Disenando con las manos - Fundesarte

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ARTESANÍA, ARTE, DISEÑO: REFLEXIONES PREVIAS

En realidad un buen objeto, una buena imagen, ha de tener equilibrado su valor de signo y su valor de uso; y alejarse, como de la peste, de un valor de cambio desmesurado. Hemos de tener cosas humildes y funcionales; entendiendo por función también aquellos aspectos “comunicacionales”, que tienen que ver con la poesía y con la estética: alguien dijo que a veces lo más útil es una buena dosis de belleza (y otras veces lo es una cómoda silla). a) El valor de uso El objeto primitivo era, efectivamente, un objeto adecuado a una necesidad de uso, y a nada más. Y, por otro lado, lo que determinaba el grado de necesidad de un objeto no era ninguna ley exterior a la naturaleza, sino algo incluido y segregado por ella misma. A nadie se le habría ocurrido, en aquel momento, discurrir primero acerca de una necesidad, y pensar después acerca de cómo satisfacerla. Todo era mucho más sencillo: la naturaleza marcaba el ritmo de la contingencia, “frío”, “hambre”, “animales atacando”, y el hombre respondía –y ahí sí empezaba a discurrir, después de haber constatado o experimentado la necesidad- con los medios que le brindaba la propia naturaleza: “frío” ropaje, “hambre” alimentos, “animales at acando” guarida.

b) El valor de cambio Parece también demostrable que, por lo menos en el estadio fundacional de los objetos, éstos no tuvieron ningún valor de cambio. Cierto es que mucho antes de la fase inventiva con que se abre la edad moderna, las sociedades organizadas, a partir de los egipcios, los sumerios y los

acadios por lo menos, conocieron ya un sistema de intercambio de algunos objetos determinados, precisamente aquellos en los que permanece vivo todavía un evidente valor de cambio: las joyas, por ejemplo, o la plata entre los sumerios y los acadios. A nadie se le escapa que, el valor de cambio que pudieran haber tenido ciertos objetos o materiales en tales sociedades antiguas (y tal vez también en las que llamamos primitivas), culminó en un tipo de objeto muy peculiar; que hoy ya no nos parece “objeto”, que es la moneda; y ésta derivó en algo que nos parece ya una verdadera entelequia artificiosa, por no decir mágica: el capital, que es el elemento más abstracto de la economía moderna.

de identificación con su clase, localizan los anhelos de ascensión social, o hallan los signos externos imprescindibles para mantener y divulgar una imagen estatuaria determinada. Así, las posibilidades de los objetos van más allá de su utilidad y extrapolan su valor de uso a través de una excedencia simbólica (valor de cambio-signo) con la que vienen marcados generalmente desde su origen. 10

c) El valor de signo Tomamos este término de Jean Baudrillard, quien en su Crítica de la economía política del signo, estableció la diferencia y la dialéctica valor de uso/valor de signo, usando esos términos en este sentido: el valor de uso de un objeto equivaldría a su valor funcional, y el valor de signo –a veces denominado por Baudrillard valor de cambio-signo - sería aquel valor incorporado a un objeto, por el cual, dicho objeto pasa a tener un valor de significación (connotador de status, definidor de gusto, etc.) de un orden distinto del valor de uso, aunque no menos “funcional” que éste, como aquí opinamos. El valor de cambio-signo de los objetos, los dota de una connotación simbólica particular que nos permitiría levantar, con relativa exactitud, el mapa topográfico de la distribución de la riqueza y la estratigrafía social. El mundo de los objetos (...) es un mundo de pequeñas utilidades que responden, en general, a pequeñas necesidades, pero constituye además, por encima y más allá de la función-uso, un micro-cosmos simbólico, gracias al cual, los miembros de una sociedad encuentran las vías

10- Llovet, Jordi (1979). Idelogía y metodología del diseño. Barcelona: Gustavo Gili. Págs. 53 a 72.

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