BALDOSAS Necesitamos evidencias para poder creer, ya no hay lugar para la fantasíía. El texto formal debe ser acompanñ ado de datos cuantificables que digan “síí, lo que el escritor dice tiene el aval de la ciencia, por ende, es real”. Y en la persecucioí n de eí ste ideal de lo que se concibe como real, nos volvemos cada vez maí s vanos en las posibilidades de lo desconocido. Lo real termina por volverse uí nicamente lo cuantificable, lo conmensurable y lo tangible; evidencias taí citas de lo que nos rodea. Y es que son eso mismo: evidencias. Luego de entre el vacíío y la nada* (tíítulo de mi Proyecto de Grado. El texto y registro de las obras se encuentran en el portafolio web.), momento de mi vida donde profundiceí en todo mi ser con la intensioí n de destruir preceptos ajenos, de cuestionar eí stas evidencias para asíí retomar mi propia soberaníía y mi propio intereí s en la ficcioí n, empeceí el proyecto Cimentacioí n casi sin saberlo. En un ritual performaí tico doí cil, obsesivo y, hasta cierto punto enfermizo dado el tiempo invertido (todos y cada uno de los díías de los meses desde hace ya casi 3 anñ os #datonuí mero1), he escrito hasta el uí ltimo espacio en blanco del papel con palabras sin hilar y frases independientes. He gastado algo asíí como 56 resmas de papel bond, 12 bitaí coras y maí s de 200 esferos (#segundodatodocumental) en literalmente reconfigurarme el inconsciente al documentar mis infinitas visiones internas por medio del lenguaje escrito. ¿Recuerdan la pluma-tatuadora de Harry Potter? Que escribíían planillas en un pergamino y se le iba grabando con sangre al escritor en la mano como meí todo de castigo. Listo, creo que esa es una buena forma de describir eí ste acto performaí tico. Felizfelizfelizfelizfelizfeliz, y es que si lo escribo diez veces al díía todos los díías, eventualmente voy a terminar por convencerme de la necesidad de la felicidad sin tener que pensarla. Y asíí con todo y de todo, de míí. No soí lo reconfiguracioí n del inconsciente sino tambieí n un acto de auto pertenencia. Paralelamente a todo esto -y soí lo hasta mitad del camino fue que empeceí a unirlas para llegar al culmen del proyecto-, veníía pintando sobre baldosas de 11cm x 11cm blancas tradicionales (hoy extintas ya que soí lo producen industrialmente de 20.5cm x 20.5cm). Me gusta el simbolismo de las baldosas; si bien es un material de construccioí n, no es usado para la cimentacioí n sino que es un revestimiento, es decir que aíísla y encapsula del muro estructural y al mismo tiempo, lo protege y adorna. Tambieí n es un acabado, y maí s que la explicacioí n teí cnica de eso, me parece absolutamente poeí tico el teí rmino. Asimismo, si bien son absolutamente resistentes luego de ser instaladas, las baldosas en síí son fraí giles y delicadas, y es en esa dualidad y complementariedad que nos unimos con los papeles escritos. Síganme que ahora es que corremos el riesgo de enredarnos. Para ponerlo en teí rminos maí s concisos: al exteriorizar y perpetuar en papel la manera en la que percibo mi mundo interno, estoy haciendo puí blica la esfera de lo privado para asíí, eventualmente, erradicar esa dual segmentacioí n. Maí s importante auí n, es publicar lo íntimo y prohibido. Lo visceral y lo sexual; la carne y la mierda. Y es, anaí logamente, en el lugar espacial donde eso sucede; lugares que en mi intereí s, tienen en comuí n las baldosas. En el banñ o, donde los desechos son soterrados; en el banñ o como espacio fíísico de resistencia desde lo marginal; en los hospitales que nos aííslan de la muerte y nos purifican de la enfermedad. Lugares cuyo uso de las baldosas cumple la funcioí n