Politics 47

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ENSAYO

La irrupción

Roberto Zamarripa Agencia Reforma

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uardando todas las proporciones históricas, el movimiento de mayo del 2012 semeja al surgimiento del movimiento estudiantil de 1929, cuya divisa fue la autonomía de la Universidad Nacional, pero en el fondo manifestó una definición cultural de una generación que irrumpía en el punto de quiebre de la Revolución Mexicana. Al movimiento del 29 le caracterizó su amplitud en la composición social. La joven generación pretendía insertarse en la consolidación de un nuevo régimen. Estaban ahí los hijos de los ilustrados afectados por el proceso revolucionario y los estudiantes emergentes y radicales que confiaban en la profundización de conquistas sociales. Convergían tanto liberales como socialistas de una generación definida por uno de sus líderes, Alejandro Gómez Arias, como “la espuma de la Revolución”. En su libro La democracia en la calle. Crónica del movimiento estudiantil mexicano (Siglo XXI, 1988), Gilberto Guevara Niebla apunta que en 1933 esa unidad

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Politic´s Junio de 2012

fue rota para conformar dos vertientes históricas que aún prevalecen entre el movimiento estudiantil: la tradición liberal y la tradición popular. “La tradición liberal se forjó en luchas contra la reforma socialista de la educación (1934), en defensa de la autonomía universitaria y de la existencia misma de la Universidad de México (1935)”, dice Guevara Niebla. Los estudiantes socialistas, según el autor, buscaron vigorizar el acceso a una educación popular y asegurar servicios para estudiantes de origen humilde, a la vez que convergieron con la política de reformas sociales del cardenismo. Guevara Niebla definió cinco grandes orientaciones políticas del movimiento estudiantil en el siglo pasado, influidas por esa raíz del 29: 1) lucha por la autonomía y la libertad de cátedra (1929-1934); 2) defensa del acceso a educación superior y mejores condiciones materiales para estudiantes pobres (1940-1956); 3) lucha por la participación de los estudiantes en gobiernos universitarios (1929-1948 y 1966-1976); 4) lucha por la democracia política (1968), y 5) apoyo a causas populares (1968-1976).

En el siglo XX las vertientes liberal y socialista nunca volvieron a reunirse con profundidad en torno a una causa común. Hoy, ambas vertientes, puede decirse, rondan en el #YoSoy132. El movimiento del 2012, el primer gran movimiento juvenil del siglo XXI, tiene liberales y socialistas y convivirá con esa tensión si no lo ahoga el sectarismo. Es un movimiento cultural gestado por la comunicación alternativa. Su origen determina esa pluralidad. Surge de un malestar cultural y de una fractura política más que de un conflicto educativo. Lo protagoniza la primera joven generación mexicana que en los últimos 40 años no ha tenido en su formación cultural y educativa a la televisión como influencia decisiva. El consumo cultural llevó a estos muchachos desde su niñez al encuentro con el naciente internet que para entonces fue su travesura y que ahora, en su incorporación al mundo adulto, a la escena laboral y nuevas relaciones sociales, es su necesidad, su aire, su vitalidad. El acceso a información instantánea, el conocimiento inmediato de lo que sucede en el mundo y en el propio país, y que los medios electrónicos y la mayoría de los impresos ocultan, olvidan, obvian o desprecian, ha influido en su formación independiente. La rebelión en las redes es global. Esa rebelión entendida como proceso de autocomunicación converge con un momento particular: la contienda electoral en la que sobresale un modelo de competencia política donde los poderes fácticos, que han impugnado con su rebelión cultural, dominan el campo de la vida pública. Su primera incursión en la política formal les muestra una fractura, un desfase: la sociedad que anhela participar se confronta con poderes fácticos que estorban o bloquean esa participación. Las elecciones son trámites que se dirimen, inicialmente, en el pacto de candidatos con las televisoras y se consuman en las urnas -bajo las reglas de ese pacto- con políticos y ciudadanos condicionados. Pero hay un entorno previo que acicatea el malestar cultural y la insatisfacción política de esta generación. La narcoviolencia y la estrategia gubernamental para combatirla han calado hondo en la vida de los jóvenes. Los derechos a la diversión, a ocupar la calle y los centros de esparcimiento, la libertad de reunión con amigos, la tranquilidad para estudiar y desplazarse alrededor de sus escuelas o de sus barrios, fueron brutalmente cercenados.

Una generación estigmatizada: si algún muchacho muere entre balas perdidas es por haber elegido el lugar equivocado; si mueren confundidos es por su apariencia; si no eran sicarios, mucho se le parecían. Los políticos tradicionales no han entendido ni asimilado la nueva relación que los jóvenes y amplios segmentos de la sociedad logran a través de las redes sociales. La ineptitud de esos políticos llevó a la criminalización contra usuarios de redes. El gobernador de Veracruz, Javier Duarte -un fascista ignorante e inepto-, encarceló tuiteros y rompe récord en cobijar en su territorio homicidios impunes de periodistas. Tuitear o escribir en Facebook en algunos lugares dejó de ser un acto de libertad y libre expresión para convertirse en desafío. Hacer periodismo profesional es heroísmo. La joven generación, urgida de información y conocimiento, lo mira con preocupación y lo asimila. A dónde van Estamos frente a un movimiento de maremágnum, de velocidad impresionante. Un auténtico torbellino. Es su virtud, es su medio, pero ese vértigo ensalza las paradojas y puede ser su límite. Sus asambleas son a puerta cerrada para -dicen- evitar infiltraciones, pero sus integrantes son muchachas y muchachos completamente públicos. Su pensamiento individual está en Facebook, Twitter, blogs y centenas de videos disponibles en YouTube. Su pensamiento colectivo lo delegan a un vocero. Les enerva que les digan que se esconden en el anonimato, como lo marcan discursos retrógrados, cuando es un movimiento estudiantil esencialmente público lo que apuntala el compromiso de sus integrantes. Los muchachos dan la cara, enseñan sin rubor su credencial, tienen su cuenta de correo electrónico dada de alta, su identidad en Twitter, su vida abierta en la página de Facebook y sus preferencias puestas al desnudo en redes sociales. Son masa y son individuos. Son anónimos pero tienen identidad específica y clara. Cierran sus deliberaciones pero publicitan masivamente sus opiniones. Han entrado a la fase de reuniones maratónicas que contrastan con la velocidad de sus reacciones individuales. Soportan el asambleísmo, el culto a la moción de orden y al rollo a pesar de estar acostumbrados al lenguaje de 140 caracteres, inmediato, directo, vivo.


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