Mart 2007-2008

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Para huir del contemporary resort Nicolás Alvarado Contemporary Resort parecía un nombre especialmente pertinente para el hotel inaugurado al interior del parque de diversiones estadounidense Walt Disney World en un 1971 en que la palabra contemporary comenzaba a revelarse imbuida de resonancias de progreso y futuro. Enclavado en un paraje natural de exuberante verdor –el hasta entonces virgen Lake Buena Vista, a las afueras de Orlando, Florida– e integrado a un proyecto insuflado por el hálito modernizador del American Way of Life, el flamante desarrollo hotelero –porque tal es el significado de la palabra resort– llevaría por nombre Contemporary ya sólo porque parecía no haber mejor término para definir su vocación y, por extensión, la del proyecto que habría de albergarlo. El Contemporary Resort sería contemporáneo porque se asumía inexorablemente inscrito en la época (entonces) actual. Contemporáneo porque –¡oh, maravilla del progreso tecnológico!– su atrio sería surcado no por uno sino por dos monorrieles, cápsulas aerodinámicas capaces de transportar a los visitantes en minutos a cualquier otro punto del parque. Contemporáneo porque el proyecto mismo había sido encomendado desde finales de los 60 al arquitecto Welton Becket, nombre clave de la modernidad arquitectónica estadounidense, y porque dicho proyecto contemplaba la erección de una estructura de concreto y acero en la que habrían de ser insertadas habitaciones prefabricadas, amuebladas y decoradas –hasta ejemplar de la Biblia y papel de baño incluían–, susceptibles de ser removidas y vueltas a colocar de manera individual en caso de eventual remodelación. Y contemporáneo, finalmente, porque, ya por designio, su esquema cromático (rojo, azul, amarillo) se pretendía influido por aquello que comenzaba a ser llamado arte contemporáneo en esos años y que incluía a la sazón tanto a los expresionistas abstractos como a los cultores del pop art. El gusto le duró poco. Lo primero en acusar signos de obsolescencia habría de ser la concepción arquitectónica

misma, cuyo carácter modular se revelaría falaz al asentarse las habitaciones en la estructura y devenir inamovibles. Y, finalmente, terminaría por desaparecer la paleta cromática primaria de la decoración para ser sustituida en fecha reciente –2005– por colores suaves, líneas puras, muebles de diseño sencillo y televisores de plasma. (¿La razón? De acuerdo a la literatura publicitaria, un afán por mantener el hotel, justamente, contemporáneo.) Contemporary Resort sigue llamándose. Lástima que de contemporáneo no le queden más que las ínfulas trasnochadas. Ahora, una definición. Si buscamos la palabra resort en el Shorter Oxford English Dictionary y nos detenemos en la primera acepción del término, descubriremos que, antes que destino vacacional, su significado primigenio es el de "cosa a la que uno tiene recurso; uso de algo en tanto ayuda, para asistirse, o como medio para un fin". Resort es, pues, recurso, y last resort es último recurso (con tintes de desesperación), y only resort es único recurso (instalados ya de plano en la antesala del caos). A partir de tal definición, la expresión contemporary resort –ya sin las altas y bajas de la marca comercial– se revela, en la traducción, recurso contemporáneo. Lo contemporáneo usado en tanto ayuda, para asistirse, como medio para un fin. ¿Quién dijo yo? ¿Quién dijo arte (contemporáneo)? "Ohhh!This is socontemporary,contemporary,contemporary!": tal habría de ser el cántico, proferido con sonriente ironía y repetido en tanto hipnótico mantra, que diera la bienvenida a los visitantes a la edición 2005 de la Bienal de Venecia –acaso la feria de arte más importante del mundo–, entonado por un coro de 30 actores amateur. ¿Eran sus intérpretes un grupo de activistas políticos o de tránsfugas de la comedia (¿dell’arte?) musical? Para nada. Quienes repetían tales estrofas a intervalos regulares, apostados a las afueras del pabellón alemán, habían


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