la entrega personal se encuentra con las vicisitudes, las fortalezas y las fragilidades ajenas. Competir con los demรกs empieza por hacerlo con uno mismo y junto a los otros. Y en ello, la serenidad y la concentraciรณn son determinantes. Ni siquiera la brillantez de lo esporรกdico, la irrupciรณn en el instante decisivo, siendo imprescindibles, suplen esta permanente celebraciรณn de la insistencia, la persistencia y la coherencia. Son su fulgor. Hay deportes, a su vez, en los que el ejercicio, del cuerpo y del espรญritu, se las ve muy especialmente con el azar, la materialidad y la discontinuidad del movimiento. La maravillosa modalidad de lo que al respecto supone la figura y la acciรณn de un balรณn, o de una pelota, convierte la danza, a su vez, en una activa contemplaciรณn y en una cierta dependencia. La de una referencia de lo que no se limita a correr su propia suerte, mientras, a la par, queda sometida a la intervenciรณn de los jugadores y a toda clase de inclemencias y de contactos. Y ello impone alguna necesidad. El jugador no solo ha de jugar, ha de conjugar su voluntad y su deseo con la indeterminaciรณn que no se reduce a la intervenciรณn propia y que impone sus propias condiciones.
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