Aquellas Muertes

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Indígenas y Catequistas de Neiva (Octubre 23 de 1987)

Tras dos días de angustiosa e intensa búsqueda, los indígenas encuentran los cuerpos destrozados y descompuestos al medio día del domingo 25. Los conducen hacia Neiva donde llegan al anochecer. El grado de descomposición de aquellos cuerpos no permite siquiera una ceremonia exequial. Rápidamente se organiza una marcha hacia el cementerio, hacia las 9 de la noche. Un millar de personas se congrega para expresar agitados sentimientos de protesta y de dolor, de gratitud y de solidaridad, de indignación y de nostalgia. Según el acta de una precipitada y negligente necropsia, Nevardo había sido asesinado con dos disparos en la región temporal izquierda de su cabeza. En la difícil exhumación de sus restos, se comprobaría que su cráneo había sido destrozado con objetos cortocontundentes. La Procuraduría dejaría constancia, además, de que aquellos cuerpos habían sido rociados con ácido, como forma de tortura. Nevardo había concluido así la aventura de su compromiso “con esos locos ideales”. Había querido hacerse constructor del Reino en un medio empobrecido y había pagado generosamente el precio que le fue demandado. Cómo no recordar aquella página que había escrito un día en sus tiempos de la universidad, haciendo una reflexión sobre su cuerpo: “Me pregunto: ¿qué será de mí cuerpo? Así como ha soportado tantas cosas, ¿qué otras cosas tendrá que soportar? Considero que es muy fuerte, no por su forma atlética, sino porque en circunstancias adversas no se ha doblegado y ha dado mucho más de lo que esperaba de él. Pero bueno, al pensar en tantos cuerpos humanos mutilados, masacrados, asesinados, explotados por nuestro sistema, ¿qué pasará? Tal vez uno de esos cuerpos sea el mío en el futuro. No lo sé. Hay tanta violencia que de pronto ni mi cuerpo pueda escapar a ella. Sólo el tiempo dará la respuesta. Lo único que espero es poder asumirlo lo mejor posible”. Cómo no recordar también aquella pequeña nota que escribió en su libreta, en 1984, cuando asistía a la convivencia de aspirantes franciscanos: Francisco, Señor: déjame sentir tus sufrimientos. Que yo pueda compartir tu dolor si me crees digno. Cuántos versículos del Evangelio se agolpan en la mente y en el corazón para sugerimos profundas reflexiones junto a este sepulcro: - “No he venido a traer la paz sino la espada...” (Lc 10,34) - “No teman a los que masacran el cuerpo, pero no pueden doblegar el alma” (Lc 10,28) - “No es el discípulo mayor que su maestro; si me persiguieron a mi, también los 153


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