El Profesional N° 472

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TURISMO FLUVIAL

Europa por aguas tranquilas. Desde hace algunos años, está de moda visitar y recorrer los ríos y canales navegables que tanto abundan en el Viejo Continente. Por Germán Martínez Ibarguen. Fotos Shutterstock

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iversos canales se construyeron en Europa en el siglo XV para unir ríos y, así, transportar mercancía en grandes cantidades y sin un costo elevado entre los países. A partir de la Primera Guerra Mundial, estas vías marítimas son utilizadas para que los turistas naveguen y disfruten de bellos paisajes, que de otra forma serían imposibles de apreciar. A principios del siglo XXI, el turismo fluvial dio un salto significativo. La búsqueda de tranquilidad por parte de los ciudadanos, que soportan la presión de demográfica de las grandes capitales, se volvió más intensa. Necesitaban, al menos durante unos pocos días, desconectarse de la vorágine diaria, tanto física como espiritualmente, y dejarse llevar por las aguas tranquilas. Este tipo de recorrido ecológico es ideal para diversas actividades al aire libre, así como otras más relajantes y bucólicas como caminatas, montar a caballo, paseos en bicicleta, picnics en el campo, pesca de río y observación de los astros. Solo entre Francia y Alemania existen cerca de 16.000 kilómetros de vías navegables. El alquiler de los barcos más baratos, con todos los equipamientos, comodidades y seguros necesarios, cuesta alrededor de 100 euros por persona, por día. El contrato mínimo es de una semana. Por ello, las empresas dedicadas al alquiler de lanchas y pequeños barcos han proliferado. No es necesario ningún tipo de permiso para surcar las aguas de estos ríos y canales, pero siempre hay que tomar en cuenta ciertas precauciones, como cerrar las esclusas (compartimento cerrado dentro de un canal para au-

mentar o disminuir el nivel del agua) después de pasar por ahí. Este tipo de barreras son parte integral del paisaje fluvial, así como del folklore de la navegación sobre estos estrechos marítimos. Estas verdaderas obras maestras de arte son, a menudo, el lugar de descubrimientos y encuentros. Numerosas casas de escluseros están aún habitadas y sus propietarios no dudarán en mostrarlas con agrado.

LE CANAL

Francia es, sin lugar a dudas, el país estrella en este tipo de excursiones, sobre todo por las numerosas regiones que cuentan con vías navegables. Se puede viajar por las aguas desde Marsella, en el Mediterráneo, hasta Le Havre, en el Canal de la Mancha, pasando por Lyon y París, sin necesidad de rodear la península Ibérica. Los principales afluentes navegables en todo su curso son el Garona, el Ródano-Saona, el Rhin y el SenaOise-Marné. En cambio, su río más largo, el Loira, solo se puede recorrer en su cuenca inferior, pues es uno de los pocos torrentes de Europa que no ha sido modificado con represas, drenados, ni encauzados. Algunas significativas vías acuáticas comunican esos ríos y crean una red única y continua. Uno de ellos es el Canal del Mediodía, declarado Patrimonio Mundial por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en 1996. También existe el Canal Ródano-Sete, que une el Garona y el Ródano, y comunica Burdeos, Toulouse, Aviñón y Marsella. Por su parte, el Rhin-Ródano comunica el Mediterráneo y Lyon con Mulhouse y Estrasburgo, así como Alemania a través del Rhin y Europa

Central por el Danubio. El Canal del Este une el Ródano con el Mosela y Metz. Las vías marítimas del Marné unen el Ródano con el Mosela, el Marné-Sena y Bélgica. El Canal du Centre, Canal Lateral del Loira, Canal de Briare y Canal de Loing, que recorren el centro de Francia y bordean el Loira para llegar al Sena y París. El Canal de Borgoña, más directo que los anteriores y que une París y Lyon por el Sena y el Ródano. El Canal del Marne que une este río con el Rhin y que comunica París y Estrasburgo. Finalmente, el Canal del Norte une París y Bélgica. El Canal Dunkerque-Escaut, corre paralelo al mar y une Francia y Bélgica. Y los Canales de Saint Quentin y del Sambre al Oise, también unen el norte de Francia y Bélgica.

VÍAS BAJAS

En los Países Bajos, el turismo fluvial es casi tan común como pasear y conocer las calles y avenidas. Navegando por los canales de Flandes, Bélgica, podrá visitar y conocer reservas naturales, ciudades históricas, mercados típicos y museos. Además de apreciar su artesanía, degustar las más de 650 variedades de cerveza y su gastronomía a base de papas fritas y mejillones. La vía acuática más importante es la que une el Mar del Norte, en Dunkerque, con la capital del país, Bruselas, que atraviesa los centros históricos de elegantes ciudades, como Gante y Brujas, conocida como la Venecia del norte. En Holanda la navegación también es una forma de vida. Basta con darse una vuelta por Ámsterdam para tomar cuenta de la cantidad de barcos-casa que se encuentran en sus canales. Sacando provecho de su orografía totalmente plana —vale recordar que su monte más alto, Va-

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alserberg (Monte Vaals), por no decir colina, no supera los 321 msnm— los holandeses han trazado una red fluvial tan trascendental como su sistema de carreteras y pistas para automóviles y bicicletas. Se puede decir que uno puede trasladarse a cualquier parte del país sin necesidad de tocar tierra firme. Por su parte, Inglaterra cuenta con un cause natural: el Támesis. Con sus nobles aguas, nos invita a un apacible viaje por la verde campiña, donde los coquetos pueblos han mantenido esa autenticidad, muy al estilo Old England. A través de sus aguas, los viajeros pueden descubrir Oxford, la universidad más antigua de Inglaterra. Y un poco más al sur Windsor, con su Palacio Real y su Hipódromo de Ascot, conocido tanto por sus carreras de caballos como por sus elegantes y despampanantes sombreros femeninos. A la entrada de Londres se podrá pasear por el campo de competencias fluviales más famoso del mundo —con una longitud de 6.779 metros— que va desde Putney hasta Mortlake, pasando por Barnes y Hammersmith. Cada año, desde 1829, las embarcaciones a remo de las universidades de Oxford y Cambridge compiten entre sí en una apasionante regata. Las regiones de Mecklenburg y el Brandenburg, en el norte de Alemania, junto con los alrededores de Berlín y la histórica Potsdam parecen sacadas de un cuento de hadas. Están formadas por más de 1.000 lagos entrelazados por apacibles vías navegables, donde islas, castillos y pueblos medievales se abren paso y esperan ser descubiertos por los marineros de agua dulce. Este terreno, que cuenta con bosques de pino, viejos bosquetes y campos de maíz, es perfecto


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