DIARIO DEL MISTERIO n16

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corbata, olvidó su sombrero y sus vaqueros, y lo vimos llamando por teléfono móvil y ajetreado; por resumir, haciendo de ministro. Su papel había cambiado, pero el suspense seguía. Ahora, misteriosamente, Hawass mostraba el interior del Museo de El Cairo como si nada grave hubiera pasado. Las imágenes ya ni siquiera encontraban vitrinas rotas, ahora se limitaba a que las cámaras captaran su magnetismo ante la prensa, dejaba a los periodistas que tomaran sus fotos y se presentaba al mundo agradablemente sonriente. Entonces hizo una serie de declaraciones que también colgó en su web, que las hizo públicas a diestro y siniestro (como buen maestro de la propaganda), afirmando que todos los daños sufridos por las piezas podían ser reparados en breve, que eran, además, daños leves y, por supuesto, que afortunadamente lo importante era que nada había sido robado. El tono de lo terrible se relajó tanto que las momias rotas pasaron a ser muestras de laboratorio y, como publicó Jacinto Antón en El País, “momias de segunda”. ¿Dónde quedaba el terror del principio?. Todo se había disipado con Hawass al mando, todo estaba en orden y aquellos hombres vestidos como en las películas de espías y armados hasta los dientes nos proporcionaban todavía más confort. Hawass en alguno de aquellos eufóricos momento llegó a afirmar:>. Pero las tensión tomó relieve cuando una voz femenina se alzó y empezó a dar una versión de los ocurrido que no encajaba con la película de suspense protagonizada por Hawass. Se trataba de Wafaa El-Saddik, la que era la directora del Museo de El Cairo cuando estaban ocurriendo todos estos hechos. Ella declaró cosas que elevaban el dramatismo y que realmente hacían temblar de espanto: afirmó que habían sido la policía y los guardianes del museo quienes lo había asaltado. Esto daba un giro tremendo al escenario de Hawass

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pues, significaba, que los malos no eran unos vándalos escapados de una prisión; los malos fueron, según palabras de Wafaa: “nuestra gente”. Las palabras de Wafaa El-Saddik no solo desmentían a Hawass, también añadían a esta película un aspecto siniestro del Servicio de Antigüedades, mostrando un marco deplorable y corrompido, incapaz de cumplir con su deber, mal pagado, enfadado, y, además, sin escrúpulo alguno. Como un huracán, desde su web, Hawass respondió airado a Wafaa y arremetió también contra el ICOM, y, sobre todo, defendió su papel, su sistema. Y entre lo más amable, a la que había sido la directora del Museo de El Cairo, Hawass le dijo que era una mujer que no era ni capaz de llamar por teléfono. Una incapaz, por resumir. En fin, esa fue la explicación de Hawass, en la línea de película terrible de Serie B. Pero la tensión del suspense se torna todavía más inquietante cuando descubrimos que, sorprendentemente, todas estas declaraciones Wafaa las realizada desde Alemania: ¿porqué se habría ido de Egipto abandonando su cargo de directora del Museo de El Cairo?, ¿qué había impulsado a Wafaa a abandonar uno de los más preciadas cargos de la egiptología a nivel mundial?. El suspense parecía haber alcanzado su cenit. Pero cuando todos estos interrogantes estaban en la mesa, cuando las imágenes de los hombres de película de espías ya empezaban a desdibujarse en la memoria, cuando ya empezamos a convencernos de lo sesgado que era todo, de lo raro que era todo… Entonces, horas después de la dimisión de Mubarak, en el mundo egiptológico cae una bomba: Hawass declara que la noche del 28 al 29 de enero, los vándalos también fueron ladrones y se habían llevado piezas. La descripción fue superficial y sesgada, como sigue siéndolo a día de hoy, pero entre las cosas desaparecidas estaba claro que había

algunas de las piezas más magníficas del Museo de El Cairo. No es de sorprender en un museo donde, en su mayor parte, lo que se exponen son ciertamente piezas magníficas. Y Hawass reconoce que existió robo mirando a la cámara, y lo escribe en su web, y alguien en Egipto, semanas después del robo, avisó a la UNESCO, que, a su vez, hizo un llamamiento de alerta a tomar medidas como que los compradores se aseguren del origen de las antigüedades egipcias que se pongan en venta. La contribución de la UNESCO a esta película de suspense es casi insignificante, pero le pone una guinda de internacionalización al asunto que no deja de ser, de por si, otra película de suspense. Pero esa, desgraciadamente, no es realmente otra película; esa, la del mercado de antigüedades, sí que es de auténtico terror. El New York Times publicaba el 14 de febrero que los motivos de Hawass eran impedir decir algo que hubiera podido ser catastrófico para la legitimidad del régimen. ¿Y lo catastrófica que podría ser la mentira para las antigüedades?. Pero esa verdad, la del robo, aunque conmocionante, no resultó sorprendente. Además tuvo un singular efecto: le restó cierto suspense a la película, pues la verdad, en un momento así, rompe el ritmo. Un pena. Pero pronto Hawass comprendió que la acción trepidante tenía que volver, y dijo que no había denunciado lo ocurrido en el museo por estar convencido de que los objetos robados serían encontrados pronto. Resulta un convencimiento un poco raro, ¿no?. Y luego dice que lo que pasó es que alguien del personal del museo le informó mal. Resumiendo, a día de hoy, a estas horas, Hawass dice que de sus mentiras en relación al robo, la culpa la tiene otro. Eso lo dice hoy, insisto, ahora, sobre lo que diga mañana el suspense continúa. Casualmente desde entonces la

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película de suspense de Serie B se transforma en Ciencia Ficción. Es increíble, es alucinante, pero como impulsadas por alguna magia paranormal algunas de las piezas robadas del museo empiezan a aparecer: en una papelera, en la basura, debajo de una vitrina del propio museo un més depués de su desaparición, en la histórica plaza de Taharir, en el jardín del museo... Hawass, Hawass… Para ser un genio del suspense antes tendrías que haber sido un buen guionista. Más que genio del suspense pareces el genio de la lámpara maravillosa, que se frota y frota y van saliendo deseos, historias, piezas, mentiras, contradicciones. Tu guión en esta mala película ha sido la manipulación, el engaño y creer a ciencia cierta que todo el mundo es tonto menos tu. Tu guión ha sido poner en peligro el patrimonio arqueológico de tu país. Tu guión es impresentable. Eres un maestro de la magia y la magia puede hacer auténticas maravillas, pero ni el más poderoso prodigio borrará lo hecho estos días. Ni la más poderosa magia podrá conseguir que tengas mi respeto, lo que por supuesto te debe importar muy poco, casi tan poco como a ti mismo te importa tu honestidad, tu integridad, tu dignidad y las antigüedades de tu Egipto. Vete a otro sitio a rodar películas y a contar cuentos. El patrimonio de tu país es una cosa muy seria, no es sano utilizarlo como lo has hecho. No es científico. No es lícito. No es decente. Deja las películas para las ficciones, para Indiana Jones, para las tramas del suspense de Hollywood. No queremos más suspense. Más contradicciones. Más mentiras. Ya es suficiente.


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