De la Urbe 100

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20 Trabajo de grado

Daniela Sánchez Romero daniela.sanchezr@udea.edu.co

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o siento que el beat se me mete por el cuerpo y me hace mover la cabeza. Escuchar y bailar reguetón me hace pensar en la época del colegio, en las farras del barrio y en las fiestas de quinces. Mi generación no tenía escapatoria. Éramos muchachas de 14 años asistiendo a los interminables días de la antioqueñidad o metidas en la piscina de olas de Ditaires, y al frente nuestro había una tarima con un muchacho de nuestra edad, desgarbado, que nos hacían corear: “Farandule-e-era, quiere conmigo pasar la noche entera”. Un par de años después, cuando nosotras cursábamos los años finales del colegio, ese pelado y otros tantos ya estaban en los primeros lugares de la radio, protagonizaban comerciales de electrodomésticos y motos en televisión, tenían sus primeros conciertos en Estados Unidos y Europa, y estaban por conquistar las listas y los festivales icónicos de música. A mí desde entonces me picó el bicho de la intriga por los beats, el ritmo, el autotune y los efectos que usaban en su música. Por allá en 2015, antes de elegir el periodismo, estudié una tecnología en Informática Musical, un programa del Instituto Tecnológico Metropolitano de Medellín para la formación de productores musicales. En esos años una imagen se me hizo común: parceros que estudiaban conmigo y que producían rock, empezaron a buscar plugins para hacer reguetón. Cuando los cuestionaba, me respondían como J Balvin: “El reguetón es el negocio, socia”. Latigazo de Daddy Yankee fue la primera canción de reguetón que sonó en una emisora de Medellín. Era 2002 y el Gurú del Sabor y Semáforo, en ese entonces DJ de la emisora Rumba Stereo, recorrieron el centro buscando música nueva en cedés piratas. Y ahí estaba ese ritmo potente y ese coro pegajoso que decía: “¡Castígala! Dale un latigazo, ella se está buscando el fuetazo”. No dudaron en programar el tema. Un año más tarde, en marzo de 2003, Daddy Yankee se presentó por primera vez en Medellín.

Aunque Latigazo es un referente para los primeros que escuchamos reguetón en Colombia, el género nació en Puerto Rico a principios de los noventa. Algunos dicen que es hijo del raggamuffing, un ritmo derivado del dancehall que a su vez es derivado del reggae y que utiliza instrumentos electrónicos. Otros dicen que es una transformación del reggae panameño. De hecho, dicen que se llama reguetón porque es “un reggae grande”. El reguetón tiene bases rítmicas en percusión muy definidas y acentuadas: un bombo y un hit-hat (platillos) que marcan los tiempos fuertes en un compás de 4/4 con un registro grave y uno agudo, respectivamente; y una caja que marca los contratiempos de estos golpes fuertes. Los golpes fuertes son los que nos hacen mover la cabeza y la cadera. A toda esta composición rítmica se le llama dembow, un ritmo a contratiempo, infaltable en las canciones, que puede variar en su tempo, en su sonoridad, pero no en su base tiempo-contratiempo, tanto así que es muy común el uso de samples de otras canciones o la descarga de un audio con el ritmo ya hecho. Entre 2004 y 2005 éxitos como Amor de colegio de Héctor & Tito, Métele sazón de Tego Calderón o Gasolina de Daddy Yankee retumbaban en los barrios populares de Medellín. La radio y los DJ ocuparon un papel muy importante en este proceso de difusión no solo programando canciones sino lanzando nuevos cantantes y llevándolos a los colegios. “El género cogió mucha fuerza en la calle. Hubo mucho consumo de piratería y esto se dio con el apogeo del internet. Muchos artistas empezaron a viajar de Puerto Rico a Medellín”, recuerda Semáforo. En los rincones de las fiestas los muchachos se dedicaban “Baila morena, baila morena. Perreo pa’ los nenes, perreo pa’ las nenas”, y cantaban a gritos “yo quiero la combi completa: chocha, culo, teta”. Alexander DJ es productor de reguetón y fue una de las primeras personas que trabajó con artistas como J Balvin y Golpe a Golpe. Recuerda que esos primeros años fueron muy polémicos porque el reguetón había nacido en la calle y le cantaba a la gente de la calle, al

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No. 100 Medellín, octubre de 2020

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