NIram Art Nº. 17-18

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- No, no quiero superar a nadie; soy el único de mi especie. - Eres desmesuradamente orgulloso, Meneghis, eres semejante a Lucifer. - No, soy desmesuradamente solo. - Dios castigas la presunción y la soledad; ten cuidado, amado amigo. No respondiste. Lánzate una última mirada al mar que bramaba, recorriste largamente con la mirada la ciudad aún dormida, cantaron los primeros gallos. Te levantaste: - Partamos, ya amanece. Me tomaste nuevamente del brazo, nos pusimos en camino. Tu murmurabas, tus labios se movían, sin dudada querías decir algo y vacilabas. Al fin, no has podido contenerte. - Voy a decirte algo grave, pequeño Meneghis, perdóname; achácalo a mi embriaguez. Me reí: - Hermosa ocasión de decir ahora que estás ebrio lo que no te atreves a expresar cuando estás en tus cabales. No eres tú quien habla, es el vino de Malvasía. ¿Y bien?

que dormí en Toledo, en que olisqueaste que un cretense estaba cerca de ti- y te levantaste de la tumba y tomaste la forma de un sueño para venir a encontrarme? ¿El lapso de un relámpago o tres siglos? ¿Quién podría, en el clima del amor, distinguir un relámpago de la eternidad? Ha pasado una vida desde entonces: los cabellos negros se han blanqueado, las sienes se han hundido, los ojos han perdido su brillo. ¿Ha rechinado el arca entre las manos de Dios? ¿Entre las manos del demonio? Nunca pude distinguirlo. - Pero yo era feliz de sentir que una fuerza mucho más grande que la mía, mucho más pura, me armaba de una flecha y tiraba. Todos los pedazos de madera son pedazos de la verdadera Cruz, porque con cada uno de ellos puede hacerse una cruz; asimismo todos los cuerpos son santos, porque de cada cuerpo puede hacerse un arco entre manos implacables, insaciables. ¡Cuántas veces estas manos invisibles lo han tendido, tendido con todas sus fuerzas, cuántas veces lo sentido crujir, a punto de romperse! ¡Que se rompa! gritaba yo. Tú, abuelo, me habías ordenado elegir y yo había elegido. Y ahora el crepúsculo humea sobre las colinas, las sombras se han alargado, el aire se ha llenado de muertos. La batalla cesa. ¿Ha triunfado? ¿Estoy vencido? Sólo sé una cosa: estoy cubierto de heridas y me sostengo de pie.

Tu voz resonó en la mañana pálida, muy grave, afligida: - Una noche pregunté a Dios: -Señor, ¿cuándo perdonarás a Lucifer? - Cuando él me perdone, me respondió. ¿Has comprendido, compañerito? Si un día te preguntan cuál es las más grande colaborador de Dios, responderías: Lucifer. Si te preguntaras cuál es el Hijo Pródigo, para quién su padre mata el ternero cebado, al recibirlo con los brazos abiertos, responde: Lucifer. "Yo te revelo mis secretos más ocultos, para que sepas. Si no tengo tiempo, si no soy capaz de realizar todo lo que tengo en la mente, tú debes continuar mi lucha. Continúala y no tengas miedo; y no olvides nunca el precepto feroz que el cretense da al cretense: "¡Entrega tu juventud y no la escatimes!" "Esto es lo que se llama ser un hombre, esto es el valor y el deseo sumo de la llama sagrada. "¿Me das tu palabra? ¿Eres bastante fuerte? ¿No desfallecerás? ¿No mirarás atrás, no dirás: que bueno es le bienestar, y los brazos de la mujer, y la gloria? "¿Por qué no respondes?" - Pesado mandamiento me das, Meneghis. ¿No puedes suavizar un poco la tarea del hombre? - Es posible, pero no para ti, ni para mí. Hay tres clases de almas, tres clases de plegarias: "Soy un arco entre tus manos, Señor; tiéndeme para que no me pudra. " No me tiendas demasiado, Señor; me romperé. "Tiéndeme lo que tú quieras, Señor. y si me rompo tanto peor. "Elige." Me desperté. Las campanas de Santo Tomé en la vecindad sonaban a maitines; resonaron gritos en la calle, taconeos de mujer crujieron en el pavimento, un gallo en el patio cantó con voz roncas: Toledo se despertaba. El sueño permanecía pendiente ante mis párpados y aún oía la última palabra, implacable, que me había llenado de terror y me había sacado brutalmente del sueño: "¿Elige!" Abuelo amado, ¿cuánto tiempo ha pasado desde aquella noche en

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Estoy cubierto de heridas, todas recibidas de frente. Hice lo que pude, abuelo, y como me lo habías ordenado, más de lo que pude, para no deshonrarte. Ahora que la batalla ha llegado a tu lado, a fin de que esperemos juntos el Juicio Final. Beso tu mano, beso tu hombro derecho, beso tu hombro izquierdo, abuelo, gracias por haberme recibido.


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