Divinacomedia 1

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partes la corte bienaventurada, de tal modo que cada espíritu pareció más radiante. - ¡Oh Santo Padre, que por mí te dignas estar aquí abajo, dejando el dulce sitio donde te sientas por toda una eternidad! ¿Qué ángel es ese, que con tanto gozo mira los ojos de nuestra Reina, y tan enamorado está que parece de fuego? Con estas palabras recurrí nuevamente a la enseñanza de aquel que se

la r

embellecía con las bellezas de María, como a los rayos del Sol se embellece la estrella matutina. Y él me respondió:

- Toda la confianza y la gracia que pueden caber en un ángel y en un alma, se encuentran en él, y así queremos que sea; porque es el que llevó la palma a María, cuando el Hijo de Dios quiso cargar con nuestro peso. Pero sigue ahora

te

con la vista según yo vaya hablando, y fija la atención en los grandes patricios de este imperio justísimo y piadoso. Aquellos dos que ves sentados allá arriba, más felices por estar sumamente próximos a la Augusta Señora, son casi dos raíces de esta rosa. El que está a la izquierda es el padre, cuyo atrevido paladar fue

Es

causa de que la especie humana probara tanta amargura. Contempla a la derecha al anciano padre de la santa Iglesia, a quien Cristo confió las llaves de esta encantadora flor; a su lado se sienta aquel que vio, antes de morir, todos los tiempos calamitosos que debía atravesar la bella esposa que fue conquistada con la lanza y los clavos; y próximo al otro, aquel Jefe bajo cuyas órdenes vivió de maná la nación ingrata, voluble y obstinada. Mira sentada a Ana frente a Pedro, contemplando a su hija con tal arrobamiento, que ni aun al cantar Hosanna separa de ella los ojos; y frente al mayor Padre de familia se sienta Lucía, que envió a tu Dama en tu socorro, cuando cerraste los párpados al borde del abismo. Mas, puesto que huye el tiempo que te adormece, haremos punto aquí, como un buen sastre, que según el paño con que cuenta, así hace el traje y elevaremos los ojos hacia el primer Amor, de modo que, mirándole, penetres en su fulgor cuanto te sea posible. Sin embargo, a fin de que al mover tus alas no retrocedas acaso creyendo adelantar, es preciso pedir con ruegos la gracia que necesitas, e


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