EL LIBRO DEL SOL EL (DE SOLE) SOLE) de Marsilio Ficino
Texto traducido por: Conchita Morera Bajo la supervisi贸n de: Mariano Aladr茅n
©Mariano Aladrén y Conchita Morera Primera edición: mayo de 2008
Printed in Spain Depósito legal: Z – 2218 - 2008 Impresión y encuadernación: Mariano Aladrén Diseño y composición: Conchita Morera y Mariano Aladrén
Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares de copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.
EL LIBRO DEL SOL (DE SOLE) de Marsilio Ficino
INTRODUCCIÓN
El libro del Sol representa la culminación de la vida y la obra de Ficino. Publicado en 1494, cinco años antes de su muerte, es el ejemplo supremo de la mayor síntesis de Astrología, Religión y Filosofía a la que Ficino dedicó su vida, e ilustra su habilidad para traspasar toda su experiencia mística más profunda, dentro de una prosa lúcida y con autoridad. En la “Dedicatoria a Piero de Medici”, Ficino nos dice que el origen de este trabajo es la metáfora del Sol en la “República de Platón”, y que se inspiró en Pseudo Dionisios sobre el mismo tema1 en el nuevo trabajo de Ficino, sobre de la República destinado a la tercera edición de su traducción de Platón promovida por Piero. En una “Apología” a Filippo Valori, Ficino solicita a Valori, entonces Embajador de Florencia en el papado, que le defienda de las futuras acusaciones de herejía derivadas de sus dos trabajos cortos sobre el “Sol” (De Sole y De Lumine), para las que él ya 1
Ficino se refiere a las autoridades que se mencionan a lo largo de este texto. No damos las referencias exactas a determinados pasajes de sus trabajos: en preparación una edición más crítica por la Compañía de Atrólogos. a. Dionisio el Areopagita: Neoplatónico cristiano, fl 350-500 A.D. Ficino tradujo su Jerarquías Celestes y también Los Nombres de Dios. b. Jamblico de Calcis: c. 250-325 AD. Neoplatónico más interesado en los ritos prácticos y el teurgio que en la especulación teórica. Ficino tradujo y comentó su De mysteriis Aegipitorum. c. Heráclito: fl. c. 500 BC. Sabio griego que escribía en fábulas. d. Proclo Diadochus: 410-485 AD. Cabeza de la escuela neoplatónica de Atenas. Ficino tradujo su Sobre el sacrificio y la Magia. e. Claudio Ptolomeo: fl. 121-151 AD en Alejandría. Astrónomo, astrólogo y matemático. (ver Sobre el Conocimiento de las cosas divinas). f. Macrobio: fl. 400 AD. Neoplatónico cuyo Comentario al Sueño de Escipión fue el libro-fuente más importante del Platonismo en el Occidente latino. g. Juliano el Apóstata; b.332 BC. Astrónomo griego que promovió las medidas y distancias estimadas del Sol y la Luna. i. Averrores; Abu al-Walid Muhammed ibn Ahmad 1126-1198 AD. Filósofo Islámico español muy renombrado, físico y astrónomo, conocido especialmente en la Europa Medieval y Renacentista por sus Comentarios sobre Aristóteles.
estaba preparado; precede el “De Sole” con un prefacio al lector en el que explica de qué manera debía interpretarse su libro, en un sentido alegórico y anagógico, más que en un sentido dogmático (en un sentimiento reflejado en una carta a Poliziano, datada del 20 de agosto de 1494). De hecho, De Sole no está carente de material para invocar el hambre de los teólogos, y una de sus posibles acusaciones, es el propio Ficino quien la anticipa en una carta a Bernardo Rucella2 –algunas de sus palabras sobre la creaciónescribe Ficino – podrían ser “malinterpretadas” e incluso interpretadas como una contradicción al texto del Génesis (ver capítulo X). En su libro3 sobre el Sol y su luz, existen ciertos pasajes que también se encuentran en otros trabajos de Marsilio4. Pero ya que el autor mismo escribió este compendio como un deseo de presentarlo y hacerlo accesible a aquellos que no habían tenido la posibilidad de adquirir este extenso volumen, nosotros deseamos no alterar absolutamente nada de él. Cada día voy detrás de una nueva interpretación del trabajo de Platón que se inició hace algún tiempo bajo sus auspicios, ¡Oh magnánimo Piero!, y, (como ya sabes) lo expongo con distinciones de términos más frecuentes y con amplios argumentos por la extensión que requiere el tema en sí mismo. Por lo tanto, cuando últimamente volví a retomar ese misterio Platónico en el que compara, de la forma más exquisita, el Sol con el mismo Dios, me pareció que debía explicarse un asunto tan importante de una manera completa, especialmente desde Dionisio “El Areopagita”, el primer platónico, cuya interpretación tomo en mis manos y que adopta libremente una comparación similar del Sol con Dios. Sin embargo, mientras trabajaba muchas noches, iluminado por este Sol como si fuera mi lámpara, pensé que debía descartar el tema elegido de mi gran trabajo y crear con él su propio compendio, y enviarle a usted este misterio del Sol – como un regalo de Febo, por dos razones: la primera por ser el más sutil estudiante de Febo, líder de las Musas; y segundo, porque considero adecuado dedicarle esta nueva interpretación de Platón, completa, como patrón de las Musas, de forma que mientras tanto, por medio de esta luz, que es como la de la Luna (como la del Sol a la Luna), usted pueda augurar la naturaleza de esta obra platónica; y si en algún momento le gustó mi Platón, o más bien el suyo, porque lo ha sido durante mucho tiempo, es posible que amablemente y por medio de esta luz, pueda amarlo mucho más ardientemente y abrazar a su amado con toda su mente.
2
Ficino, opera Omnia (Basle 1576) 958 ibid. 965-975. Esta traducción se completó por miembros del grupo de traducción Latina de la Compañía de Astrólogos de Londres. 4 Ver en particular, Orphica comparatione Sole ad Deum, Op. om. 825 f. 3
CAPITULO I
MARSILIO FICINO AL LECTOR
Que este libro es alegórico y anagógico más que dogmático.
¡Oh magnánimo Piero!, existe un precepto Pitagórico realmente divino que dice que los misterios y las cosas divinas no están hechas para hablar de ellas sin luz. Por estas palabras entiendo que un hombre sabio no sólo es el que considera que nada debería aventurarse sobre las cosas divinas a menos que se haya llegado tan lejos que la luz de Dios, revelada por sí misma, inspire las mentes; sino que también parece prevenirnos en el caso de que nos acerquemos hacia la luz oculta de las cosas divinas, ya sea para recibirlas o revelarlas, sin la mediación de la luz manifestada. Por tanto, y por el momento, avanzaremos de lo manifestado hacia lo oculto, no tanto mediante argumentos racionales, sino por mediación de ciertas correspondencias arrojadas desde la luz según nuestras capacidades. Mientras tanto, sea cuidadoso el lector, indulgente conmigo – sólo alerta de los Apolonios, como si fuera una licencia poética previa al Sol, mientras se me permite un contenido más serio y (como dirían los griegos) dogmático. He prometido un trabajo alegórico; un ejercicio místico de ingenio, en el nombre de Febo, el ordenador de los juramentos, cuyos regalos son éstos. Las Musas nunca disertan con Apolo, sólo cantan. Y por supuesto, incluso Mercurio mismo, el primer artesano del argumento, aunque pueda discutir de forma muy densa con Saturno o Júpiter, sin embargo con Apolo sólo juega, siendo sus gestas, no sólo batallas, sino también divinas. Quizá nuestro juego no sea luchar ahora ya que, habiendo completado este nuestro preludio sobre la luz, iremos más allá de la luz con la afortunada inspiración de la Bondad en sí misma, es decir, de Dios desde las Alturas.
CAPÍTULO II
CÓMO LA LUZ DEL SOL ES SIMILAR A LA BONDAD EN SÍ MISMA, DENOMINADA, DIOS.
Nada recuerda más a la naturaleza de la Bondad que la Luz. Primeramente, la luz aparece muy pura y exaltada en el reino de los sentidos. En segundo lugar, de todas las cosas es la que irradia más fácil y ampliamente al instante. En tercer lugar, calienta todo lo que se encuentra y lo penetra muy suave y placenteramente. En cuarto lugar, lleva en sí misma un calor nutritivo que lo endulza todo, mejorando la vida y el movimiento. En quinto lugar, mientras está presente y contenida dentro de todas las cosas, nada la empuja ni puede mezclarse con nada. Del mismo modo, la sabiduría en sí misma permanece por encima del orden completo de todas las cosas, se esparce ampliamente y acaricia y lo atrae todo. No fuerza nada; como el calor, emana amor por todas partes, como si fuera su compañero, y por medio de él, la más mínima cosa llega a todas las direcciones y admite voluntariamente su Bondad. Penetra hasta la parte más interna de las cosas, y sin embargo, no se mezcla con ninguna. Finalmente, como la Bondad en sí misma es inestimable e inefable, podemos asegurar que es luz. Ninguno de los filósofos hasta ahora había explicado lo siguiente: que nada, en ningún lugar, es más claro que la luz; pero por otro lado, nada aparece más oscuro, al igual que la Bondad, que es al mismo tiempo lo más preciado de todo y lo menos preciado. Por esta razón, Jamblico el Platónico, acaba refiriéndose a la luz como una cierta vitalidad activa e imagen poco clara de la inteligencia divina. El rayo que irradia más allá del ojo, es en sí mismo, la imagen de la visión. Así que quizá también la luz es la visión del alma celeste, o la acción de la visión alcanzando las cosas del exterior –actuando desde una distancia, sin abandonar todavía el cielo, pero permaneciendo ahí, sin mezclarse con las cosas externas, actuando al momento por medio de la visión y el tacto. Hasta el momento estábamos acostumbrados a hablar de la luz como una traza de la luz universal, que se nos ofrecía en sí misma a nuestros ojos en una proposición determinada; o sin duda, como un espíritu vital entre el alma del mundo y el cuerpo – pero ya hemos dicho suficiente sobre esto en la Teología5. Así que cuando alguien quiera hacer en sus estudios un serio intento para postular, diciendo que hay muchas mentes angélicas por encima del cielo, como luces cuyas órdenes relacionan a ambos, uno y otro y con un solo Dios, el Padre de todas las luces, ¿cuál será el punto de seguimiento de las investigaciones a lo largo de estos caminos? Sólo hay que mirar al cielo, ruego ¡Oh ciudadano del reino celestial! a ese cielo que manifestando un orden tan perfecto, declara, nítidamente, que Dios es su creador. Cuando se mira arriba, a las cosas celestes, el firmamento anuncia rápidamente 5
Ficino, Teología Platonica. Modern ed. trans. R. Marcel, Théologie Platocienne de l’immortalité del âmes 2 vols. (Paris 1964)
la gloria de Dios y la obra de sus manos a través de los rayos de las estrellas y de los aspectos o inclinaciones de sus ojos (miradas). Por encima de todo Sol vemos la capacidad de manifestarse de Dios mismo a cada uno de nosotros. El Sol nos ofrece signos, y ¿quién podría decir que el Sol es falso? Finalmente, las cosas invisibles de Dios, es decir, los espíritus angelicales, son más potentes vistos desde la inteligencia a través de las estrellas, y por supuesto, las cosas eternas – la virtud y la divinidad de Dios – pueden verse a través del Sol.