299693372 me cuesta tanto olvidarte mariela michelena

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nosotros insistamos en llevarla a cuestas. Quienes lo miran desde fuera se horrorizan, porque nosotros, como Gana, seguimos haciendo nuestra vida con naturalidad, ajenos a la muerte, inmunes a la ausencia. Abstraídos, sin aceptar que lo que llevamos a la espalda no es una cría, no es un bebé, no es una pareja, sino el cadáver de una cría, el cadáver de una relación. Quienes se dedican al estudio del comportamiento animal aseguran que la actitud de Gana forma parte del duelo de la gorila por la cría muerta y de los ritos fúnebres que siguen a la pérdida de un miembro del clan. Lo cierto es que, en algún momento, Gana tendrá que desprenderse del cadáver de su bebé, renunciar a él y llorarlo en ausencia, como nosotros tendremos que rendirnos a la evidencia de que la relación ha terminado, de que falta un peluche en nuestra cama y hay un agujero. Entonces podremos organizar nuestro pequeño funeral mental para despedirla y enterrarla. Puede que Gana pensara que, mientras ella no la diera por muerta, quedaba una esperanza, y que darla por muerta era lo mismo que matarla. A veces pensamos, como Gana, que la vida y la muerte están en nuestra mano, como las rupturas y las reconciliaciones. En esos casos, nos parece que si nos permitimos aceptar la muerte del difunto y seguir con nuestra vida, somos nosotros quienes le estamos matando. O si reconocemos el final de la relación, somos nosotros quienes le estamos negando una última oportunidad. Lo cierto es que para cerrar un duelo es preciso que matemos al muerto y que demos por terminada la relación. Matar al muerto Como al caballo blanco que le solté la rienda, a ti también te suelto y te me vas ahorita. TE SOLTÉ LA RIENDA ¿Qué son las «almas en pena» sino esos muertos que no han terminado de morirse porque algún vivo no los deja partir? ¿Qué es el purgatorio sino ese lugar intermedio entre la vida y la muerte? ¿Qué es el limbo? La muerte, las separaciones, son algo que ocurre entre dos. Hay uno que se muere y otro que confirma su muerte, que se despide y le da permiso a irse para siempre. No es suficiente con que el muerto se muera. Para retomar la vida sin él, con todo lo que supone la ausencia de un ser querido, es preciso que quienes continuamos en esta aventura de vivir le concedamos al muerto su derecho a descansar tranquilo y a estar muerto. Cuando dos se separan, generalmente, hay uno que se va y otro que acata la separación y deja partir al ser amado. Por mucho que nos duela, por mucho que un pedazo de nuestra vida se vaya con él, por mucho que nos haya partido en dos el corazón, por muy injusto que nos parezca, en algún momento tenemos que «soltar la rienda» y dejarle partir,


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