FEDDmagazine#03

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LOS EMBALAJES DE MUNICIÓN: Su transformación en objetos prácticos y mobiliario de las Masías en “La Batalla del Ebro”. Al finalizar la Guerra Civil Española, todas las zonas en que se combatió quedaron llenas de los restos de los enfrentamientos armados que allí acontecieron. De todos es sabido que la recogida de chatarra fue un negocio boyante, hasta casi mediados de la década de los 50, pero también hubo otros elementos que contribuyeron a hacer más llevadera la dura posguerra. Toda la impedimenta que necesitaba un ejército era trasladada debidamente embalada, sobre todo la munición, y a estos elementos me referiré en este artículo. Se utilizaban básicamente dos materiales para las cajas; el metal y la madera. En mi zona, al combatirse en pleno verano, se conservaron perfectamente las cajas de madera, ya que en otros frentes se utilizaban como combustible en los meses fríos, en ellas venían desde los cartuchos de fusiles y ametralladoras hasta espoletas de mortero, granadas de mano, vainas y proyectiles de artillería, y también comida, como no; cajas de latas de sardinas, de leche condensada, chocolate, etc. Y las cajas de metal, aunque utilizadas en menor proporción que las de madera, se destinaban a fundas de máscara antigás, municiones de ametralladora y fusil, y espoletas para proyectiles varios. Todo este material, al terminar la guerra quedó esparcido por los campos y montes, y los agricultores de la zona, rápidamente supie-

ron sacarle provecho, así pues, con las cajas de metal de los peines de fusil ametrallador ruso, hicieron unos perfectos ponedores para las gallinas. Las cajas metálicas donde iban las máscaras antigás, fueron unos perfectos recipientes para guardar las piedras de carburo que utilizaban para encender los candiles. Las granadas de mano “Oto”, italianas, eran ideales para guardar dentro de ellas un tintero, y así se tornaba irrompible, con las otras granadas italianas “Roma” tenían la capacidad perfecta para guardar un huevo intacto hasta su consumo, las granadas “b.3” de huevo, se transformaron en prácticas y herméticas tabaqueras, y los cascos se convirtieron en recipientes para dar de comer y beber a los animales domésticos. Con las cajas de municiones para “Máuser” se hicieron habitáculos para los hurones, con las “Italianas” al llevar dos buenos enganches metálicos, eran baúles para guardar objetos delicados, las cajas metálicas de cintas de ametralladora, resultaron inmejorables cajas de herramientas.

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Los cajones de comida (latas, chocolate, coñac, etc.) se convirtieron en armarios colgándose en la pared, y con las latas grandes de caballa o de jamón de york, se construían prácticas cantimploras. En fin, economía de subsistencia, y que gracias a que se conservaron año tras años en las Masías de la zona, han llegado intactas a nuestro poder.

44 Revista D&M · Mayo/Junio - 2011 - Edición núm. 24 · [Páginas 42·43]

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