La culpa es de la Vaca 2

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yados por la policía, en busca de las facturas y de las „ventas‟ para poderme cobrar impuestos por renta presuntiva y me desbarataron lo poco que había logrado avanzar en la construcción del arca.” Noé acabó su relato y el Señor no dijo nada. Sin embargo, puso su brazo afectuosamente sobre el hombro de Noé y al cabo de pocos instantes la lluvia cesó. El cielo comenzó a despejarse. Apareció un sol brillante y un bello arco iris se desplegó sobre el firmamento. —Señor, ¿significa esto que no vas a destruir a mi país? —preguntó Noé con los ojos esperanzados, aunque todavía llorosos. —No, Noé —respondió Dios con una mirada comprensiva—, no es necesario: alguien ya se está ocupando de hacerlo...

C

OMPARTIR LAS SEMILLAS

En cierta ocasión un reportero le preguntó a un agricultor si podía divulgar el secreto de su maíz, que ganaba el concurso al mejor producto de la región año tras año. El granjero le respondió al periodista que ello se debía a que compartía su semilla con los vecinos. —¿Por qué comparte su mejor semilla de maíz con los vecinos, si ellos también entran en el mismo concurso todos los años? —Verá usted, señor —dijo el agricultor—, el viento se lleva el polen del maíz maduro de un sembrado al otro. Si mis vecinos cultivan un maíz de calidad inferior, la polinización del viento y de las abejas —que van de finca en finca— degradaría constantemente la calidad del mío. Por lo tanto, si voy a sembrar un buen maíz, debo ayudar a que mi vecino tenga uno por lo menos de igual calidad.


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