Cuento kilometros Version II

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El hermano se acercó a Pamela. —¿Comiste? —No, aún no. —Entonces comeremos pizza. ¿Te traigo bebida, algo? —Sí, un vaso de bebida estaría bien. Rodolfo se fue hacia la cocina. Pamela miró a su madre. —¿Cómo te has sentido? Me han dicho que estás enferma. Pero no lo pareces, te veo… bien. La madre no la miraba, no respondía. Pamela siguió hablando. —Hay cosas que no cambian, ¿verdad? Creo que no debí haber venido. La madre la miró con el ceño fruncido. —No me tutees. Pamela asintió sorprendida. Estaba acostumbrada a tutear a la gente, quizá por eso no recordó que a ella siempre la trató de usted. Rodolfo entró con la bebida gaseosa. —¿Tiene azúcar? —dijo Pamela. —Supongo que sí. Es la única que hay. —Ah, bueno, gracias. Bebió un trago largo. Rodolfo se sentó junto a la madre. Miraba a su hermana. —¿Te quedarás? —preguntó de pronto Rodolfo. —¿A vivir aquí? No, ya no. —Pero me dijiste que vendrías por un tiempo. —Un corto tiempo, para ayudarte —miró a la madre—, pero veo que no es tan necesario. Rodolfo se levantó confundido. Mientras caminaba hacia la cocina, dijo: Un pitido largo y continuo

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