Reseña: Sobre el conocimiento de la verdad y la construcción de la memoria histórica

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107 Ella lloró mucho y al final partió para Richmond donde se han casado y lo ha traído a su casa para cuidarlo. ¿Has advertido que pronto no tendremos más nada para ponernos? Ya no se halla un sombrero en todo Richmond. Algunas jóvenes los compran de contrabando, pero eso lo encuentro de pésimo gusto. En este momento, no tenemos derecho de estar mejor vestidas que las otras, y además, los soldados necesitan de cada céntimo. Puede parecer bastante frívolo hablar de estas cosas mientras nuestro querido país está tan amenazado. Dios sabe sin embargo que, si fuera menester, me vestiría con sacos de café. Pero, sin café ¿de dónde sacaría los sacos? Se levantan fortificaciones alrededor de Richmond. Mientras te escribo, multitud de negros pasan por las calles cantando. Han trabajado en las fortificaciones del norte de la ciudad y ahora van a construir las del sur. No parecen preocuparse nada por la proclamación de la emancipación del señor Lincoln. Tu amiga, Agnes P.D. He asistido a la última recepción del señor Davis. Había una multitud, todo el mundo vestido de gala. Sabrás que como nos ponemos pocas veces nuestros vestidos, están todavía muy presentables. Yo tenía mi vestido de seda gris con once volados, el que me encargué para la última recepción de la señora Douglas; y, a propósito: ¿adivina quién se hallaba en la batalla de Williamsburg, entre el estado mayor del general McClellan? El príncipe de Joinville, con quien bebiste vino rosado en la recepción dada en honor de los japoneses, en casa del barón de Simbourg. ¡Todo eso parece tan lejos! ¿Recuerdas? El príncipe de Joinville me acompañó a una recepción en lo de un presidente y, ahora, asisto a una velada en la casa de otro y lo oigo tranquilamente contar que una rata, si es bien gorda, es tan buena como una ardilla, y que de todas maneras no podremos jamás pagarnos carne de mula. Ha agregado que puede ser que venga el día en que las ratas sean muy solicitadas. Toda tuya Agnes

Los sombreros del bloqueo:

5 de marzo de 1863. Una vez más he pedido un empleo cualquiera, pues eso me parece necesario para hacer vivir a la familia. Con varias de mis amigas, nos hemos puesto a fabricar jabón para vender, a fin de procurarnos la ropa indispensable. Una dama de mis relaciones, que, antes de la guerra, vivía holgadamente, ha tenido


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