CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA VIVIENDA

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24 Recogido por Perla Sefaty-Garzon, op. cit.

estética academicista o modernista) de la que se es depositario y se debe ser transmisor para que todo se mantenga estable. A mayor complejidad ornamental, mayor imbricación con ese rancio abolengo. Tras la Primera Guerra mundial entra en escena el racionalismo, dispuesto a partir de cero y acabar tanto con esa iconografía burguesa como con el concepto de vivienda como amalgama de símbolos tradicionales. La escuela Bauhaus es el paradigma de esa nueva visión: prevalencia de la funcionalidad, eliminación de todo ornamento, minimalismo en el número de elementos, uso de colores planos sin estampados, etc. La vivienda racionalista se convierte en “máquina para habitar” en un intento de desacralizar el entorno, de desencantarlo a la manera weberiana para buscar una pureza accesible a todas las clases sociales. Pero la vida en una tabula rasa de significantes puede ser harto difícil a no ser que esa misma austeridad sea un símbolo en sí misma (como les sucedería por ejemplo a los torturados protagonistas de las obras de Dreyer). Por ejemplo, los obreros que vivían en los pabellones de Le Corbusier en Pessac24 no dudaron en modificar las construcciones hasta adaptarlas a sus necesidades simbólicas, de relación; o, eso sí, mucho más tarde, los ocupantes del edificio Nemausus de Jean Nouvel en Nimes, personalizaron su interior alejándolo de la modernidad de su aspecto exterior. Este modelo, creado para destronar el hegemónico burgués donde todos y cada uno de los elementos de la vivienda eran del todo significativos del estatus personal, acabó imperando en la arquitectura occidental una vez que sus popes se establecen en Estados Unidos y se difunde a escala mundial el llamado “Estilo

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