CINCUENTA AÑOS DE LA OFICINA REGIONAL DE CIENCIA Y TECNOLOGIA

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mayor altitud, el Laboratorio de Física Cósmica de Chacaltaya, a 5.230 mts. En 1957 se organizó allí una Reunión de Representantes de Laboratorios Latinoamericanos de Grandes Alturas, en la que, entre otros temas, se abordó el estudio de la colaboración que dichos laboratorios podrían aportar para, de forma conjunta, contribuir al Año Geofísico Internacional. Previamente, en 1955, el Centro había organizado un Simposio Internacional sobre los Rayos Cósmicos en Guanajuato, México.

2.6. - Los antecedentes de los Centros de Investigación

El proceso que condujo a la creación de Centros de investigación y formación en ciencias básicas es de larga data. En particular, a nivel general de UNESCO, dicho proceso se inició casi en forma concomitante a la de la propia constitución de la Organización y, si bien en América Latina puede caracterizarse a los ’60 como la década de los centros, algunas acciones concretas, que sirvieron como antecedentes, fueron realizadas en el transcurso de los años ’50. Precisamente en 1950, la 5ª Sesión de la Conferencia General de la UNESCO, realizada en Florencia, autorizó al Director General de la Organización a “asistir y apoyar la formación y organización de centros regionales de investigación y laboratorios, para incrementar y hacer más fructífera la colaboración internacional de científicos, en la búsqueda de nuevos conocimientos en los campos donde el esfuerzo de un país cualquiera de la región es insuficiente para esa tarea.” Tal como se desprende de lo antedicho, la participación de UNESCO pretendía ser, más que ejecutiva, catalizadora. Al finalizar la década del ‘50 diversos núcleos latinoamericanos impulsaron la idea de concretizar esfuerzos en aras de alcanzar una cooperación regional de la que, en el terreno científico, se tenían ya pequeñas pero alentadoras experiencias. Este impulso, a diferencia del que en Europa había fructificado, no encontró en el ambiente de América Latina las mejores condiciones para su desarrollo. La idea de la cooperación científica no pareció interesar mayormente a una gran parcela de los gobiernos latinoamericanos – en los que, por otra parte, los científicos no habían logrado tener mayor influencia. En este sentido, Torrens (1973: 2-3) llama la atención para el hecho de que “La comunidad científica, carente de tradición, de conciencia comunitaria y constituida por pequeñas ínsulas, frecuentemente disociadas de los

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