HISTORIA DEL PERU

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La lana recogida en la sierra y el algodón producido en las yungas se distribuían, fuera de la pequeña cantidad manufacturada por nobles doncellas, en las diversas comunidades, ya para que sus individuos se proveyeran de vestidos, ya para que trabajasen los pedidos por el gobierno. Las demás cosechas conseguidas en las tierras del inca y del Sol se depositaban en tres especies de positos o almacenes establecidos sea en las ciudades, sea en los tambos, los del soberano, los del culto y los comunes; las provisiones de los últimos se repartían en las comunidades si el año era de carestía, y en todo tiempo entre los desvalidos, y cualquier escasez se suplía con las de los otros dos depósitos, especialmente los del Sol. Por esto decía la audiencia de Lima: «todos los dichos tributos y servicios, que el Inca llevaba, eran con color, y para efecto del gobierno y procomún de todos, así como todo lo que se ponía en depósitos, todo se convertía y distribuía entre los mismos naturales». Organización del trabajo.- Los principios del socialismo se aplicaron con señalado rigor en la organización del trabajo que, con excepción de los nobles, fue impuesto a los indios como fuente de la riqueza social y como el tributo que se pagaba al soberano; considerada la pereza como un crimen contra el Estado, fue reprimida con la severidad de las leyes; y el tiempo que los plebeyos no ocupaban en sus quehaceres propios, los cuales tampoco les era permitido desatender, debían emplearlo en el cultivo de los campos asignados al inca y al Sol, en las manufacturas para el ejército, en las obras públicas y en otros servicios de la religión o del gobierno. Los hábiles en minería se ocupaban en el beneficio de los metales, los artesanos peritos en sus diversas manufacturas, los músicos y bailarines en divertir a la corte; los ágiles en la carrera servían de correos, hasta los niños, los viejos y los privados de algún sentido desempeñaban las tareas compatibles con su debilidad y defectuosa conformación; las mujeres ayudaban a sus maridos en las tareas domésticas y a veces en las faenas públicas; los quillacingas, tribu miserable que vivía en la extremidad septentrional del imperio, y otros pueblos degradados por la miseria, que no podían ofrecer al Estado ningún producto apreciable, estaban obligados a presentar a la autoridad canutos llenos de los parásitos, que el desaseo habría multiplicado para su tormento y que alguna vez tuvieron por apetitosa golosina. Todos los trabajos estaban perfectamente reglamentados, sea consultando las conveniencias sociales, sea procurando el alivio de los trabajadores. El cultivo de las tierras principiaba por las del Sol y seguía con el de las pertenecientes a los pobres, huérfanos, viudas, soldados en campaña y personas impedidas por la vejez o la enfermedad, y la preferencia de este cultivo era exigida con tal rigor que, según Garcilaso, hizo

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29/11/2006, 12:15 p.m.


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