Mas allá del Arco Iris

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235 El médico guardó un minuto de silencio, luego consoladoramente contestó, con la certeza que yo no escuchaba nada. -En el estado tan avanzado de la enfermedad, y con las drogas que disponemos, no le veo ninguna. La presión fue demasiado, no sé si me dormí, me desmayé, o simplemente la memoria se niega a devolverme esos tristes momentos, cuanto tiempo, no lo sé, pero creo fue toda una noche, solamente recobré algo de mi inconciencia, al escuchar la conocida voz de mi madre, cuando preguntaba al médico. - Dr. como puedo ayudarlo?. Imperativamente, contestó. -Señora, ya se lo dije ayer, y se lo repito ahora, es mejor que se vaya a su casa a preparar los funerales de su hijo. Vaya, hay respuestas que duelen y esa fue una de ellas, y como dolió, solo atinaba a decirme a mi mismo. Porque a mí? Después de lo que para mí no fue mas de unas horas de sueño, pero que realidad marcó creo que mas de dos días de inconsciencia, mas de cinco litros de sangre aplicados, y cantidades industriales de anticoagulantes, y otras drogas, recobré la conciencia, sin tener una exacta idea de lo que había pasado. Al abrir los ojos, un dantesco escenario, era testigo de mi amargo despertar, caras demacradas con ojos sin vida, miradas vacías perdidas en la nada, andares lentos sin destino alguno, lastimeros lamentos que no producen eco, cuerpos derrotados que no tenían alma, todos esos seres vagaban incrustados en esqueléticas figuras, en medio de descuidadas camas desparramadas en una sala mas o menos grande, estaba en el quinto piso del hospital general, en la sala de desahuciados de esta fatídica enfermedad. El averno no podía ser peor, estábamos en la época invernal cuando ese frío serrano, cala los huesos, y los que estaban en sus camas, se tapaban para aliviar el invierno,


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