DATAMEX 45

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Análisis de coyuntura mensual sobre México

Liébano Sáenz Samuel Aguilar Solís Luis Enrique Mercado José Ramón López Rubí Rogelio Madrueño Marcos Marín Amezcua Víctor Alejandro Espinoza Juan-Pablo Calderón Patiño Armando Román Zozaya Ernesto Hernández Norzagaray ISSN: ISSN: 1135-8130 1135-8130

Datamex No. 45. junio 2019

D45 ÍNDICE

Directora General FOM Lucía Sala

Director IUIOG

001 Liébano Sáenz

Ganar terreno a la incertidumbre

002 Samuel Aguilar Solís Nuestra democracia

003 Luis Enrique Mercado

Prepárese para la recesión que viene

004 José Ramón López Rubí Puebla 2019 ¿Elecciones de Estado?

Madrueño 005 Rogelio Austeridad 006 Marcos Marín Amezcua La pésima negociación del T-MEC

007 Víctor Alejandro Espinoza ¿Había alternativa?

008 Juan-Pablo Calderón Patiño ¿Sólo aranceles?

Román Zozaya 009 Armando Con el PRI, México siempre fiel 010 Ernesto Hernández Norzagaray La semiótica del poder

Datamex No. 45. junio 2019

Antonio López Vega

Director CESMUE José Francisco Parra

Coordinadora Institucional CESMUE Luisa Treviño Huerta

Consejo Editorial

José Varela Ortega, Jorge Olvera García, César Astudillo Reyes, Jannet Valero Vilchis, Antonio López Vega, Luis Castro Obregón, Dmitri Fujii, Carlos Camacho Gaos, Arnulfo Valdivia Machuca, Santiago Portilla, Víctor Alejandro Espinoza Valle, José Retana, Iván Álvarez Olivas

Coordinación Editorial

Janeth González, Ivonne Grostieta, Nidia Muñoz, Ingrid Negrete, José Francisco Parra, María Magdalena Sánchez, Haydée Vázquez

CESMUE Centro de Estudios de México en la Unión Europea Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón Fortuny 53, 28010 Madrid, España.

Tel +34 917004138 / 68, Fax +34 917003530. cesmue@fogm.es datamex@fogm.es

IUIOG MX Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, Capítulo México Av. Chapultepec 480, Piso 1, Roma Norte, Ciudad de México, Tel +5255 72598611 y +5255 72598608. ortegaygassetmx@fogm.es

D45

PRESENTACIÓN

J

unio, mes meridional del año y ejemplar 45 de Datamex, los temas de nuestra revista se enfocan a la confianza y la calidad de vida económica y social que nos está ofreciendo el gobierno en turno de López Obrador.

Nuestros escritores esbozan que, en el campo de la económía, las cifras no son alentadoras; ya que se ven involucrados los distintos recortes presupuestales que se han aplicado y que repercuten en la percepción y confianza en la democracia como modelo de convivencia y legitimidad del Estado. Empero, el tema coyuntural latente es la migración.

“Ganar terreno a la incertidumbre”, de Liébano Sáenz, hace hincapié en la necesidad de construir confianza en el ámbito económico y social de nuestro país; además, asocia este tema al reconocimiento y aprobación del gobierno.

Samuel Aguilar Solis, en “Nuestra democracia”, pauta una serie de señales que se presentan en el acontecer de nuestro país, de cuyos resultados se han formulado diversas amenazas al sistema de vida, lo que repercute en la calidad de los derechos que se ofrecen a los mexicanos.

Por su parte, Luis Enrique Mercado en “Prepárese para la recesión que viene”, recapitula sobre el escazo crecimiento económico del país y de la posibilidad de una recesión en el segundo trimestre del año.

En otros temas, José Ramón López Rubí nos ofrece la primera parte de su artículo “Puebla 2019 ¿Elecciones de Estado?”, en el que debate sobre la legitimidad (que no legalidad) en unas elecciones donde la participación ciudadana no se corresponde precisamenre de lo ocurrido en el conteo final de votos.

En “Austeridad”, Rogelio Madrueño enfatiza a fondo sobre el tipo de contención en el gasto que está impulsando el gobierno, y de cómo es que no ha obtenido el resultado esperado debido a problemas de ejecución. Nos menciona que son varios los factores, incluidos varios puntos que dejó la administración pasada.

Por su parte, Marcos Marín en “La pésima negociación del T-MEC”, pone el dedo en el renglón respecto a los intereses diferenciados entre los países miembros, así es como explica el posicionamiento de nuestro vecino del norte que vincula el tema de los aranceles con la migración; cuando deberían estar por separados de acuerdo al nuevo T-MEC. Así, siguiendo con el tema migratorio y comercial, Víctor Alejandro Espinoza y Juan Pablo Calderón Patiño, señalan a groso modo que las relaciones entre México y Estados Unidos históricamente han sido asimétricas en cuanto a cuestiones económicas y políticas; sin embargo, hoy en día, el panorama es aún más complejo ya que se mezclan relaciones comerciales y migratorias con la violencia, la inseguridad y el narcotráfico.

Armando Román Zozaya en su artículo “Con el PRI, México siempre fiel” fórmula la hipótesis de que Andrés Manuel López Obrador es la mejor versión del PRI en su época de oro.

Por último, Ernesto Hernández Norzagaray en “La semiótica del poder”, señala que el discurso de López Obrador no solo es un balance de sus siete meses de gobierno, sino un refrendo de personajes y símbolos históricos que han estado presentes el imaginario mexicano.

De esta manera, el lector tiene en sus manos la opinión de nuestros colaboradores para que cada uno se forje sus opiniones e ideas. Los invitamos a su lectura.

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Ganar terreno a la incertidumbre Liébano Sáenz

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U

no de los desafíos de toda autoridad nacional es generar confianza a manera de promover la participación social y en el ámbito de la economía propiciar la creación de negocios y la inversión privada. Un país con una actitud positiva u optimista puede lograr mucho más que uno postrado en el escepticismo sobre el presente y futuro. La confianza es una muy compleja construcción, difícil de ganar y fácil de perder. Más aún, la confianza no puede estar segmentada o concentrada, se requiere que recorra a todo el espectro social y regional.

Previo a la elección del año pasado, el país padecía un ánimo social que variaba entre la desconfianza y el descontento. Solo uno de 10 mexicanos se asumía satisfecho y optimista. En tales condiciones no es difícil comprender el colapso del régimen, sí, el régimen político, no solo de un partido en especial. Por ello, a pesar de la pluralidad política y partidaria que se ha instalado, el desenlace de la elección fue mayoritario a la opción de ruptura res-

pecto al estado de cosas. El régimen del gobierno dividido llegó a su término después de 21 años.

Como tal, el país ha vivido a partir de la elección un optimismo muy elevado y por momentos desbordado.

Por ahora, la realidad se va imponiendo y la esperanza por un cambio inmediato y profundo se ha ido disipando en algunos sectores de la población. Aun así, en términos de humor social se viven condiciones mucho más favorables a lo que fueron los últimos tres años previos a la elección. Sin embargo, la situación en temas fundamentales para la población no es favorable; de la misma forma que decisiones de las autoridades han despertado reserva de empresarios e inversionistas, más allá del esfuerzo que realiza el Presidente y las cúpulas empresariales para que exista entendimiento y de allí confianza.

De la observación de los eventos recientes, estimo que el gobierno federal ha ganado una muy oportuna victoria en el frente diplomático, particularmente en lo que atañe a

la relación con el gobierno de Donald Trump. En poco tiempo hemos pasado de un plano de descalificación y presión por parte del gobierno estadunidense a otro de reconocimiento y aprobación. Sin duda un logro mayor del presidente Andrés Manuel López Obrador y del canciller Marcelo Ebrard. Esto significa que se ha superado, al menos por ahora, una de las mayores amenazas para la confianza y la certeza económicas.

La explicable animadversión al presidente estadunidense en el país impide valorar en su justa magnitud este logro. Todo lo que venga de él es tomado con reserva o rechazo. Sin embargo, no es una cuestión menor que México y los mexicanos hayan dejado de ser objeto de señalamiento con propósitos electorales. En tales condiciones y de continuar por la ruta que ha coordinado el canciller Ebrard, disminuyen considerablemente los reclamos y las sanciones que pudieran imponerse. Esto, con honestidad, era una situación impensable y convalida la manera como el Presidente mexicano se ha conducido respecto a su contraparte. La prudencia ha dado

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buenos resultados, así como la com- confianza sobre el futuro económi- proyectos de inversión inciertos y rubros de gasto en materia de polípleja operación política coordinada por co de México. el canciller. tica social, para dar a un tratamienEl gobierno ha hecho un esfuerzo to más focalizado en la asignación Las recientes palabras de reconoci- significativo y sin precedente para de beneficios. La controvertida demiento del presidente Trump son va- mantener los equilibrios macroeco- cisión del presidente López Obraliosas. Esto no significa que la certi- nómicos. Las cifras del crecimiento dor de blindar financieramente a dumbre respecto al escenario bilateral económico de este semestre no Pemex también es la correcta. Va quede garantizada. De hecho, persiste son nada alentadoras, mucho me- en sentido inverso a lo que ha ocududa sobre la aprobación del T-MEC en nos la ostensible reducción del em- rrido en los pasados lustros con la Estados Unidos, ya que requiere mu- pleo; sin embargo, la situación po- salud financiera y la capacidad de cho más que la disposición de Trump. dría estar considerablemente peor inversión de la empresa. Empero El momento electoral en el país veci- si hubiera ocurrido un gasto pú- también será necesario que Pemex no puede afectar su oportuna aproba- blico sin control. Los indiscrimina- y la CFE sean más explícitos en su ción. México continuará siendo tema dos recortes presupuestales están apertura a la participación privaen la disputa por los votos e histórica- afectando de manera preocupante da. Solo así se habrá de construir la mente los demócratas han tenido más la calidad del gobierno. Mi impre- confianza para recuperar la inverreservas sobre México que los republi- sión es que será necesario revisar sión y el crecimiento. canos. No es un asunto menor que el Liébano Saénz Ortíz presidente Trump, en su mensaje para Abogado, administrador y analista político. anunciar que buscará la reelección Ha ocupado diversos cargos públicos. Desde haya convocado a los legisladores dehace más de una década publica columnas especializadas de coyuntura política del país mócratas a aprobar el acuerdo comeren Grupo Editorial MILENIO. cial. Es deseable que esto ocurra con la mayor oportunidad posible y de esta Twitter: @liebano Facebook: Liébano_Sáenz manera dar un impulso a la certeza y *Texto publicado en Milenio, 22 de junio 2019

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Nuestra democracia Samuel Aguilar Solís

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argo ha sido el camino de los mexicanos en la construcción de la democracia que hemos anhelado desde nuestra Constitución. En el artículo tercero nos impusimos que no solo queríamos un sistema de gobierno, sino también uno de vida.

Por ello siempre estuvimos adelante de la visión formal o shumpeteriana de la concepción de la democracia para ubicarnos siempre en la vanguardia de construir una forma armoniosa que fuera más allá de las elecciones; a que la nuestra fuera en permanente ascenso en el nivel de vida y de los derechos de todos los mexicanos.

Con la primer reforma política de 1977 se abrió un gran horizonte en el sistema político para incluir a todos y hacer del sistema electoral uno de manera más representativa para las minorías, y más adelante, la arquitectura de un órgano autónomo para la organización de las elecciones confiable a todos los actores políticos (IFE ahora INE), generando la liberalización política como método de apertura en un casi permanente espacio de reformas has-

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ta culminar con la alternancia política del año 2000 en la presidencia de la República.

El pluripartidismo imperante en el Congreso desde 1997 y los llamados 'gobiernos divididos' donde el presidente y su partido político no tuvo mayoría en el Congreso obligaron a la negociación política permanente pero esta manera de hacer política nunca puso en riesgo la estabilidad y la gobernabilidad en el país.

Sin embargo los cambios acontecidos en el plano internacional con los atentados terroristas, la globalización y las alternancias políticas, entre otros, generaron distorsiones en el sistema político que junto a la última crisis financiera y económica del 2008 y acciones de corrupción e impunidad, así como la inseguridad y la violencia generada por las bandas criminales crearan las condiciones para que un populista del sistema accediera al poder con el voto popular.

Como dice Yascha Mounk, el ascenso de “hombres fuertes” iliberales puede muchas veces ser el preludio de un régimen autocrático: una vez silenciados los medios y abolidas las instituciones independientes, es fácil que los gobernantes iliberales efectúen la transición desde el populismo hasta la dictadura” (El pueblo contra la democracia, Paidós, Colombia 2018).

Las medidas tomadas en estos meses han mostrado no sólo

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una ineficiencia gubernamental; ni se ha combatido la impunidad, ni se ha terminado la violencia e inseguridad, ni la pobreza y desigualdad han disminuido, ni la economía ha crecido, al contrario, entre lo más apremiante y lo que sí a diario se ve sobre todo, es una verdadera amenaza a la democracia que los mexicanos nos habíamos dado y propuesto hasta hoy, para entrar por un camino no solo de NO resolución o de una senda para ello de los grandes problemas nacionales, sino que estos se han acentuado y lo más grave una serie de señales que amenazan la democracia que justo hay que decirlo hace un poco tiempo nos planteábamos elevarla de calidad y en cambio hoy de salvarla.

La tentativa actual de hacer una reforma política por la mayoría en Cámara de Diputados no busca hacer más eficiente el actual sistema electoral, sino centralizarlo, bajo pretexto de ahorro monetario, cuando no hay dinero que pueda comprar la libertad o con deficiencias pero nuestra democracia con el actual sistema electoral. La tal “reforma” busca eliminar los OPLES y reducir el presupuesto para la democracia no es otra cosa que enmascarar la búsqueda de socavar los órganos autónomos en la materia y sumar un factor más a las otras amenazas que en seis meses hemos observado: violaciones a la Constitución y a la ley, ataques directos a los órganos autónomos del Estado, descalificaciones

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002 Samuel Aguilar Solís

permanentes a la oposición política, “consultas” a mano alzada ante ridículas minorías en mítines controlados por el gobierno federal, ataque a los medios de comunicación y a otros poderes del Estado, etcétera.

Sí, nuestra democracia está en riesgo y es nuestra obligación defenderla ya no cabe ni la duda ni la esperanza de que el actual gobierno rectifique, así es que más vale que con las armas de la democracia la defendamos y vayamos elaborando la estrategia para ello. No es tiempo de ingenuidades ni de pérdida de tiempo, la ausencia de una verdadera oposición y el cúmulo de acciones en contra de la ley y sobre todo la ausencia de resultados del actual gobierno obliga a alertar sobre una ruta de cómo se puede estar aún peor de cómo estábamos antes.

Samuel Aguilar Solís Analista Político. Licenciado en Economía. Ha sido Diputado Local en la LIX Legislatura de Durango, Senador de la República en las LVI y LVII Legislaturas y Diputado Federal en la LVIII y LX Legislaturas. Es colaborador editorial en periódicos de circulación local y articulista de El Financiero.

Twitter: @aguilarsoliss *Texto publicado en El Financiero, 24 de junio 2019

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Prepárese para la recesión que viene Luis Enrique Mercado

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n enero pasado, en este mismo espacio, dijimos que por las señales que venía dando el Presidente de la República desde su elección era imposible que la economía creciera en las cifras que estaban dando diversos pronosticadores, en alrededor del 2% y menos al 4% que había anunciado.

Semanas más tarde, por los datos de la inversión y la generación de empleos señalamos que, si nos iba bien, podríamos esperar un crecimiento de cuando mucho 1 por ciento. Y apenas hace dos semanas aceptamos, con mil pesos, la apuesta de Alfonso Romo, jefe de Oficina de la Presidencia, quien días antes había dicho que apostaba cien a uno a

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003 Luis Enrique Mercado

que no habría recesión. Sin embargo, cada día que pasa la realidad va señalando que es altamente probable que la economía mexicana termine con cifras negativas, por primera vez este 2019.

Ahora, la semana pasada, Jonathan Heath, integrante de la Junta de Gobierno del Banco de México y, más que eso, economista serio, inteligente y con gran reputación ganada por sus trabajos, señaló que en efecto la economía podría caer en recesión y que para el segundo trimestre podría esperarse un crecimiento de entre cero y 0.5 por ciento. Le siguió Manuel Sánchez, quien fuera miembro de la Junta de Gobierno de la misma institución y quien también es un respetado economista, diciendo que este año podría haber recesión.

La realidad va opina lo mismo.

En marzo se produjo la más baja creación de empleos desde 2014.

El pago de nómina registró la mayor caída en 23 años.

La mayor preocupación de los mexicanos es ya la economía, no la inseguridad.

La percepción e inseguridad se disparó en marzo de este año y fue el primero de los últimos tres trimestres en que subió.

En el primer trimestre del año el Producto Interno Bruto retrocedió 0.2 por ciento.

En marzo de este año la inversión fija cayó 5.9% respecto al mismo mes del año pasado.

Las calificadoras Fitch y Moody’s rebajaron la calificación de los bonos de Pemex y la perspectiva respecto a la deuda soberana de Mexico.

En el primer trimestre del año, la inversión del sector público federal bajó 13% y hubo un subejercicio de 21 mil millones de pesos respecto a lo presupuestado.

Como si fuera poco, no hay ninguna señal, ninguna política pública, ninguna estratega económica que indique que las cosas van a cambiar en los siguientes meses. Al contrario, las malas señales y las decisiones se multiplican y ahondan, lo cual hace imposible que la inversión y la confianza reaccionen y se pueda ver que, en el futuro a corto plazo, los datos empezarán a cambiar. A estas alturas del partido, es imposible pronosticar un rumbo económico diferente al de la recesión. Por desgracia, esta será una recesión causada por nosotros mismos y que sólo se superará si cambia el rumbo económico y las decisiones.

El problema se agrava por el hecho de que no hay señales muy positivas en la economía mundial y, desde luego, tampoco en la economía de Estados Unidos. Es decir, estamos en problemas graves.

Luis Enrique Mercado Sánchez Periodista especializado en economía y finanzas.

Fue fundador de El Economista, diario que dirigió 20 años.

En la actualidad es presidente y director general de los diarios Imagen y El Centinela del Pueblo.

Colaborador en el programa de los martes de Eduardo Ruiz-Healy en Grupo Radio Fórmula.

Twitter: @jerezano52 Facebook: Luisenriquemercado. *Texto publicado en Excélsior, 17 de junio 2019

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Puebla 2019 (primera parte) ¿Elección de Estado?

José Ramón López Rubí C.

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004 José Ramón López Rubí

S

in Rafael Moreno Valle en el campo, Luis Miguel Barbosa contra Enrique Cárdenas. El candidato de Morena, el partido “Verde” y el PT logra el triunfo. El candidato del PAN, Movimiento Ciudadano y el PRD contraataca: no impugna judicialmente, ni acusa fraude, pero insiste en que hubo “elección de Estado”. Con otras formas y tonos, el mismo intento de tantos, manchar (o manchar más, a veces) una elección. ¿La hubo?

Cuando en México se habla de “elección de Estado”, pasa lo mismo que pasa con “transición”, “régimen político” y “nuevo régimen”, a saber: no se les define o se les define mal. Son muchos quienes dicen lo que quieren decir por convenirles. Empecemos entonces por una definición: “elección de Estado” es todo proceso electoral en el que un actor que encabece y/o represente al Estado, a nivel nacional o local, controla todas o casi todas las estructuras necesarias para producir y sostener el resultado oficial de la elección. Antes de la creación del IFE autónomo, las elecciones organizadas por el secretario de Gobernación del presidente de la república y jefe del partido hegemónico, fueron un tipo de “elección de Estado”. Clave: no hay “elección de Estado” sin control respectivo de la organización de la elección (aunque no siempre quien

controla la organización logra obtener el resultado que quiere; puede ocurrir, como llegó a ocurrir en Puebla en otros años recientes, que la participación ciudadana diferente “desborda” con votos al sistema electoral). ¿Qué pasó en el 2019 poblano?

Sin duda, el gobernador interino fue quien no debió ser, Guillermo Pacheco Pulido, por sus nexos más o menos subterráneos con el candidato morenista. Por eso y por el hecho indestructible de ser uno de los cómplices del ex gobernador Mario Marín en el famoso plan de violación de los derechos de Lydia Cacho; Pacheco Pulido es uno de los máximos culpables históricos del papel empobrecido y sometido del poder Judicial –respecto al Ejecutivo priista- que contribuía al medio ambiente en que Marín creció como político y actuó como gobernador. Primer punto crítico: el “gobernador accidental” no era neutral, estaba de alguna forma y en algún grado a favor del candidato de Morena. Segundo punto crítico: los medios, mayoritariamente acostumbrados a estar con quien tiene “el poder” –mientras lo tenga, por así tener el dinero para mantenerlos-, tomaron partido por Barbosa. Cárdenas fue víctima de una muy desagradable campaña sucia, que llegó a episodios más que sucios, inmundos. Esto es incuestio

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nable y queda demostrado en el Monitoreo de Medios llevado a cabo por el INE. Si, cada uno a su modo y según sus posibilidades, el interino y los medios estuvieron del lado de Barbosa, ¿por qué no hubo “elección de Estado”? Porque la organización del proceso electoral no estuvo en manos de Pacheco Pulido, ni del desprestigiado y ya inservible Instituto Electoral del Estado, sino del INE. Un INE que no controlan ni el poder Ejecutivo de Puebla ni el partido Morena. Pacheco Pulido es un político repugnante para mí, pero soy objetivo (también por eso me repugna): su presencia barbosista no podía y no puede bastar para una “elección de Estado”.

Primera conclusión general: el proceso electoral para elegir al sustituto de Martha Érika Alonso de Moreno Valle puede ser criticado, hubo problemas e irregularidades, como en todas las elecciones en todo el mundo, pero no hubo ni fraude ni “elección de Estado”. Independientemente de las preferencias morenistas, panistas, cardenistas o “ciudadanas”, Luis Miguel Barbosa no es un gobernador ilegítimo. O dicho con otras palabras, si no le sobra legitimidad gracias al elevado abstencionismo, tampoco le falta legitimidad electoral. Tiene suficiente legitimidad democrática, dado el tipo de proceso electoral, para ser gobernador –legitimidad que podría subir o bajar más por el desempeño de gobierno, lo que dependerá mucho de sus colaboradores…

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Nota. Amén de los morenistas poblanos defendiendo al INE, hay una posible paradoja: si Cárdenas hubiera sido seleccionado como interino por la mayoría congresional de Morena, cosa que intentó antes de buscar su otra candidatura, Barbosa probablemente habría ganado con mayor facilidad y acaso tendría hoy mayor legitimidad electoral. Cárdenas habría sido un gobernador interino neutral y el PAN habría tenido que lanzar a un candidato propiamente partidista, más o menos “quemado” y más débil. Y Cárdenas no tendría actualmente el capital político que tiene para intentar ser el siguiente alcalde capitalino. Paradojas de la política y la irracionalidad.

José Ramón López Rubí José Ramón López Rubí C. es analista y consultor independiente. Ha trabajado en el CIDE y la BUAP. Es editor de un Anuario de Ciencia Política de próxima publicación.

Austeridad Rogelio Madrueño

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l sexenio obradorista está todavía lejos de mostrar una senda estable. No sólo por el adverso entorno externo (global y regional), sino también por errores de ejecución de una amplia agenda de política pública, que ha restado coherencia a su proyecto de transformación socio-económica. Una de las cuestiones de mayor inconformidad ha sido el tema de la austeridad.

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Tal como señala el reciente libro de Alberto Alesina, Carlo Favero y Francesco Giavazzi, el tópico de la austeridad fiscal es altamente controversial. Forma parte de una endiablada disyuntiva. Tal como han argumentado los opositores a esta medida, su implementación es susceptible de desencadenar una espiral de bajo crecimiento. Un problema ya endémico de la economía mexicana, y el cual ha sido una bandera del discurso crítico de AMLO desde campaña. Por otra parte, los defensores de la austeridad consideran que es un factor ineludible en el ajuste de las finanzas públicas y los déficit presupuestarios, a fin de no comprometer posibles beneficios sociales en el futuro.

Hablamos, pues, de un tema relevante para el caso mexicano, tomando en cuenta que la administración de Peña Nieto dejó un déficit presupuestario histórico, acompañado de un excesivo endeudamiento (de más de 10 puntos del PIB).

Entonces, ¿quién tiene razón?

Nuevamente, sin olvidar que el país se encuentra en un tobogán de bajo crecimiento desde hace varias décadas, es evidente que el arreglo institucional nacional ― antes y ahora ― ha sido incapaz de realizar una apuesta seria por encender los motores de crecimiento económico. Es decir, una que permita aumentar los niveles de inversión fija bruta de la economía (léase, maquinaria y equipo de origen nacional e importado, así como los de construcción) y establecer un sistema nacional de innovación. La herencia del gobierno anterior no fue muy generosa a este respecto. En el caso de las reformas estructurales, no impulsaron la inversión pública,

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más bien la llevaron a niveles mínimos históricamente, mientras que el gasto en burocracia se desbordó. En este sentido, es entendible una política de ajuste en el gasto, sobre todo como un prerrequisito de la estabilidad macroeconómica que exigen los mercados internacionales. El problema hasta ahora ha sido la secuencia de implementación de la denominada 4T. Existen todavía serias dudas de que se haya logrado establecer un consenso mínimo para impulsar la inversión pública y privada, al tiempo que se dan los guiños necesarios hacia la innovación. Recordemos, por ejemplo, que la acción conjunta de ambos sectores es fundamental para alcanzar el cumplimiento de los objetivos elementales de desarrollo sostenible, debido al excesivo costo que éstos representan (medidos como porcentaje del PIB).

La austeridad y su justificación El tema de fondo es el tipo de austeridad que se está impulsando. Aquí reside una de las grandes críticas al gobierno en turno, al que se le ha tachado incluso de ‘austericidio’. Pero, ¿qué tan real es esto? La evidencia internacional sugiere quer hay diversos tipo de políticas de austeridad. El libro al que hacemos mención documenta cerca de 200 planes de austeridad en una muestra de 16 países desde 1970. De ello se extrae que los planes de austeridad basados en ajuste del gasto ―sobre todo en un entorno recesivo ―son más efectivos para reducir la relación deuda/PIB, además de ser menos lesivos a la producción. Situación opuesta al caso de los planes basados en impuestos, que son propensos a ahondar las recesiones y a no estabilizar los niveles de deuda en la economía. En todo caso, ambos enfoques son dependientes del contexto en el que

se aplican. De tal manera que son muy relevantes las políticas de acompañamiento en materia monetaria, tributaria, laboral, cambiaria, regulación, así como reformas estructurales.

Los autores plantean que dos de las experiencias exitosas más recientes: Canadá (en 1993) y Reino Unido (en 2010) lograron subirse al carro del crecimiento después de haber implementado programas y paquetes de recortes presupuestarios. Incluso existe un reconocimiento del gobierno irlandés en 2009 respecto del fallo que implica una austeridad fiscal basada en el incremento de impuestos. De esta forma, reducir el gasto mediante un programa de austeridad bien instrumentado, lejos de convertirse en “el beso de la muerte” para la economía, puede ser la antesala de un relanzamiento de la misma.

desaprobación del presidente en las últimas encuestas, aunque ciertamente mantiene todavía un alto apoyo.

Esto no implica que debería echarse en saco roto esas señales de alerta. No basta la voluntad política para echar a andar un proyecto de transformación, éste debe de estar bien estructurado, como sugiere la evidencia internacional reciente. Un aspecto en el que son centrales la armonía entre el discurso político, la planificación efectiva y la ejecución de los diferentes organos o departamentos del estado mexicano. Principalmente, en el marco de un enfoque orientado a activar los motores del crecimiento. Este punto es clave para que el reajuste del gasto y la austeridad en su conjunto sean creíbles y sostenibles, además de un elemento que ayude a reducir la polarización social que el país vive.

¿Qué sigue?

En el caso mexicano parece quedar claro que la austeridad ha llegado para quedarse, al menos hasta mitad de sexenio. Por varios motivos, entre ellos: (i) es fruto de un compromiso de campaña: no aumentar impuestos ni endeudarse; (ii) es parte esencial de la idea de republicanismo del presidente; (iii) es una medida que comparte plenamente el equipo hacendario.

Con todo, si el camino del endeudamiento y de una reforma fiscal está cerrada de momento, la consecuencia lógica es la vía de ajuste en el gasto. Sin embargo, como hemos visto debe ser parte de un paquete de medidas muy bien estructurado, eficiente y coordinado. En este punto existe una clara inconformidad de que la ejecución no ha sido óptima, y de ello se deriva en buena parte de la

Rogelio Madrueño Doctor en Economía Internacional y Desarrollo (Universidad Complutense de Madrid). Maestro en Relaciones Internacionales (Instituto Ortega y Gasset). Licenciado en Economía por la UNAM. Es investigador asociado del IberoAmerica Institute for Economic Research de la Universidad de Göttingen, Alemania y Coordinador de investigación de la Red Española de Estudios del Desarrollo (REEDES).

Twitter: @RogerMadrueño

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La pésima negociación del T-MEC Marcos Marín Amezcua

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stamos ante un tratado comercial que debió de esperar que antes de que pasara la aprobación del Senado mexicano, para sirviera de carta para presionar el cese de medidas coercitivas contra México, las comerciales y la metacomerciales desde Estados Unidos.

No haberlo hecho nos perjudica y merece una reflexión. Y la merece porque compromete al menos, los siguientes 16 años de nuestro desarrollo, ese que viene de 16 años de desmantelamiento de la planta productiva interna a favor de unos cuantos exportadores. El T-MEC no es una buena noticia y amerita diseccionarla.

1. Un proceso complejo Trump calificó al TLCAN como el peor tratado firmado por Estados Unidos. La ridícula aseveración se responde que no lo es al omitir las ingentes ganancias ilegales que sus empresas obtienen en México violando leyes laborales y ambientales que compensan por mucho alguna pérdida, si es que en un mercado cautivo como el mexicano, la tuviera; solo son calentones de boca que encubren lo que no agradó a Estados Unidos en esta relación comercial que impuso a México y Cana-

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006 Marcos Marín

dá, en 1994: que México jugara con sus reglas y le ganara. Aunque la desindustrialización de México y el monopolio de muchos servicios estadounidenses aquí, son tema que también cuenta, empero México fue el primer socio comercial de Estados Unidos en el primer trimestre del año 2019 y por años ha registrado un superávit comercial, que no significa menos ganancias para Estados Unidos, el gran beneficiario del TLCAN, pues nada firmaría sin serlo.

Con este panorama y con su cacareado “America’s First”, Trump impulsó un tratado nuevo de libre comercio, asaz ventajoso y abusivo para su país, primando, imponiendo reglas donde la fabricación, ensamble o cualquier rubro que implique empleos, solo beneficie a Estados Unidos sin soltar a cambio, patentes o garantizar traspaso de tecnología. Y las condiciones que ponen en aprietos a Canadá y México, fueron aceptadas por el equipo negociador priista, que nos vendía la idea de que estaban defendiendo nuestros intereses.

Las reglas del sector automotriz no revelan eso.

México jugó mal su carta. Peña debió retrasar una negociación. Cedió a las presiones de Trump y negoció sobre las rodillas, aprisa, con torpeza y timoratez, sabiendo que lo que acordara no lo comprometería a él ni al desbarajuste de su gobierno saliente, sino al siguiente gobierno y en definitiva, a México. En el colmo de la irresponsabilidad en ese desastroso proceso, sucedió que el día que reanudaban la revisión de la ronda automotriz, la cámara de la industria aludida desconocía la propuesta del sapientísimo equipo Videgaray-Guajardo. Así de grave su proceder.

En ese proceso se cometieron errores y cesiones que no debieron suceder como aceptar que se negociara por separado con Canadá y México, debilitando un bloque que pudo ser interesante.

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Máxime que estudios revelaban que Canadá depende en 9 millones de empleos directos en su relación con EE.UU. y México en 6 millones, considerando las poblaciones de ambos países. México estaba mejor posicionado al ser segundo socio comercial, que no era el caso canadiense y con una agenda más amplia a compartir.

México poseía la posibilidad de haber rechazado semejantes imposiciones. Haberle tomado la palabra a Trump y cancelar el TLCAN sometiendo a EE.UU. a la OMC con su regla de aplicar un 20% en aranceles. Cedimos y no nos será benéfico el resultado.

2. Las consecuencias Desde el PRI se defienden diciendo que al final, López Obrador avaló lo hecho y hasta lo bendijo. No, no hay que equivocarse y precísese: hay que puntualizar para evitar errores de interpretación. López Obrador durante su campaña en su discurso de cierre de 2006 dijo que cancelaría el TLC. En 2018 fue más mesurado. No quiso generar falsas expectativas en ningún sentido y fue moderado en sus declaraciones sobre el tema. En el proceso de transición se aconsejó que un equipo de López Obrador se involucrara en las negociones, atoradas en los momentos en que se produjo el triunfo del morenista. Se lo invitó a varios foros pero al no ser presidente electo declarado, fue cauto y no se sumó, salvo a este, el tratado estratégico que no debió negociarse en los fatales términos reclamados por Estados Unidos, tal y como sucedió.

Seade, el actual subsecretario para América del Norte de la SRE, señaló que su intervención fue oportuna: impidieron que los priistas sostuvieran la entrega de hidrocarburos, la cláusula “sunset” y poco más, en detrimento de los intereses de México. Lo primero se salvó, lo segundo se postergó a 16 años y no como capricho-

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samente Trump exigía a 5 años, con posibilidad de renovación real y ha quedado en esa postergación.

Así, Peña Nieto firmó el tratado en Buenos Aires el último día de su mandato, porque ni para eso hubo capacidad negociadora. Donde Trump quiso, ahí se firmó. Eso sí, no fue la gran foto y no fue la medalla que quiso colgarse irresponsable Peña Nieto, como cierre de un desastroso sexenio, pues para cuando estampó su firma, su partido había perdido las elecciones, terminaba con el 22% de aceptación y las quejas y cuestionamientos a su opaca negociación comercial ya eran crecientes. Ya no digamos la pifia priista de enviar el documento al Senado urgiendo su aprobación, redactado solo en inglés.

Una descortesía absoluta y una rectificación burda asegurando que en unos días lo recibirían los senadores en idioma español.

México pudo esperar, debió de esperar a que los otros dos países aprobaran o no el tratado. Debió de no admitir que se mezclara migración y comercio y desde luego, haber esperado si en efecto, podíamos avanzar sin ser presionados con temas que no eran comerciales, de un largo alcance ha sido que buscaran desde Washington, mezclarlos. El cambio de gobierno en México era un aliciente que se deshizo al admitir las condiciones migratorias de Trump y a renglón seguido aprobar el T-MEC en el Senado mexicano. El mensaje de que con ello México apuesta al libre comercio no es tan absoluto y parece que poco importará en Washington.

3. Una imposición asaz perjudicial Aunque el 19 de junio de 2019 el Senado mexicano aprobó el T-MEC, con 114 votos a favor, 4 en contra y tres abstenciones de 128 miembros de los que se desconoce qué sucedió con el resto, pesa sobre la soberanía nacional 90 días para demostrarle a Trump que

México actúa para impedir que lleguen más migrantes a su territorio. El lunes 10 de septiembre de 2019 el mandatario estadounidense valuará las acciones mexicanas y si a su juicio, y no de otro, no se actúo adecuadamente, impondrá aranceles paulatinos a los productos mexicanos. ¿El T-MEC aprobado por México, lo impedirá? No, porque los tres países no lo han aprobado, ratificándolo, y es una medida violatoria del TLCAN, aún vigente.

La disposición estadounidense es arbitraria, juega en el sentido de buscar aún más beneficios a su economía, estando en un segundo plano la migración, el pretexto de su actuar, mientras insulta a los mexicanos llamándolos ladrones.

Cuando Trump amenazó con imponer estos aranceles como represalia por no frenar la migración a su territorio, el gobierno mexicano minimizó la medida, en tanto se presentaba en Washington a negociar; mientras algunos mexicanos celebraban que no se recibiera al secretario de exteriores, Ebrard. Solo después de conjurar la intentona, 72 horas antes de entrar en vigor los aranceles oprobiosos, nos detallaron la catástrofe que hubiera representado admitir esas medidas a rancelarias. En tanto se edulcoraba el hecho de que no pasaría a más. Hay que advertir al lector un cuento chino: se sostiene que un alza de aranceles (20% propuesto en 2017, 5 progresivo en 2019) afectaría al consumidor estadounidense, y eso no es preciso. ¿Quién le dijo a usted que comprarán mexicano si sube de precio? esa es la trampa del arancel que se pretende. Reventará la economía mexicana. Una que depende en 80 % de un mismo mercado, incapacitada para buscar alternativas nadando en su mediocridad empresarial reconocida, que es brutal y peligrosa por encandilarse con Estados Unidos.

que allá los consumidores pelearían por nosotros buscando precios bajos; no, no los adquieren y ya está. Pasarán de nuestros productos. Así de sencillo.

Conclusiones No corren tiempos sencillos con la administración Trump.

El Congreso de ese país quizás en el otoño aborde el tema del T-MEC. La mayoría demócrata en una de sus cámaras no garantiza frenarlo. Pesan por igual los intereses partidarios que aquellos de los estados y distritos electorales.

De manera tal que un tratado que será perjudicial a México, no tiene miras de frenarse. Lo más sería suponer una derrota electoral de Trump en 2020, cosa improbable. Las cartas aún no están echadas, pero nuestra suerte ya está decidida.

Marcos Marín Amezcua

Licenciado en Derecho. Maestro en Estudios de México y Estados Unidos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Conferencista y docente universitario. Columnista de El Imparcial de Madrid.

Twitter: @marcosmarindice

Al otro lado de la frontera muchos no pagarían productos importados mexicanos que ya son caros, con un extra. Así que no estemos tan confiados de que no pasaría nada y

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¿Había alternativa?

Víctor Alejandro Espinoza

E

l pasado sábado 8 de junio el canciller Marcelo Ebrard escribió en su cuenta de twitter “Estamos alcanzando un acuerdo con EU, estoy en el departamento de estado…” Desde que Donald Trump anunció sanciones a México por “no hacer nada” para contener la inmigración centroamericana que se desplazaba hacia Estados Unidos, toda la atención se centraba en la amenaza de la entrada en vigor de aranceles de 5% a productos de importación mexicanos mismos que además se irían incrementando. La fecha fatídica era el lunes 10 de junio.

Estábamos pues a las puertas de una crisis económica de grandes proporciones.

Para algunos solo se trataba de bravuconadas del presidente norteamericano que no pensaba llevar a cabo; el objetivo era enviar mensaje a sus potenciales votantes en la víspera del arranque de su campaña de reelección.

Para otros, había evidencias de que pese a los costos para Estados Unidos, era más importante lucrar con el sentimiento antimigratorio que las pérdidas económicas.

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Sea como fuera, a partir del anuncio de las probables sanciones a México, el peso inició una fuerte depreciación frente al dólar. Era evidente que la posición mexicana era de extrema vulnerabilidad económica. Estábamos en una situación de perder-perder. Las relaciones entre México y Estados Unidos históricamente se han caracterizado por la asimetría. Se trata de relaciones desiguales en las que el poder económico y politico lo tiene la potencia del norte.

Andrés Manuel López Obrador ordenó a una comitiva encabezada por Marcelo Ebrard trasladarse de inmediato a Washington para llevar a cabo pláticas conciliatorias con sus homólogos de aquél país. El viernes 31 de mayo la delegación mexicana arribaba a la capital estadounidense. Una de los principios de toda negociación es que para ser exitosa debe hacerse desde una posición de fuerza. Era evidente que México iniciaba las pláticas prácticamente sin capacidad de lograr nada en defensa de nuestros intereses. La nueva

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administración encabezada por López Obrador fue sorprendida tratando de resolver los problemas internos.

Lo cierto es que el flanco internacional no contaba con elementos de contrapeso que hicieran frente al gobierno de Donald Trump, que ha encontrado al sur de su frontera los argumentos para construir a los enemigos que necesita para convertirlos en votos para su proyecto electoral y de ratificación. La errática política migratoria mexicana contribuyó enormemente para darle argumentos a sus intenciones manipuladoras.

Efectivamente, al inicio del nuevo gobierno, tanto la Secretaría de Gobernación como el Instituto Nacional de Migración anunciaron un política de puertas abiertas para recibir y apoyar en su tránsito hacia Estados Unidos a las caravanas de centroamericanos. Se prometía la regularización de todos y la garantía de trabajo a quien quisiera quedarse. Pero ellos miraban hacia el norte. Rápidamente la llegada de migrantes aumentó y Trump puso el grito en el cielo: “Nos invaden”, sostuvo.

Nunca se habían mezclado en las relaciones bilaterales comercio y migración. Hoy eso hizo Donald Trump desde una posición de fuerza. México se compromete a sellar la frontera sur y a garantizar la estancia de miles de centroamericanos en espera de la resolución a su petición

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007 Víctor Alejandro Espinoza

de asilo. A cambio, Estados Unidos establece una tregua de 45 días para evaluar si México contuvo la migración.

Como es prácticamente imposible cumplir, lo que tenemos es una postergación temporal de las sanciones arancelarias.

La pregunta es si había otras alternativas. Me parece que fue la menos mala dada la coyuntura. Lo que urge es definir una política migratoria para el corto y mediano plazos. La inversión millonaria en Centroamérica es positiva pero sus efectos son a largo plazo, además que gran parte del fenómeno se debe a cuestiones de violencia política e inseguridad. La apuesta por poner al frente de las decisiones a quienes desconocen los temas migratorios es muy costosa para nuestro país.

Víctor Alejandro Espinoza Valle Doctor en Sociología Política.

Director del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colegio de la Frontera Norte. Articulista semanal del Diario Frontera y la Crónica de Baja California, Diario Monitor Económico de Baja California, Ágora de Baja California, Zona Franca de Guanajuato, 15 Diario de Monterrey.

Twitter: @victorespinoza_ *Texto publicado en Zona Franca, 12 de junio 2019

¿Sólo aranceles?

Juan Pablo Calderón Patiño

M

éxico tuvo una amenaza de su principal comprador, el que absorbe más del 80% de su comercio exterior. Complicado el panorama por el famélico crecimiento económico en las últimas tres décadas, era obvio que subir aranceles representaría más que un riesgo para todos los sectores productivos. La emergencia se atizó en el laberinto de encuentros entre los equipos de ambos países. Difícil tarea para llevar una

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negociación casi esquizofrénica que podría sorprender un twitter de Donald Trump. Fiel a la costumbre de toda superpotencia, México se suma con el magnate, hoy Presidente del Vecino del Norte, al elenco de enemigos que ha tenido Washington a lo largo de la historia: el comunismo soviético, el narcotráfico, el “eje del mal”, el fundamentalismo islámico, etc. La necesidad de un enemigo externo para una potencia siempre ha sido útil para legitimar su fortaleza y justificar las amenazas a su interior, aún si son inexistentes.

Derruida la “Cortina de Hierro” que dividió al mundo en dos bandos, administrado el narcotráfico en el principal país consumidor, Trump nunca quiso ni va a querer entender la relevancia de un vecino del Sur próspero, la mejor garantía para una buena vecindad en conjunto con el istmo centroamericano y el Caribe, del que luego “olvidan” que existe. Mucha tinta se ha derramado sobre el episodio de los aranceles y su errónea combinación con migración y la exagerada dimensión patriótica se ha hecho en Palacio Nacional por frenar dichos impuestos.

En la capacidad de buscar el mirador al bosque nacional, sobresalen dos elementos preocupantes. El primer gobierno de izquierda llegó creyendo que México es un islote en el mundo. Por primera vez desde que se traza un Plan Nacional de Desarrollo, no existe un capítulo de

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la relación de México con el mundo, más que cuartilla y media. Sorprende esto porque AMLO ha tenido en su equipo diversos personajes que saben del tema. Dos, antes de la crisis arancelaria y migratoria, se pensaría que un gobierno progresista abriría el debate de ¿qué relación queremos con Estados Unidos?. Muchos especialistas se han cansado que la cronometrada sincronización de las economías de los dos países navega por automático y no por un rumbo que defina los intereses nacionales del Estado mexicano, a veces incompatibles con los de los inversionistas mexicanos. Si la llegada de Trump al poder desnudó la ausencia estratégica de gobierno y sociedad para saber qué hacer, se creyó de manera ilusoria que el TLCAN sería eterno y bastaba más que modernizar ciertos puntos que por obviedad no existían o no tenían el peso en los 90´s cuando se negoció, el comercio electrónico o las patentes en medicina, por ejemplo.

Los dos puntos referenciados los conjunta una lamentable ausencia presidencial para definir prioridades y estrategias de Estado que aglutinen sociedad y gobierno, sectores productivos y sociales. El peso del “país de un sólo hombre” exhibe la realidad. Primero el TLCAN y hoy el T-MEC, merecen la misma respuesta senatorial; “senadores ratifiquen lo que se les mande sin mover ni un punto al menos que cambie algo el Capitolio”. A 26 años

de distancia de la aprobación del TLCAN, la diferencia radica sólo en que la mayoría aplanadora en la Cámara Alta ya no es del PRI sino de la izquierda, aquella que fustigó el paso express en la Cámara Alta de aquel entonces que carecía de la actual pluralidad política.

Se olvida que el impacto arancelario no sólo violaría al antiguo TLC sino al propio sistema mundial de comercio que mantiene la OMC. Labrando la confusión, el Presidente AMLO ratifica no ir al G20 y sólo enviara una misiva. Olvida que “las grandes batallas se libran en la plaza, nunca por correspondencia” como escribiera Hemingway.

Si algo ha faltado en el trance con Trump es la ausencia para responder sus falacias. Dijo que México “robó” 30% de su industria automotriz”. Ni el gobierno ni del sector privado, dicen algo de manera contundente.

Trump no quiere recordar que Detroit está en México desde los 20's del siglo pasado y si alimentó sus inversiones en los 80´s y 90´s fue para hacerle frente a la competencia asiática y europea, mucho antes del TLCAN. Ni que decir que el mercado interno mexicano fue el colchón de las marcas de Detroit que perdían en su propio país. Para más interés, el jefe global de VW vuela de Alemania a Washington para

frenar la locura arancelaria que dañaría las exportaciones mexicanas a Estados Unidos y que retrata que el sector automotriz más que nacional, es de la región del aún vivo TLCAN. Otra cuestión queda a flor de piel para el sector privado mexicano, su débil trabajo para saber diversificar su comercio frente a estos vaivenes que nadie tiene la seguridad de exentar mientras Trump siga en el poder. Si el TLCAN institucionalizó la dependencia comercial, también fue la oportunidad para que diversos gobiernos pusieran a las empresas mexicanas un esfuerzo de diversificación, lo mismo en Europa Comunitaria que Japón, Israel que Argentina, el Triángulo del Norte que la Asociación Europea de Libre Comercio. Dura lección y falsa la gesta, el más grande muro migratorio y una mayor dependencia del mercado alimentario estadounidense, parecen ser la conclusión del periplo.

Juan Pablo Calderón Patiño Internacionalista por la Universidad Iberoamericana.

Enlace legislativo en la Asociación Mexicana de Distribuidores de Automotores (AMDA). Colaborador invitado del periódico Reforma.

Twitter @balajucapitan *Texto publicado en La Jornada Veracruz, 29 de junio 2019

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Con el PRI, México siempre fiel Armando Román Zozaya

“M

éxico siempre fiel”, decía el Papa Juan Pablo II. Los mexicanos, muchos de ellos, lo escuchaban y estallaban en júbilo, entusiasmo y efervescencia. Siempre me ha llamado la atención que una buena parte del pueblo de México exhibiera tal adoración a dicho Papa cuando, en el mejor de los casos, el papel de la Iglesia en el grueso de la historia del país ha sido ambivalente y, con relación a algunos episodios específicos de ésta, plenamente nocivo.

“México siempre fiel”, podría decir el presidente Andrés Manuel López Obrador. La reacción de muchos mexicanos sería la misma que si lo hubiese dicho Juan Pablo II: alegría, encanto, felicidad. Es entendible que, ante el hartazgo provocado por los incontables e inconmensurables abusos, errores y corruptelas del PRI y del PAN, un candidato carismático como Obrador que prometía salvar a México, erradicar la corrupción y darle un mejor nivel de vida a la población, provocase entusiasmo y esperanza. ¿Pero es entendible que, a 7 meses de gobernar el país, y cuando hay evidencia de que el presidente López Obrador es perjudicial para México, buena parte de los mexicanos continúe adorándolo, ovacionándolo, apoyándolo contra viento y marea? ¿Estamos, tal vez, ante un fenómeno similar al que ocurría con Juan Pablo II, es decir, la gente lo adoraba incluso cuando la Iglesia le ha hecho daño al país?

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009 Armando Román Zozaya

Este texto constituye un breve ensayo y, como tal, en él me tomo la libertad de plantear un par de hipótesis, a partir de las cuales, intentar explicar lo que está ocurriendo. La primera de estas hipótesis es que, en el fondo, el pueblo de México no se inclinó, ni se inclina, por un político supuestamente de izquierda, democrático y que cree en la justicia social. No. Lo que ocurre es que muchos mexicanos anhelaban el retorno del PRI. No me refiero al PRI de Carlos Salinas ni de Ernesto Zedillo. Mucho menos al de Enrique Peña Nieto. Me refiero al PRI anterior a Miguel de la Madrid, de hecho.

Sí, ese PRI que era nacionalista y que se fundó sobre el mito de una revolución que, supuestamente, favoreció al pueblo. El PRI cuya visión del mundo se traducía en que el petróleo es soberanía. El PRI que se entendía con las mafias como, por ejemplo, los narcotraficantes y contrabandistas. El PRI que segmentaba las clases sociales, las regiones, los grupos étnicos, etcétera pero que, al mismo tiempo, a todos los conglomerados les llamaba “pueblo” y pretendía unificarlos bajo una serie de construcciones imaginarias: “sin maíz no hay país”, “Porfirio Díaz fue un sanguinario dictador”, “Villa y Zapata (asesinados por el grupo fundador del partido que se convertiría en el PRI) son fundamentales en nuestra historia”, “Estados Unidos es nuestro enemigo natural”, “Juárez es México; los Conservadores son la traición”, etcétera.

Obviamente, uno de los rasgos fundamentales de ese PRI es que le daba poder casi absoluto a un solo hombre por seis años para que gobernase, en los hechos, sin que los correspondientes contrapesos establecidos en la Constitución sirvieran para mucho. Asimismo, en el México de ese PRI, las elecciones eran una pantomima, los gobernadores estaban sujetos a los designios del presidente y los empresarios entendían que era conveniente “colaborar” con el gobierno. La ciudadanía, si bien no se identificaba plenamente con los gobernantes, sí respetaba, casi adulaba, la figura presidencial y, con excepciones minoritarias (los estudiantes del 68, por ejemplo), aceptaba la Pax Priista.

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Andrés Manuel López Obrador es hijo, es producto de, ese PRI. Por eso, Obrador abandonó el priismo cuando éste, sin dejar de lado su esencia y maneras autoritarias, comenzó a orientarse, en el terreno económico, hacia la economía de mercado, hacia la apertura al mundo, hacia el empresariado y las privatizaciones, etcétera. Esa no es la visión económica de López Obrador. Jamás la ha sido y nunca lo será.

Lo que sí es parte de Obrador es el verticalismo, el autoritarismo, la presidencia imperial priista. Por ello es que AMLO está desmantelando el sistema político desarrollado por el PAN y por el PRI al que él renunció. Ese sistema, con todas sus fallas y limitaciones, sí incluye candados y contrapesos que, si bien necesitan todavía tiempo para madurar y consolidarse, limitan al ejecutivo y, en consecuencia, protegen a la ciudadanía y enriquecen la vida democrática: el INE, el INAI, la COFECE, etcétera.

Durante la campaña electoral, es decir, todas las campañas en las que AMLO ha participado como candidato presidencial, era claro, era evidente, que Obrador es el PRI, el viejo PRI. Siempre se quejó del “neoliberalismo”, siempre acusó al PAN y al “nuevo” PRI de ser antidemocráticos y de condenar al pueblo a la pobreza. Pero jamás expresó, ni ha expresado, que el México del PRI clásico no era uno democrático, no era uno justo, no era uno digno para millones de mexicanos, no era uno en el que la economía realmente fuera incluyente y suficiente para todos. Para López Obrador, pues, los problemas de México son producto de las décadas de “neoliberalismo”. En los tiempos previos, las cosas estaban bien, tanto en lo económico como en lo político. Y es justo a esos tiempos que AMLO quiere retornar.

Con el fin de reconstruir la Pax Priista pre-1982, Obrador está desmantelando lo poco bueno del edificio estatal mexicano. Asimismo, está realineando el federalismo para controlar a los gobernadores. Le ha mostrado “músculo”

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a los empresarios por medio de la cancelación del NAIM. Ha segmentado a la población en “pueblo bueno” y “conservadores” aunque, eso sí, acepta que todos son parte de México. De la misma forma, sin medir consecuencias (un IMSS totalmente desbordado, al punto de tener que cerrar 300 clínicas, por ejemplo), reorientó el gasto público hacia las prioridades del PRI de mediados del siglo XX: PEMEX y crear y sostener clientelas políticas.

Al hacer todo esto y, además, encapricharse con el aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya, al tirar dinero a la basura con la construcción de la refinería de Dos Bocas, al despedir burócratas sin planeación alguna de por medio y, por si fuera poco, al haber declarado que no perseguiría a grandes criminales, que su gobierno sería uno de “abrazos, no balazos” y al dejar claro que, en los hechos, no utilizará la legítima fuerza del Estado para contener a quienes quebrantan la legalidad (porque son “pueblo”) pero sí para seguir las órdenes de Donald Trump en materia migratoria, López Obrador le está causando un enorme daño a México.

El costo de López Obrador para el país se palpa día a día: miles de familias en problemas porque los adultos del hogar fueron despedidos de sus empleos en la burocracia, menor creación de empleo en general, necesidad de implementar elevadas tasas de interés para evitar fuga de capitales y una depreciación del peso, desconfianza de parte del sector privado nacional e internacional, miles de mexicanos asesinados por delincuentes, millones de mexicanos que son víctima del hampa, aislacionismo e irrelevancia en la arena global, etcétera. Y eso es sólo el comienzo. De seguir como van, el riesgo de que Obrador y su administración provoquen una catástrofe económica y terminen por hacer de México un país simplemente ingobernable, en el que la ley no valga ni siquiera el papel en el que está escrita, es alto (por supuesto, muchos de estos problemas

vienen del pasado. Pero es igualmente claro que AMLO los ha empeorado).

Aún así, como decía hace unos párrafos, muchos mexicanos apoyan, quieren, protegen y arropan a López Obrador.

Lo reitero: buena parte del pueblo de México anhelaba el retorno del PRI clásico. Justo es eso lo que los atrae a Obrador. Justo es por ello que, incluso si en un primer momento no votaron por él, ahora están con él. ¿Pero, por qué querría un buen número de mexicanos que el PRI reviviera? ¿Por qué querrían ser gobernados por un presidente mucho más cercano a Díaz Ordaz y Luis Echeverría que a cualquiera de los últimos 5 titulares del ejecutivo? Porque, y aquí introduzco la segunda de mis hipótesis, hay muchos mexicanos que no están listos para, a los que tal vez ni siquiera les interesa, vivir en un país moderno, es decir, en uno en el que el individuo, por una parte, esté en el centro de la vida pública y de la vida privada y, por otra parte, tenga más responsabilidad respecto a sus decisiones. Un país, pues, en el que, para abrirle espacio a las personas, a los individuos, el gobierno esté acotado por contrapesos, por organismos autónomos, por organizaciones de la sociedad civil que, a final de cuentas, por medio de diferentes vehículos y persiguiendo una variedad de objetivos, buscan proteger la libertad individual frente a la autoridad.

El país que AMLO heredó está muy lejos de ser un oasis para la individualidad. De hecho, ningún país lo es. Pero sí está más cerca de la modernidad, o menos lejos si así se le quiere ver, que el país que Obrador pretende construir. Parece ser, pues, que, para millones de mexicanos, es más cómodo, menos complejo, un México en el que, en vez de contar con un gobierno que coadyuve a crear oportunidades para todos y que no sólo permita, sino que regule e incentive, la competencia entre los individuos para

acceder a esas oportunidades, se cuente con un gobierno que reparta y regale dinero. Asimismo, es más fácil un gobierno que “gobierne” sin aplicar ese estorbo que se llama legalidad. Es más fácil también vivir sin elecciones que nada más sirven para desperdiciar recursos. Igualmente, es mejor que no haya organizaciones de la sociedad civil que “a todo” se oponen, que no exista una CNDH que “sólo sirve” para defender delincuentes, que no esté en pie una Comisión Reguladora de Energía que “nada más le estorba a PEMEX”. Es preferible también que los jueces no hagan mucho pues, por una parte, no meten a la cárcel a los hampones y, por otra parte, otorgan protecciones jurídicas que “entorpecen” el trabajo del presidente. Etcétera. ¿Es por lo anterior que los mexicanos, muchos, respaldan a López Obrador? ¿Es ese México el que prefieren, un México muy similar, casi igual, al de la época de oro del PRI? No lo sé a ciencia cierta. Repito que, lo aquí planteado, son sólo hipótesis que pretenden dar respuesta a esta pregunta: ¿por qué, si AMLO es claramente nocivo para el país, un buen número de mexicanos lo respalda y defiende a capa y espada?

En espera de una mejor respuesta que la mía, enfatizo mi posición: la popularidad de López Obrador es resultante de que, con el PRI, como con Juan Pablo II, México siempre fiel.

Armando Román Zozaya Profesor asociado del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset México. correo-e: aromanz@gmail.com Twitter: @aromanzozayaFacebook:arzozaya

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LA SEMIÓTICA DEL PODER Ernesto Hernández Norzagaray

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ndrés Manuel lo tiene claro ante el discurso ahistórico del neoliberalismo: La historia nacional como pivote, como inspiración, como símbolo e idea de un país generoso con sus hijos de dentro y fuera del territorio.

Su constante referencia a las raíces originarias, los símbolos patrios y los personajes que aún derrotados en el momento que les tocó vivir y luchar dejaron su impronta en la memoria histórica nacional.

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No son personajes sacados de la manga, sino de las coyunturas históricas que sacudieron a la nación y que marcaron tiempos de desgracia y esplendor reivindicativo. Son su inspiración y defensa ante quienes se les busca asustar con el petate del muerto del fidelismo, chavismo o cualquier otro ismo.

Vamos, son los iconos de las grandes transformaciones que se inician con el movimiento de Independencia continua en la reforma juarista y llega al Constituyente de 1917.

No podrían dejar de estar en el discurso estratégico y fundacional de la llamada Cuarta Transformación, por el contrario, es el summum, su razón y justificación de ser y hacer.

Esta idea de cambio transformador con cierta dosis de exaltación, está en la referencia concluyente al Memorial de Culhuacán, ese libro antiguo escrito en nahual dedicado a la fundación de la gran Tenochtitlán, ayer y hoy, el centro político de México.

Ahí está para la audiencia del 1 de julio ante un zócalo que irradia los ecos de euforia de una multitud rendida ante su líder: En tanto permanezca el mundo, no se acabarán la fama y la gloria de México Tenochtitlán (ojo, México Tenochtitlán).

Fama y gloria cómo sentido de pertenencia, profundo sentimiento aspiracional y motor movilizador de conciencias agraviadas por el abuso de un poder patrimonialista que parecía tatuaje, inamovible, eterno.

Está además, la figura mítica de Emiliano Zapata, el Caudillo del Sur, que oficialmente este año lleva su nombre como un mensaje sutil de la marca de la casa. Porque no sólo es el apellido Zapata sino lo que simboliza cómo comuna morelense y aspiración de los campesinos pobres del país.

La lucha que libraron sus pueblos contra los terratenientes que subsumían las aspiraciones libertarias especialmente los pueblos origi-

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010 Ernesto Hernández Norzagaray

narios. Cumplir la máxima zapatista y magonista hoy universal: La tierra, es de quien la trabaja. De nadie más.

Es entonces reivindicación del campesino depauperado, humillado ancestralmente por el poder económico y político.

De los sin tierras que asustados por la violencia siguen migrando a los centros de población urbano buscando resguardarse del infortunio que dejan las balas de los violentos del crimen organizado.

Aquellos que tienen atemorizados a comunidades enteras y son los nuevos amos de horca y cuchillo de regiones enteras.

Los que se fortalecieron al amparo del poder político y que no están dispuestos a renunciar al poder alcanzado, sino por el contrario defenderlo para que siga la apropiación privada mediante la violencia, la intimidación y el miedo.

Y es así cómo aparece en el discurso de AMLO la figura mítica de Melchor Ocampo que consideraba al “moderado simplemente como un conservador más despierto” porque en su práctica él no se ve como un moderado, un timorato, un taimado sino como un activo de sus propios sueños.

La figura de Andrés Manuel entonces aspira a ponerse a la altura de los grandes personajes de la historia nacional. Y lo hace a lo grande en la plaza más grande del país con gente llegada de todos los rincones del país. Con la compañía de una mayoría anónima y dos empresarios emblemáticos del mundo de los negocios: Carlos Slim y Emilio Azcárraga, para mostrar así sea por un instante, que hay un México unido, por encima de clases sociales y pedigrí.

Esa presencia dual adquiere su más alta significación en la ausencia de otros. Los que fustigan detrás de otras marchas, de otras ideas, de otros medios, de otros políticos que harán siempre lo imposible por evitar que la figura de AMLO siga creciendo en perjuicio de los beneficiarios del pasado.

No es casual que en la búsqueda de la utopía lopezobradorista haya prisa y cierto desespero por hacerlo más en corto tiempo.

Así se trazan rutas, focalizan las inversiones y activan los resortes de la participación social.

En el sueño de Andrés Manuel está el sujeto de cambio a quien busca convertir en el protagonista de este nuevo pasaje de la historia nacional. Transformar el triunfo en las urnas en cumplimiento de lo ofertado en campaña cuidando no dejar cabos sueltos. Para que, en caso de regreso de sus adversarios al poder, toco madera, dijo convencido ante una multitud rendida ante sus palabras, no haya marcha atrás en lo decidido, lo legislado y rápidamente habituado.

Su actuación política tiene tintes mesiánicos, es su aureola terrenal, la que provoca que en actos como el del 1 de julio se manifiesten representaciones populares que alcanzan manifestaciones casi religiosas. Esas que vienen del México profundo.

Los latidos de un México que no se ha ido que está como realidad física pero también como memoria larvaria de lo colectivo. Y eso hermana por encima de estatus sociales y creencias políticas o sociales.

Es el México plural, diverso; alrededor del líder que encarna la esperanza de los olvidados de estas tierras parafraseando al martinico Franz Fanón y provoca hilaridad, reacciones emocionales en segmentos sociales que los une un rechazo visceral y que están molestos por las decisiones que devuelve algo a los jodidos. A los que siempre se les esquilmó con viejas y nuevas cuentas de vidrio y que, para ellos, hoy ponen en “peligro la estabilidad del país”, es decir, la de los gobiernos del PRI y el PAN derrotados por goliza en las urnas.

De ahí la fijación de Andrés Manuel en la historia nacional y sus personajes que se revelan en este discurso histórico. La matriz entre liberales y conservadores, revolucionarios y conservadores, progresistas y fifís, es también la reivindicación en

su discurso de Morelos, el siervo de la nación; es Benito Juárez, el Benemérito de las Américas; es Felipe Ángeles, el general revolucionario; es también el general Francisco J. Mújica ícono del cardenismo; es José Revueltas, el escritor comunista rebelde que estuvo en su pensamiento cuándo cerró el penal de las Islas Marías y lo proyectó como museo (¿de la ignominia?) quizá para redimir a los que ahí sufrieron y murieron alejados de sus querencias. Vamos, es atraer al presente la Cartilla moral de Alfonso Reyes como un esfuerzo por restablecer la decencia en la cosa pública.

La ausencia en el discurso de Lázaro Cárdenas o Francisco Villa, los dos mexicanos que se enfrentaron a los norteamericanos, podría pensarse en clave táctica de lo admitido en la reciente negociación con el equipo de Trump y que opacan la construcción del mito y la leyenda hecha gobierno y a ese político verlo terrenal, sometido, dócil ante las presiones del poder del vecino.

En definitiva, el discurso del pasado 1 de julio, no es sólo un balance preciso de lo hecho hasta ese día, lo alcanzado en estos siete meses de gobierno de la Cuarta Transformación, también es el refrendo de los personajes y los símbolos que desde siempre han estado en el imaginario popular y han acompañado la larga travesía del líder y que hoy cómo presidente nuevamente llenó la plancha del zócalo de la Ciudad de México para disgusto de sus detractores.

Ernesto Hernández Norzagaray Doctor por la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Miembro de la Asociación Mexicana de Ciencias Políticas.

Colaborador en www.sinembargo.mx, Noreste, Ríodoce, Aldea 21 y 15 Diario.

Facebook: ernesto.norzagaray *Texto publicado en Sinembargo.mx, 06 de julio 2019

010 Ernesto Hernández Norzagaray

Datamex No. 45. junio 2019

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