Lectio Divina Domingos de Pascua

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SEXTO DOMINGO DE PASCUA Juan 14,23-29: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Les he hablado de esto ahora que estoy a su lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien les enseñe todo y les vaya recordando todo lo que les he dicho. La paz les dejo, mi paz les doy; no se las doy yo como la da el mundo. Que no tiemble su corazón ni se acobarde. Me han oído decir: “Me voy y vuelvo a su lado”. Si me amaran, se alegrarían de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se los he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigan creyendo». 1. ¿Qué dice el texto? En primer lugar, es necesario situar este texto de hoy en el marco amplio de los capítulos 14 al 17 del evangelio de Juan, denominado discurso de despedida, debido a la forma y a los temas abordados. En el texto de hoy, Juan 14,23-29 se cierra una unidad temática que va de los versos 15 al 24 y se abre otra, de los versos 25 al 31. De ahí que el comienzo del texto de hoy sea la respuesta de Jesús, a la pregunta que le hizo Judas en el verso 22, en los siguientes términos: “Señor, ¿por qué te vas a manifestar sólo a nosotros y no al mundo?”. Aunque es curioso que Jesús no le responda a Judas utilizando el mismo verbo principal de su pregunta (manifestar), sino que prefiera hacerlo con la frase “vendremos (el Padre y yo) y haremos morada en él (creyente)”. Los seis versículos de este evangelio presentan cuatro temáticas: la promesa de Jesús de que él y el Padre harán morada en el que guarda su Palabra; la función pedagógica y recordatoria del Espíritu Santo; la paz que Jesús ofrece; y el anuncio del regreso al Padre. El primer tema aparece en los versos 23 y 24. Aquí Jesús reafirma lo dicho versos atrás (15 y 21), acerca de que la expresión del amor a él es la “guarda” (cumplimiento) de sus mandatos. Lo cual, a su vez, traerá como consecuencia que “el Padre y él harán morada en aquel”. Promesa que evoca un tema bien conocido en el Antiguo Testamento: Dios que habita en medio de su pueblo. Jesús desvela a los suyos algo que ellos jamás hubieran podido imaginar: el Padre y él morarán personalmente en ellos y ellos entrarán en la comunión de vida y amor divinos y compartirán la paz que proviene del Padre. Confesión trascendental por cuanto que les descubre a los suyos una situación caracterizada por la relación íntima entre ellos, el Padre y Jesús. El término Padre en referencia a Dios no se despega de los labios de Jesús: hasta cinco veces menciona el término en los pocos versículos de hoy. Jesús habla desde una estrecha unión con su Padre, dato que hace de Jesús un hombre único, que se sabía enviado por el Padre y, en cuanto tal, con la autoridad y la garantía necesarias para hablar como hablaba y decir lo que decía. Él era la voz autorizada del Invisible, aunque no por ello lejano y frío, sino cercano y familiar (Padre).


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