conVersos nº 22

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Poeta a la carta / Wang Wei

Según la cosmovisión china, el universo es un sistema armónico de resonancias, y la poesía es la encargada de revelar las relaciones secretas que hay entre las cosas. Dicho de otro modo: la poesía china centra toda su atención en cómo las cosas se relacionan entre ellas, y no en las cosas en sí mismas. Este cambio radical de perspectiva (respecto a Occidente) es un elemento clave para comprender el elusivo pensamiento chino y también para acercarse a la poesía de Wang Wei. Esta manera de ver es, creo, la responsable de provocar en el lector la extraña sensación de haber estado en un sitio donde en realidad jamás ha estado, o de encontrarse fuera del tiempo.

aureolado de suaves neblinas; las montañas redoblan sus detalles de esmeralda, mientras el sol, que lanza rayos oblicuos, parece muy cercano. Al amanecer, los picos se desprenden de la noche; en la luz naciente, donde aún se entretejen colores confusos y la nieve plateada, mengua una luna vaporosa. Al atardecer, en el horizonte dorado por el ocaso, unas velas corren sobre el río. La gente se recoge apresuradamente, las casas tienen las puertas entornadas.

Claro que para que la lectura suscite tales impresiones, al otro lado del poema debe haber, por fuerza, un artista que posea una percepción lo suficientemente aguda como para captar y penetrar los significados ocultos en las cosas. En ese sentido, Wang Wei, que era un artista interdisciplinar, se encontraba en una posición privilegiada, tal y como se puede apreciar en este fragmento del Shanshui fu (unas notas sobre el arte de la pintura) donde el pintor observa las variaciones de la atmósfera y los cambios de tono en los paisajes:

La poesía china se vale de la naturaleza para reflejar el estado de ánimo del poeta. Atiende, por tanto, a la correspondencia que se da entre el mundo externo y el mundo interno del poeta. Es importante subrayar que esta relación funciona en ambos sentidos, es recíproca. Como en un juego de espejos, la imagen y su reflejo se desdoblan en infinitas imágenes, algo parecido a la emisión de una palabra y su eco, cuyas vibraciones se multiplican hasta el punto de que nos es imposible distinguir entre la palabra y el eco. De hecho, estrictamente hablando, para la conciencia china, la distinción entre la emoción y el paisaje responde a una pura cuestión nominativa, ya que ambos son aspectos indisociables en la realidad.

Bajo la lluvia no se distingue ni cielo ni tierra, ni este ni oeste. Cuando sopla un viento sin que llueva, la mirada es atraída sobre todo por las ramas de los árboles que se agitan. Los días de lluvia sin viento, en cambio, los árboles parecen aplastados; los transeúntes llevan sus sombreros de lluvia y los pescadores sus abrigos de paja. Después de la lluvia, las nubes se desvanecen y asoma un cielo azul

No hay que olvidar que para el taoísmo, todas las cosas que hay en el universo pertenecen simultánea e interdependientemente a tres categorías: son lo que son, son lo que no son (lo contrario), y son lo que son y lo que no son a la vez. O sea, la emoción es la emoción, la emoción es el paisaje, y la emoción es el paisaje y la emoción, al mismo tiempo. Para expresarlo, quizá, con mayor claridad, emplearé el par “uno y múltiple”: 7


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