poesía reunida

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acompañarme a ir en busca de uno si así yo lo requería y volvió a mencionar lo de las cabañas junto al lago. En algún momento de la noche habló largamente de drogas. Me dijo que en Bolivia la merca era pura, ―purísima‖ puntualizó y que con un saque bastaba para quedar duro ―durísimo‖, subrayó. Yo sentí un hormigueo en la nariz. Me dijo que marihuana había mucha y muy barata. No me atreví a preguntarle si pensaba ir de compras a Bolivia. Me contó que su ex novia, la profesora, había encontrado en Bolivia una piedra muy rara en un pueblito apartado y que esa piedra había sido puesta ahí por los Incas hacía miles de años y marcaba un punto energético del planeta. Me contó que ella, una noche, probablemente drogada hasta el culo, caminó hasta la piedra, se desvistió ahí y restregó largamente su clítoris contra aquellas asperezas milenarias. Según lo que ella le contó después, había experimentado una suerte de orgasmo cósmico. Le dije que a mí me bastaba con que cierta parte de su cuerpo estuviera dura como una piedra para tener orgasmos cósmicos. Se rió. Le dije que según lo precaria que pudiera llegar a ser mi situación física, económica o síquica, en Bolivia, me podían venir comportamientos tanto o más extraños que los de la profesora. Él me dijo que no importaba porque cuando eso sucediera me la chuparía tan rico que me olvidaría de todo. Cosa que me causó cierta gracia porque la verdad es que a mí no me cuesta mucho ―olvidarme de todo‖ incluso de las cosas importantes sobre todo desde hace unos años a partir del consumo masivo de marihuana. Ahora bien, no niego que el tratamiento sugerido me pareció de lo más delicioso. 6

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