Neovampiro

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13 Al pasar la primera hora, Eloísa supo que Nazareno no vendría, ni ese día ni nunca más. Su esposo jamás podría comprender lo que significaba el joven para ella. Era tanta la falta de comunicación que, a sus espaldas, había pedido al doctor Zigman que armaran una hija para tratar de alimentar el matrimonio; Juana, se llamaría; tendría un trabajo seguro y discreto, una vida plácida y sin sobresaltos, segura y larga. Apenas conocería a sus padres. Era una perfecta víctima. Hay vidas que no vale la pena hacer durar. Era lo suficientemente sabia como para saber que su amado chico la echaría de menos únicamente por la música. Universallia conocía esa dependencia y por eso sólo sus sacerdotes tenían acceso a ella. Puso uno de esos sonidos en el aparato y cerró los ojos. Nazareno le había dado mucho. Tanto que ahora se sentía hueca. Lo cual era terrible, más a su edad. Sentía sus venas vacías sin vida, sin sangre. En ese momento entró su esposo, y ella pensó que quizás la única solución sería buscar la vida en él. Vivir a través de su sangre. Tratar de buscar en Gerard lo que Nazareno le había sacado. Y sólo conocía una forma de hacerlo. Tenía que recuperar el amor de su esposo. Pero no ese sentimiento servil de entrega; quería la dependencia. Ella había estado tan distraída en su mundo que no tenía clara magnitud del sentimiento del reverendo. Podía haber pasado los últimos años al lado de alguien que la quería y que era capaz de hacer todo por ella, pero algo, un razonamiento muy enfermo, le


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