido muy doloroso para todo el pueblo colombiano. Pero lo más alarmante de esto, han sido las cifras de horror que ha dejado el flagelo de este conflicto armado. Según el informe que presentó la Unidad de Víctimas (UV) y el reportaje de la prestigiosa revista Semana en el 2016, el conflicto en Colombia ha dejado: 10.371 personas despojadas de sus bienes o que tuvieron que abandonarlos, 90.364 víctimas de actos terroristas – combates – hostigamientos o atentados, 7 millones de desplazados, 10.964 víctimas de minas antipersonal, 31.954 secuestrados, 10.000 torturados, 8.000 menores vinculados a grupos armados, 162.631 desaparecidos y 972.298 muertos1. Sin embargo, debemos tener en cuenta aquellas víctimas que han quedado en el anonimato en las estadísticas de las diferentes agencias y oficinas de control que publican tan espeluznantes cantidades de atrocidades que parecieran sacadas de un cuento ficticio de terror. Además, podríamos agregar que en los últimos 15 años a la cartera del Ministerio de Defensa, le fueron inyectados más de 250 billones de pesos. Según el Banco Mundial para el Desarrollo, se afirma que con todo ese dinero se hubiesen podido construir más de 3 millones de casas de interés social de 70 millones de pesos cada una. De tal forma, que ante un eventual post-conflicto, también todo se presentaría en una gran cantidad de cifras que serían invertidas en la reparación de las víctimas. Según los porcentajes que nos presenta la UV, podemos decir que hay hasta el momento 8 millones de víctimas en Colombia a causa del azote de la guerra. Son sujeto de atención

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1 La Unidad de Atención y Reparación Integral a las Víctimas (UARIV)

y reparación 6’200.105 de personas y, tan solo han sido reparadas hasta el momento 600.000. Por otra parte, para las víctimas, la nación destinó 9,6 billones de pesos en el año 2016; y lo que nos falta por recorrer en este 2017. Para ser más precisos, en lo que se refiere a montos, según un estudio que realizó el Bank of America, durante los próximos diez años lo destinado a víctimas podrá representar entre el 0,7 y el 1,4 %del PIB anual. Realmente, pienso que para un colombiano del común, estas cifras pueden poner los “pelos de punta” ya que podrían verse afectados también los bolsillos de los ciudadanos en el aumento de más impuestos. Por esto y muchas razones más, considero que el post-conflicto podría verse como toda una odisea de datos financieros y el oportunismo de algunos políticos para hacer campañas a costa de la integridad de las personas afectadas en esta cruel guerra, y no realmente como lo que debería ser, y que tanto el gobierno nacional lo ha hecho ver y ha difundido en los medios de comunicación para las dos caras del conflicto: La “Reintegración” de los que estuvieron al margen de la ley y la “Reparación” de la víctimas. Yo iría un poco más lejos, y lo diría como lo propone el Evangelio: “devolver la dignidad de las personas”. A toda esta problemática entonces debemos preguntarnos: Y ¿quién se ocupará de restaurar la parte espiritual de las víctimas y los victimarios? Pues debemos decir que la tarea no será nada fácil y debe ser trabajo de todos. Pero especialmente de todos los que trabajamos como agentes de pastoral y que de una u otra forma hacemos permear el Evangelio en todos los campos de la sociedad, principalmente con nuestro testimonio de vida cristiana. Estoy convencido de que en los acuerdos de paz “definitivos” independientemente de los “pro” y los “contra” por ser un conflicto, queda siempre algo por resolver. Pero este esfuerzo es el comienzo


“Después de cada guerra alguien tiene que limpiar. No se van a ordenar solas las cosas, digo yo”. Wislawa Szymborska, Nobel de Literatura 1996.

de la construcción de una nueva sociedad que durante muchos años ha anhelado una nación en paz. La evangelización en el post-conflicto entonces requerirá una ardua tarea que debe empezar ya. Creo que el punto de partida debe ser la de concientizar a todos en la “pedagogía del perdón y de la reconciliación” que debe ser insertada desde nuestras familias, amigos, planteles educativos, sitios de trabajo y por supuesto, desde todas nuestras comunidades parroquiales, para que a partir del perdón, podamos reconocer al otro como nuestro prójimo, como un verdadero hermano. Recordemos que en el Evangelio el Señor nos enseña a perdonar hasta setenta veces siete, es decir, siempre debemos perdonar (cfr. Mt, 18, 21-35). San Juan Pablo II, en el discurso de la XXX Jornada Mundial por la Paz el 1º de enero de 1997 decía: “El perdón no es una amnesia sagrada que borra el pasado. Por el contrario, es la experiencia sanadora que elimina el resentimiento. Se podrá recordar la ofensa, pero no se revivirá el dolor. La avispa del recuerdo puede volver a volar, pero el perdón le ha arrancado su aguijón”. Por ello, todos necesitamos aprender a perdonar y aprender a pedir perdón; ésta es la

verdadera tarea y responsabilidad moral de evangelización que tenemos como Iglesia, ante una sociedad golpeada por el fenómeno de la guerra y que necesita de nuestro aporte espiritual para que así, realmente, podamos construir tejido social, hermandad, y nos podamos respetar y amar. Pero sobre todo, donde todos los niños, jóvenes y adultos podamos trabajar en la verdadera construcción de una gran nación a pesar de las diferencias que se puedan presentar en la conquista por alcanzar una sincera paz. Finalmente, creo que como agentes de pastoral, es necesario ahondar en la manera de generar procesos de reconstrucción y desarrollo desde nuestras comunidades que resuelvan las exclusiones vinculadas al conflicto. Igualmente necesitamos profundizar en la manera de consolidar una cultura de paz permeada por el Evangelio y sustentada en la pedagogía del amor. El trabajo no sólo debe ser del gobierno, sino, que debe involucrarnos a todos, pues debemos enseñar como Iglesia que la paz también debe ser construida a partir de la paz interior que brota de cada una de las personas. Para concluir, debo añadir, que la transformación de los conflictos debe comenzar por las emociones que nos afligen desde una mirada más cristiana, pues éstas son el oxígeno del conflicto, pero se deben tratar también los procesos y las estructuras en las cuales se desarrollan las relaciones sociales desde una perspectiva más humana y solidaria como lo enseña la doctrina social de la Iglesia. En síntesis, se trata de transformar ideas preconcebidas, (fundamentalismos), prejuicios y estereotipos, pero también estructuras caducas y mecanismos violentos y polarizantes que no aportan en lo más mínimo a la construcción de una nueva sociedad en paz.

“Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto”. 1Jn 4, 20


El Seminarista Nos Habla Erlin Jesús Garcés Angulo Seminarista III Filosofía

Las víctimas, como todos los seres humanos tienen anhelos, ilusiones y sueños por cumplir.

¿Paz sin restitución? Los colombianos somos testigos del sufrimiento de muchos ciudadanos, nuestro país ha sido golpeado fuertemente por la violencia. La violencia ha dejado miles y miles de víctimas: muertos, secuestrados, familias destrozadas por la pérdida de sus seres queridos, niños huérfanos, mujeres olvidadas y maltratadas, hombres y mujeres discapacitados a causa de abusos inhumanos, personas alejadas de sus hogares y de sus tierras a causa del desplazamiento forzado. Estos y muchos otros males, en mayor o menor medida, afectan la vida de todos los ciudadanos. Para mejorar estas duras realidades se han hecho y se siguen haciendo esfuerzos que conduzcan a tener un mejor país. Los habitantes de esta patria tenemos un sueño anhelado llamado paz, en el que se espera que cese la horrible noche de la guerra y la iniquidad que destruyen y amanezca el nuevo día cuya luz es invencible. Hoy vivimos un momento histórico para el país y para todos. Son muchos los interrogantes que tenemos sobre el futuro de nuestro país y del proceso que estamos viviendo, pero eso es normal. Estos interrogantes son necesarios para poder encontrar sentido a lo que se está haciendo. Cada ciudadano, una vez encuentre este sentido, podrá ubicarse en el lugar correspondiente y así mismo actuar, buscando siempre el bienestar de todos.

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Conocemos las crudas realidades que vivió y sigue viviendo nuestro país, y somos conscientes de tanta impiedad. La maldad y perversidad que ha sufrido el país ha causado pérdidas a colombianos: familiares, seres queridos, tierras, casas etc. Estos hechos nos llevan a cuestionarnos en algunos aspectos fundamentales. Una pregunta clave para encontrar posibles salidas de este ambiente de violencia, y propuestas para lograr la paz y el bienestar es la siguiente ¿es posible la paz sin restitución? Esta pregunta nos ubica frente a aquellos que han sido afectados directamente por el flagelo de la guerra, y para responder se ne-

cesita tenerlos en cuenta y no olvidar las dificultades que han tenido que enfrentar. No es posible la paz sin restitución. Sin reparación del daño hecho. Es necesario para que haya una paz como la necesita este país, que se restituya a los colombianos cuanto se les ha quitado, lo que han perdido y les hace falta para vivir. Es necesario que los campesinos recuperen sus tierras y que no sigan siendo los habitantes de calle de las grandes ciudades de nuestro país. Que las familias recuperen a sus seres queridos secuestrados en la selva, y que a todos se les reconozca algo por sus pérdidas. Se necesita que todos cuantos han sido afectados por la atrocidad y la vileza reciban algo como reparación. De lo contrario, será una paz de discursos, y el discurso por sí mismo no asegura su complimiento. La paz que deseamos tener será una realidad si a cada colombiano afectado se le pide perdón y se le restituye parte de lo que perdió. Todo lo que han perdido estas personas no se les puede reponer, pero hay muchas maneras de reparar el daño hecho. Las víctimas, como todos los seres humanos tienen anhelos, ilusiones y sueños por cumplir. Esto no se puede olvidar.


El ser humano siempre tiene motivos para vivir y realizar plenamente su existencia. Este motivo puede entenderse como un fin hacia el que se quiere llegar. Para alcanzar este fin, constantemente se trazan objetivos que lo conduzcan conseguirlo. Todo ser humano desea ser feliz. Por eso, el hombre, actúa de tal manera que por medio de lo que hace alcance la felicidad que tanto anhela. En otras palabras, cada persona lucha, se esfuerza y se preocupa por alcanzar la bonanza y la dicha que desea tener. Esta felicidad se entiende como una armonía y tranquilidad pese a las adversidades que siempre están presentes.

nuevo, tampoco acostumbrarse a un estilo de vida que se presentó inesperadamente, ni mucho menos, después de haber tenido todo, volver a iniciar como si nada hubiese tenido. Esto es lo más complicado.

Sin embargo, no siempre se llega a este fin de la misma manera como se ha pensado, pues hay muchos factores que intervienen de forma brusca y afectan los objetivos que se habían planteado. Estos factores son diversos y alteran el orden que se tenía hasta determinado momento.

Las victimas de nuestro país son un buen ejemplo de esta superación. A pesar de haber perdido tanto luchan por salir adelante, esperan tener un día algo de lo que perdieron, por eso, es necesario devolverles lo que siempre fue suyo y les pertenece.

Uno de estos factores que alteran el orden establecido es la violencia manifestada de diversas maneras. Frenando el camino y ocultando a vista de muchos colombianos esa felicidad por la que han luchado durante toda su vida, y esto obliga a un nuevo inicio. No es fácil comenzar de

Por eso, es necesario estar preparado para cualquier adversidad porque las cosas no siempre se dan como se organizan. Cuando las adversidades se presentan se debe mantener viva la esperanza, llenarse de valor y tener la certeza que el mañana puede ser mejor, si hay esfuerzo y coraje para no rendirse ante la dificultad. No hay que desanimarse frente a los contratiempos.

Con todo esto, se puede afirmar que aunque la restitución no es la única solución para que haya paz en nuestro país, es fundamental para alcanzarla. Entendiendo que todos hacemos parte de la solución ¿cómo vamos a aportar para esta restitución?

PORTAFOLIO DE PRODUCTOS Y SERVICIOS CRÉDITO AHORRO

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Profesor Invitado Jhon Fredy Gallego Docente tiempo completo del departamento de humanidades adscrito a la facultad de teología, filosofía y humanidades de Unicatólica. Magister en filosofía de la Universidad del Valle, licenciado en filosofía de la misma universidad, con estudios en teología del Seminario Mayor San Pedro Apóstol. Profesor del Seminario Mayor San Pedro Apóstol y aspirante al diaconado permanente de la Arquidiócesis de Cali.

Justicia y paz se abrazan En estos tiempos convulsionados, en los que se viven penosas realidades como la inestabilidad política, la polarización social y la apatía general de la sociedad frente a procesos que marcarán decisivamente su futuro - y no sólo se hace referencia a los históricos avances en los diálogos de paz con las FARC sino también de los patentes acercamientos con el ELN - entre otras muchas situaciones que son el producto del conformismo y de la ignorancia; las palabras del salmo 851 no podrían ser más proféticas, el salmista muestra una clara intuición política, que plantea una realidad vigente y actual, no podrá haber paz mientras exista en la sociedad fenómenos de injusticia, o dicho de forma positiva, la construcción de la paz requiere procesos de reconocimiento y justicia social. Este artículo pretende mostrar dos realidades de manera muy sintética, en un primer momento, hay que identificar cómo desde la antigüedad la paz y la justicia han coexistido intrínsecamente, desvelando indudablemente la codependencia de la una sobre la otra; y un segundo momento, será pasar a la aplicación de esta coexistencia en un contexto polémico como es la justicia transicional, enmarcada en los recientes diálogos de paz entre el gobierno colombiano y las FARC. La exigencia de la paz es el clamor de millones de víctimas en nuestro país, y no solo las producidas por más de 50 años de conflicto armado interno sino también las dejadas por fenómenos tan arraigados que ya los consi-

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1 Salmo 85,10-11

deramos propios, como es la corrupción y la indolencia de un Estado que hace mucho dejó de tener como centro a los ciudadanos. Realidades todas que hoy nos alejan de la paz y que se dan por una sola razón; la falta de una justicia social verdadera. Algunas ideas acerca de la justicia: Para entender un poco mejor el tema de la justicia en Colombia, se debe mencionar a dos de los pensadores griegos más influyentes hasta nuestros días, Platón y Aristóteles, señalando al menos de una forma breve, la idea que al respecto maneja cada uno: En su libro la “Republica”, Platón entenderá por justicia, que cada uno haga lo que le corresponde sin ocuparse de otras funciones que no le pertenecen, la justicia es por tanto una forma de organizar el Estado, razón por la cual se podría deducir que el Estado también ha sido injusto y por tanto ha contribuido en la ausencia de paz que se vive hoy en Colombia, pues históricamente ha dejado de cumplir muchas de las funciones que le corresponden y esto genera injusticia, una injusticia que impide la paz. Aristóteles, por su parte en “Ética Nicomaquea” sostiene que la virtud más necesaria de todas para la conservación del mundo es la justicia, ya que es la suma de todas las virtudes, deduciendo que es la “virtud completa”, ya que se da en relación con otras personas, pues es más difícil ejercer la virtud con los demás que solamente consigo mismo. Esto se aplica hoy y nos da una idea de lo que significa una sociedad en paz, que solo


será posible como el fruto de personas que vivan la justicia. Por eso, aunque el fin del conflicto no es la paz, si será un buen inicio para la construcción de una mejor sociedad, con la justicia como su primer abanderada. Colombia y la justicia transicional: Es momento de centrar la atención en un tema tan álgido e ignorado como actual en nuestro país, el tema de la justicia transicional, es álgido, por la polarización que causa, ignorado, por la desinformación y manipulación de la cual ha sido objeto y actual por la vigencia del proceso de paz con las FARC y por los acercamientos con el ELN. Para entender este proceso, y su aplicación en los últimos eventos de nuestro país es necesario aclarar su sentido y aplicabilidad:

La justicia transicional abarca un conjunto de mecanismos para hacer frente al legado de graves y masivas violaciones de derechos humanos. La justicia transicional no es una forma especial de justicia, sino una justicia adaptada a sociedades que se transforman a sí mismas después de un período de violación generalizada de los derechos humanos. (Centro Internacional para la Justicia Transicional. Recuperado de https://www.ictj.org/ es/que-es-la-justicia-transicional) En Colombia el proceso de justicia transicional no es un interés del gobierno, es una necesidad del pueblo, pues en el problema concreto de las FARC, el Estado demostró su incapacidad para solucionarlo con la fuerza y aquel grupo guerrillero demostró su intención de no someterse a un proceso de justicia ordinaria, ya que a su parecer los actos cometidos no son producto del vandalismo y de la mentalidad criminal, sino del hambre de justicia y la intención de formar un mejor país, por supuesto y gracias a los devenires de la historia las FARC y el Estado han comprendido que las armas no son el camino.

El 15 de diciembre de 2015, el Gobierno Nacional y las FARC lograron un importante acuerdo sobre el punto 5 de la agenda de negociación para crear un “Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición” (SIVJRNR) (en adelante acuerdo). Lo pactado contempla de manera general la creación de varios mecanismos con los que se busca satisfacer los derechos de las víctimas a la justicia, la verdad, la reparación y la no repetición: una Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), la conformación de una Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, de una Unidad Especial para la Búsqueda de personas dadas por Desaparecidas, y Medidas de Reparación Integral para la Construcción de Paz y Garantías de No Repetición. (Fundación Ideas para la Paz. Recuperado de http://www.ideaspaz.org/especiales/justicia-transicional/) La idea, entonces, es dignificar a las víctimas y lograr que las instituciones del Estado cumplan con sus deberes y obligaciones, de manera que retomen la confianza de los ciudadanos. Haciendo que el grupo guerrillero, pague por sus delitos pero con un sistema de justicia especial, entendiendo especial, no cómo menos justo, sino como una opción para finalizar este conflicto que tanto ha costado a esta bella nación. Además no debe desconocer que para acceder a cualquier tratamiento especial dentro de la Jurisdicción Especial para la Paz es necesario aportar verdad plena, reparar a las víctimas y garantizar la no repetición. En conclusión, se puede criticar el tema de la justicia transicional, pero no se debe rechazar, ya que es un proceso necesario para la construcción de la paz, pues como se ha visto, una necesita de la otra si se quiere generar procesos reales y duraderos, procesos que traerán la paz, pero con la vivencia de una verdadera justicia social.


El Seminarista Nos Habla César Augusto Ñáñez Galíndez Seminarista I de Filosofía

Recuerdos de mi niñez Soy un campesino caucano y siento orgullo de haber nacido y vivido en la vereda “La Paloma”. Volver a recordar el pasado no es tan sencillo, pues se hace tortuoso cuando sentimos que la violencia intentó arrebatarnos la alegría de vivir, llevándonos a experimentar la muerte y el desplazamiento en nuestra comunidad. Entre los años 1990 y 2008 nuestra región es afectada por distintos grupos armados como las FARC-EP y el ELN. La guerrilla de las FARC-EP llega a nuestra vereda a extorsionar a sus habitantes, a toda persona que tuviera diez reces le quitaban una para su sustento. Mi familia estaba compuesta por mi madre, mi tía y cuatro hermanos, dos de ellos asesinados por LAS FARC, por no estar de acuerdo y ponerse en contra de las extorsiones que éstos hacían. En el año de 1994, teniendo yo 2 años, cuenta mi madre que el comandante del octavo frente de las FARC me carga y dice a mis padres y personas que se encontraban allí “Este va a ser un buen guerrillerito”, por lo cual mis padres empiezan a preocuparse por mis hermanos mayores, uno de 14 años y otro de 10 años, pues no querían que se los llevará la guerrilla. Al año siguiente enviaron a mi hermano de 14 años a Cali, a casa de un tío.

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Desde 1995 hasta 1998 hubo varios combates entre el ejército y la guerrilla, dejando una estela de muerte en nuestra vereda, tanto de guerrilleros, como de militares y campesinos. La guerrilla de las FARC es obligada a retirarse a las selvas del Cauca (el Plateado y Timbiquí). En el año 2001 nos llega el ELN y durante tres años volvieron los conflictos y combates en los pueblos más cercanos.

Empiezan a reclutar a muchos menores de edad de la región, también llevaban jóvenes de las ciudades de Cali y Popayán, algunos porque querían incorporarse a la guerrilla, otros porque tenían graves delitos y eran buscados por la ley; a todos los entrenaban para la guerra. Entre los frentes de reclutamiento a menores estaban el JOSÉ MARÍA BECERRA y el MILTON ORTÍZ, los cuales siempre colocaban a estos muchachos al frente como carne de cañón en los combates con el ejército. Comenzaron a tomarse las escuelas para enseñarles a los niños a manejar armamento de largo alcance como los fusiles AK47, RR15 y M16. Los padres de familia, muy preocupados, empiezan a salir a escondidas, llevándose a sus hijos más adolescentes; entre ellos estaba yo, a quien en el 2004, mi madre decide sacarme porque faltaba un año para que me reclutaran. Recuerdo que cuando tenía tan solo trece años, me hice amigo de un niño de catorce años, reclutado por la guerrilla en Cali, llamado Jairo, pero nosotros le decíamos Jairito. Un día en la mañana fue a mi casa, y nos informó que iba a haber un combate con el ejército. A él lo mandaron a sembrar “minas quiebra patas” con otros compañeros, mientras estaba manipulando un artefacto de estos, se le estalla dejándolo sin manos y perdiendo todo el rostro, tenía esquirlas por todo el pecho, era irreconocible; los compañeros, como pudieron, lo bajaron cerca del pueblo pero no lo dejaban ver de las personas, llamaron a la enfermera para que lo curara, pero las curaciones que le hacía no eran suficientes. Después de cuatro horas de intentar hacer algo por él, sin lograr nada, deciden llevárselo para


otro lugar y, en el monte, le quitan la vida, porque para ellos ya no era necesario, dada su condición. Los dos éramos amigos, él me hablaba de un futuro, donde la vida iba a ser mejor, eso era lo que le enseñaba la guerrilla, lástima que mi amiguito no hubiera podido vivir ese futuro que soñaba, pues la guerra le cobró la vida. Después de esta situación, que a todos nos dejó tristes, el ejército entró violentamente. Recuerdo que los morteros caían cerca de nuestra casa y sólo quedaba aferrarnos a Dios y a la Virgen María. El ELN fue desalojado de nuestra región, el ejército, después de varios días de estar entre nosotros, retorna a su base. En el 2006, el octavo frente de las FARC se reagrupa y regresa a nuestra vereda, quitando tierras y desplazando a muchas familias, entre ellas, la mía. La cual, al igual que yo, se vio obligada a emigrar a la ciudad de Cali. Llegar a Cali, una ciudad diferente a lo que era el campo fue difícil para nosotros, porque significaba dejarlo todo en nuestra vereda y empezar de cero en un lugar desconocido, llegar sin nada, estar de arrimados en casa de nuestros familiares. Con el tiempo nos fuimos adaptando a muchas cosas, cogiendo experiencia, buscando oportunidades de trabajo; Dios estuvo en medio de todo este sufrimiento, llevándonos de su mano. En medio de tantas dificultades, logramos salir adelante. Me siento muy contento, ahora que estoy en el Seminario, decidido a seguir al Señor en el servicio de mis hermanos, los más pobres; de saber que el gobierno y las FARC-EP pudieron por fin firmar el acuerdo del proceso de paz. Creo que es una buena oportunidad para que muchos campesinos puedan volver a reconstruir sus tierras, a encontrarse con sus seres queridos, a soñar como Jairito, no con una guerra que cambiaría las cosas como se lo enseñó la guerrilla, sino más bien, con la paz, con la justicia, con oportunidades y equidad para todos. Siento alegría de saber que este conflicto tan absurdo está terminando y se comienza a respirar la paz en mi vereda. Hace diez años que no voy a la vereda la Paloma, solo quedan los recuerdos de mi infancia, que, aunque tristes, no dejan de estar llenos de satisfacción, porque ya en ese rinconcito del Cauca se respira paz. Quiero dar gracias a Dios por habernos dado, a mi familia y a mí, la fortaleza para superar los sufrimientos causados por la violencia. No siento ningún rencor hacia los grupos armados que tanto daño hicieron a mi región, antes bien, me siento contento que por fín podemos vislumbrar una Colombia distinta, construyendo la paz, fundamentada en la justicia social y en el derecho que tenemos todos a vivir dignamente.


Voces de la Arquidiócesis Diego Arias Miembro del consejo de paz y reconciliación de la Arquidiócesis de Cali

¿Reconciliación o castigo? El 2 de Octubre de 2016 los colombianos fuimos convocados para expresarnos en apoyo o rechazo al acuerdo del fin del conflicto armado firmado por el Gobierno y las FARC. Ese resultado, en el que por un estrecho margen ganó el NO, da cuenta de preocupaciones, desacuerdos y objeciones que muchos colombianos tienen frente a la manera como se ha desarrollado el llamado proceso de paz y en particular frente a lo inicialmente acordado con esa guerrilla. Pero ese resultado electoral y las polémicas surgidas luego de la “renegociación” de la negociación que culminó con la firma de un nuevo acuerdo el 24 de Noviembre/16 en Bogotá, dan cuenta de algo más profundo y preocupante: la enorme división y fractura que existe en nuestra sociedad sobre cómo terminar la guerra y construir la paz. No creo que -en la mayoría de los casos- quienes se oponen al acuerdo con las FARC sean “enemigos” de la paz. Entiendo que de lo que se trata es de decir que la paz no se puede lograr de cualquier manera ni a cualquier costo.

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Este debate político ha agitado la discusión democrática, lo cual es sano, pero también ha introducido sentimientos negativos en personas, familias y comunidades, llevando disensos, enojos y resentimientos. Pero lo que resulta francamente deplorable y triste es que asuntos esenciales de la espiritualidad cristiana hayan sido introducidos como parte de los argumentos para cuestionar el proceso de paz.

Muchos opositores han citado textos, especialmente del Antiguo Testamento, que dan cuenta de un Dios vengativo y justiciero que llama al aniquilamiento de los enemigos e incluso de su descendencia, todo para justificar que con la guerrilla no debe haber ningún tipo de “indulgencia” sino castigo, pero omiten declarar algo crucial como es que con Jesús llegó un mensaje nuevo, de amor, compasión y misericordia. Yo entiendo la difícil posición que debió asumir la Conferencia Episcopal de Colombia cuando como vocera de la Iglesia Católica se declaró “neutral” frente al plebiscito, pero clara y decididamente militante de la causa de la paz y la reconciliación, llamando a un voto consciente e informado. Una postura específica en favor de una u otra opción habría producido muy seguramente, al calor de estos debates, una irremediable fractura dentro de una iglesia que requiere fortalecer antes que nada su unidad. Y todo muy a pesar de los llamados públicos de Su Santidad el Papa Francisco en el sentido de “no desaprovechar esta oportunidad”, refiriéndose al proceso de paz. Para muchos cristianos este tema de la paz con la guerrilla sigue siendo un gran dilema y fuente de inquietud y sentimientos encontrados. A la luz del mensaje de Jesús… ¿cuál debiera ser la postura clara y firme de los cristianos en Colombia frente a un tema tan complejo como el fin de la gue-


entre lo que dictan nuestras mentes y lo que nos dicen las escrituras y nuestro propio corazón. No creo que -en la mayoría de los casos- quienes se oponen al acuerdo con las FARC sean “enemigos” de la paz. Entiendo que de lo que se trata es de decir que la paz no se puede lograr de cualquier manera ni a cualquier costo.

rra y la construcción de la paz y la promoción de la reconciliación? No creo que existan respuestas únicas entre otras cosas porque un Acuerdo de Paz versa sobre distintos temas en los que sobre uno, varios o la totalidad de sus contenidos puede uno tener un claro apoyo, objeción o desacuerdo. Y ahí entran los dilemas

En mi caso personal y en momentos de enorme dificultad o indecisión suelo preguntarme: y ¿qué haría Jesús en esta situación? En lo particular la fórmula me ha dado siempre excelentes resultados pues me permite ver el problema o el dilema desde otra perspectiva que no había visto antes, luego, de lo cual, la solución que emerge es siempre constructiva y con ella deviene para mí un sentimiento de tranquilidad y seguridad del sentido correcto, tanto humano como espiritual, de mi decisión. Para el caso que nos ocupa, la Palabra de Jesús no admite manipulaciones ni condicionamientos cuando se refiere a la Paz. La bienaventuranza sobre quienes hacen posible la paz es clara: “ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9). Nos anima a perdonar a quienes nos ofenden (Padrenuestro) y cuando le preguntan cuántas veces hay que perdonar al enemigo dice: “Os digo que no son siete veces sino setenta veces siete” (Mt 18, 22). No dice tampoco que amemos solamente a los amigos o que “aplican”, como en las propagandas, “condiciones y restricciones”…. Su llamado o mandato es claro: “Amaos siempre los unos a los otros” (Jn 13, 34).


Magister Invitada Mercedes Blanco Ospina Docente del departamento de humanidades adscrito a la facultad de teología, filosofía y humanidades de Unicatólica. Magister en educación y desarrollo humano, administradora de empresas, con estudios en filosofía y pensamiento político y económico. Co-investigadora y ponente nacional e internacional en diferentes congresos, además de diversas publicaciones en revistas científicas.

“Paz, guerra y economía” Colombia vive un acontecer histórico determinante para su proyección hacia el futuro. No es sorpresa que la Paz es el emblema principal del actual gobierno de Juan Manuel Santos, quien desde sus inicios de campaña presidencial dejó claro su posición como gestor de paz, y fruto de dicha gestión fue recientemente galardonado con el Nobel de Paz. Independientemente de las opiniones al respecto, el actual proceso de Paz ha generado un mar de expectativas sobre lo que va a suceder posteriormente en el País. Desde allí, se proliferan análisis sobre la Paz en diferentes perspectivas, como las posturas ideológicas, las gestiones de políticas públicas, los términos de justicia, los actores del conflicto, la reasignación de territorios y una gran cantidad de vínculos socio-humanísticos; pero sin olvidar que la Paz tiene fuertes consecuencias de carácter económico, y aunque su relación podría parecer un poco forzada y hasta para algunos inapropiada, ésta puede ser una de las condiciones determinantes para tomar una postura, ya sea positiva o negativa, para la consecución del proceso de paz con las FARC. Se hace entonces sugerente que se haga un breve análisis de la postura económica frente al presente acuerdo de Paz, que por supuesto afectará en términos sociales, políticos y ambientales al País. Para dar paso a ello, se presentará tres puntos que manifiestan la postura del sector empresarial ante el proceso de Paz, seguidamente la posición internacional del País como foco de inversión, emprendimiento y finalmente la posición de algunos sectores económicos frente a la gestión a desarrollar una vez culmine el presente acuerdo de Paz.

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a) Postura del sector empresarial en el Post acuerdo: El sector empresarial ha brillado por su ausencia respecto a la consecución del proceso de Paz a pesar de la publicidad por favorecer el mismo. La eufemista imparcialidad que se quiere reflejar ante el País quedó en entredicho tras la entrevista del líder de la Campaña del “No” Juan Carlos Vélez, el cual ma-

nifiesta la financiación de su campaña por ciertas empresas poderosas en el país, como por ejemplo el Grupo antioqueño Ardila Lülle - quien inmediatamente al suceso desmiente dichas acusaciones -, Grupo Bolívar, Grupo Uribe, Colombiana de Comercio, entre otras. Otro suceso que demarcó la postura del sector empresarial ante el proceso de Paz fue la escandalosa lista de cincuenta y siete empresas que financiaban la guerra desde el paramilitarismo, la cual está en manos del actual Fiscal General de la Nación Néstor Humberto Martínez (Semana, 2016), y que por tanto estas denuncian como un acto de legítima defensa ante el desamparo del Estado frente a los fleteos y vacunas de grupos guerrilleros. Ante la conmoción de dicha noticia, el Fiscal Martínez recomienda que todos los actores involucrados ante el conflicto, entre estos el sector empresarial, denuncien sus acciones con el fin de esclarecer y cumplir el objetivo de la justicia transicional. Es decir, llegar a la verdad de los hechos y de esta manera realizar las acciones afirmativas y transformativas respectivas. Lo llamativo de dicho acontecimiento radica en la relatividad moral bajo el cual se legisla el sector empresarial, y que por tanto hace necesario repensar la ética profesional de los colombianos y de igual manera la Responsabilidad Social de las organizaciones frente al país. b) La imagen a nivel mundial del país ante un proceso de paz exitoso: juega un papel fundamental para la visión que los entes internacionales tengan del país, como por ejemplo la reciente invitación de la corona inglesa al Presidente Santos, lo cual posibilita no solo la entrada de inversiones en libra esterlina, sino también que forja la posibilidad de muchas más alianzas comerciales y políticas con éste y otros países.


El “desmarcamiento” de la pasada ola del narcotráfico y violencia en Colombia, solventa una nueva cultura a forjar dentro del país y a nivel internacional. Los cuales pueden repercutir no solamente en la exoneración de visas para los colombianos -aumentando de esta forma la inversión en viajes de negocios y de placer- sino también el fortalecimiento del peso colombiano en las diferentes bolsas de valores mundiales, potencializando de esta manera las exportaciones en la industria nacional y favoreciendo el manejo de las divisas en el país. Como efecto de inversión extranjera, el Estado se ve inducido a mejorar puertos marítimos, aeropuertos, sistema viales y demás inversiones que movilizan otros indicadores macroeconómicos determinantes para fortalecer la economía colombiana. c) Sectores Económicos del País: Es predecible que una vez se finalice el conflicto entre la guerrilla FARC y el Estado se abran un sin número de transacciones económicas de toda índole en el país que movilice diferentes sectores productivos, a continuación se desglosan los más preponderantes: 1) Sector de la Minería: Este sector parece ser uno de los más interesados para la firma del proceso de Paz. Hace unos meses, en un foro de la Contraloría General de la Nación, el actual presidente de Ecopetrol Juan Carlos Echeverry manifestó la premura en la consecución del proceso de paz, con el fin de explorar y excavar nuevas fuentes minerales en territorios actualmente en poder de la Guerrilla. De lo contrario el País se verá obligado a la instauración de nuevos impuestos o baja inversión en el sistema vial (El Espectador, 2016). Ecopetrol, al ser la primera y más rentable empresa del Estado, además de su evidente influencia para la carga fiscal, hace notar que la inversión planeada para agricultura, turismo e industria queda un poco desvalorizada ante la importancia de esta organización en el País. La adquisición de nuevos pozos petroleros, no sólo solventa un poco la caída del precio internacional del barril sino que genera una solvencia en utilidades, además de una posibilidad en valorizar sus acciones ante las bolsas de valores internacionales. Es importante resaltar que bajo la aparente ventaja económica que se refleja en el párrafo anterior, se esconden otras variables que son de igual o mayor importancia, como es el tema de protección del medio ambiente. En Colombia existe una peligrosa explotación de los recursos naturales bajo una deficiente regulación Estatal, que ha desembocado en terribles e irrecuperables desastres ambientales. Sin olvidar que el País se vuelve espectador de las utilidades de multinacionales extranjeras pero responsable de las cargas de mercurio y fenómenos colaterales a ello (afectación socio-económicas de comunidades, problemas de salud, pérdida de flora y fauna, desplazamiento y hacinamiento en las ciudades, entre otros). No se puede ignorar de igual forma como la vida de las

comunidades Indígenas y Afro descendientes se han visto fuertemente afectadas por las explotaciones legales e ilegales de la minería dentro de sus territorios. Tanto en su cultura como en la vulneración de derechos, ante las amenazas y asesinatos de líderes comunitarios y defensores de DDHH en ciertas regiones del país. 2) Sector Empresarial e Industrial: La promulgación del cese al fuego vende la idea de “seguridad e inversión”, es claro en los diferentes discursos del Presidente Juan Manuel Santos, como la Paz es un mecanismo publicitario para acciones de emprendimiento e inversión extranjera. En este aspecto se cumple una gestión evidentemente geopolítica del Estado como posibilidad de recuperar y hacer presencia en diferentes territorios, pero a diferencia de la gestión de la presidencia anterior, dicha recuperación no recae solamente en presencia militar y policial - como principio de seguridad democrática- sino también en inversión extranjera, colocando a su disposición entes financiadores como Findeter, Finagro y Bancoldex. Ante lo anterior, se pueden deducir efectos colaterales que fácilmente se podrán evidenciar estadísticamente, como por ejemplo: disminución de los índices de desempleo, disminución del empleo informal, incentivación de otros sectores (construcción, infraestructura vial, licitaciones en electricidad, redes tecnológicas, entre otras), mejoramiento de indicadores macroeconómicos (como son las nivelaciones en la balanza comercial). 3) Sector Turismo: La recuperación de territorios azotados por la violencia, potencializan la construcción de complejos turísticos en zonas de difícil acceso y reconocidas anteriormente por su presencia de grupos guerrilleros. Es así que localidades como el Amazonas, Putumayo, San José del Guaviare y aledañas se convierten no sólo en el foco de recepción de turistas sino también de inversión extranjera para la construcción de hoteles de carácter eco ambiental y/o temático con la cultura colombiana. Por todo lo anterior, el actual proceso de paz implica fuertes afectaciones políticas, sociales y culturales enmarcadas en el plano económico, las cuales deben ser evaluadas con mucho cuidado para garantizar un real desarrollo y la esperada Paz en Colombia. FUENTES • “La paz nos va a permitir sacar más petróleo de zonas vedadas por el conflicto”. (14 de abril del 2016). El Espectador. http://www.elespectador.com/noticias/economia/paz-nos-va-permitir-sacar-mas-petroleo-de-zonas-vedadas-articulo-627058 • “Los empresarios extorsionados no tienen deudas con la justicia”: Néstor Humberto Martínez. (3 de septiembre del 2016). Revista Semana. http://www.semana.com/nacion/articulo/fiscal-nestor-humberto-martinez-explica-situacion-de-empresarios-involucrados-conflicto-armado-y-la-lista/492266

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Noticias Seminario Mayor

7 años de servicio, disciplina y comprensión El padre Gustavo Isaza Escobar, hijo de esta casa de formación, formador y actualmente rector, se despide de nuestro seminario tras desempeñar durante 7 años el servicio de rectoría. Al término de este periodo el padre Gustavo nos deja en la casa un legado de autoformación, disciplina, exigencia, calidad humana y entrega a la comunidad. El padre Gustavo siempre se caracterizó por su cercanía con los seminaristas, pero también por la exigencia y la disciplina que se debe tener para ser sacerdote; esto lo reflejaba cuando por los pasillos se le veía en las horas de aseo comunitario con la escoba y el trapero colaborando en la limpieza de la casa, de igual modo cuando impulsaba labores sociales en pro de algunas personas o comunidades necesitadas, siempre inculcando el corazón de pastores y servidores de Dios en medio de la gente. Al padre Gustavo le agradecemos por su servicio en la formación de los futuros sacerdotes y lo encomendamos en la oración, para que Dios le siga dando fortaleza en su ministerio sacerdotal. Gracias padre Gustavo Isaza Escobar por su servicio.

Misión permanente

«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la humanidad” Mc 16,15. Son las Palabras de Nuestro Señor que nos dejan el legado del anuncio del Reino. Ahora bien, la Arquidiócesis de Cali ha emprendido su plan pastoral con esta consigna en la llamada misión permanente, que tuvo su inicio del 13 al 20 de noviembre de 2016, la cual es un envío personal y eclesial que hace Jesús a todos y a cada uno de los miembros de su Iglesia, para que animados con la fuerza del Espíritu Santo podamos salir a compartir el Evangelio, especialmente con los más alejados de una comunidad eclesial. Esta se realizó en las parroquias con la ayuda de laicos y sacerdotes y tiene como objetivo principal la “renovación de la comunidad eclesial en su conjunto, para que todos los bautizados, convertidos en discípulos misioneros sean capaces de dar testimonio de la Buena Noticia en nuestro mundo”.

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Gracias Padre José Guillermo Nuestra casa se siente muy agradecida por los casi 5 años de servicio del padre José Guillermo Henao en la formación, quien no solo aportó al seminario su servicio como sacerdote empeñado en formar pastores para el crecimiento de la Iglesia, sino que también brindó una gran ayuda como psicólogo desde el campo académico como docente y también como terapeuta en algunos casos. Recordamos del padre José Guillermo su alegría al dar las clases, su disciplina en ellas y también su constante preocupación por el bienestar de los seminaristas, también recordamos con gratitud su buen sentido del humor. El seminario le desea lo mejor al padre José Guillermo en esta nueva etapa como párroco del proyecto parroquial Nuestra Señora de la Reconciliación y le pide al buen Dios que siempre lo bendiga y que la Santísima Virgen María le acompañe.

Encuentro de la zona 5 OSCOL El pasado 16 de septiembre en la ciudad de Cartago se realizó el 5° Encuentro de seminarios del suroccidente colombiano. Evento que contó con la presencia de los seminaristas y formadores provenientes de las diócesis de Ipiales, Pasto, Palmira, Buga, Cartago, el vicariato apostólico de Guapi, la Arquidiócesis de Popayán y la Arquidiócesis de Cali con sus dos seminarios. Fue un encuentro que tuvo como telón de fondo el Año Jubilar de la Misericordia con la celebración en el santuario de Nuestra Señora de La Paz, patrona de la ciudad. A lo largo de este encuentro fraterno los seminarios tuvieron espacios culturales, deportivos y espirituales que pretenden unir más a los futuros pastores y darles una visión de comunión y cooperación eclesial.


Noticias Seminario Mayor Nuevos formadores

Rafael A. Rodríguez.

Diego A. Rivera

Marco A. Forero

Franco Cuero C.

Nuestro seminario se reviste de alegría y gozo por contar con cuatro nuevos formadores, quienes por medio de su experiencia de fe, conocimientos y de su testimonio de vida aportarán al proceso de formación de los futuros ministros de Dios, que responderán a las exigencias del mundo de hoy, a imagen de Jesús Buen Pastor. Damos la bienvenida a los padres Rafael Ángel Rodríguez Rincón, Diego Armando Rivera Hurtado, Marco Antonio Forero Reyes y Franco Cuero Candelo. El padre Rafael Ángel Rodríguez Rincón, antes de llegar a nuestra casa de formación, pastoreó a la comunidad parroquial de Nuestro Señor del Buen Consuelo, ubicada en el municipio de Yumbo, hizo sus estudios en el Seminario Mayor Arquidiocesano de Bucaramanga. Ordenado el 12 de septiembre de 1987. Ha realizado estudios de teología espiritual en la Gregoriana de Roma y un diplomado de mariología en el Marianum de Roma. El padre Diego Armando Rivera Hurtado, quien realizó su formación inicial en nuestro Seminario Mayor San Pedro Apóstol, fue ordenado sacerdote el 12 de febrero del 2012 al servicio de la Arquidiócesis de Cali y es el menor de los padres formadores. El padre Marco Antonio Forero Reyes de la Arquidiócesis de Tunja, quien pertenece a la sociedad de san Sulpicio, regresa a Colombia después de prestar su servicio como rector en el Seminario Mayor Arquidiocesano Nuestra Señora de Fátima de Brasilia. Y de la Diócesis de Buenaventura contamos con la presencia del padre Franco Cuero Candelo, quien tiene seis años de ejercicio sacerdotal y que en este momento se encuentra en nuestro seminario haciendo su experiencia como candidato a la compañía de san Sulpicio.

Parroquia personal penitenciaria El pasado Año Jubilar de la Misericordia, la Arquidiócesis de Cali inició el proyecto de la parroquia personal penitenciaria, que surgió por la necesidad urgente de apoyar el área de atención y tratamiento en las reclusiones que pertenecen a la jurisdicción de esta Iglesia particular.

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Este trabajo lo ha venido desarrollando la Pastoral Penitenciaria, a partir del mensaje de la Misericordia, que nos invita a realizar trabajos con el objetivo de crear ambientes favorables, que permitan que el interno se resocialice para que no reincida en sus actos delictivos. Dicha tarea no solo va dirigida a los internos condenados o sindicados, sino que está direccionada a todo el mundo carcelario.


Tres sacerdotes egresados de nuestro Seminario San Pedro Apóstol viajaron a Roma para seguir sus estudios

Johanny Núñez Q.

Dagoberto Cárdenas A.

Fredd A. Martínez

Los padres Johanny Núñez Quiceno, Dagoberto Cárdenas Artunduaga y Fredd Alexander Martínez Delgado, sacerdotes formados en nuestro Seminario Mayor Arquidiocesano San Pedro Apóstol de Cali, partieron el pasado 22 de agosto de 2016 rumbo a Roma donde vivirán los próximos tres años y perfeccionarán sus estudios en teología y en derecho canónico, respectivamente. En efecto, el padre Johanny, antiguo formador de nuestro seminario, se formará en teología moral en la Pontificia Universidad Gregoriana. Por su parte, el padre Fredd Alexander Martínez, hasta hace poco vicario de la parroquia La Ascensión del Señor, cursará en esta misma universidad teología dogmática. Dagoberto Cárdenas, hasta hace algunos meses párroco de la Iglesia Santa Cecilia, profundizará sus estudios en derecho canónico en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. El servicio de estos sacerdotes a la Iglesia que peregrina en Cali los llevó a ser elegidos por el arzobispo de nuestra ciudad, Darío de Jesús Monsalve Mejía, para continuar su formación sacerdotal. El objetivo es profundizar en los conocimientos teológicos y luego brindarlos a las comunidades de nuestra Iglesia caleña. Por lo tanto, como creyentes nuestro deber es acompañar a nuestros sacerdotes en la oración para que el Señor les conceda la gracia de sentirse honrados con la posibilidad de continuar su servicio pastoral y la ilusión de regresar en los próximos años con más conocimientos para fortalecer a las comunidades.

Remodelación de la biblioteca En nuestra casa de formación se ha realizado un proyecto que consiste en la ampliación de la biblioteca; que radica en la construcción de un segundo piso como bodega para los libros. Este proyecto inició debido a un problema en la planta física que se hallaba en el techo, y a la vez con el fin de optimizar el uso de la misma y facilitar el crecimiento intelectual que forma parte importante de nuestra formación como futuros pastores. En esta obra también se ha construido un salón amplio el cual está a la disposición para realizar reuniones de la misma casa; toda esta remodelación se dio gracias a contribuciones de la Arquidiócesis, frutos del bingo anual y la Revista del Semayor.

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