Clínica Veterinaria n. 100

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ASPECTOS ANATOMOFISIOLÓGICOS DE LA RODILLA La rodilla es una articulación diartrodial compuesta, ya que está formada por la articulación entre los cóndilos del fémur y la tibia (articulación femorotibial) y la articulación entre la tróclea femoral y la patela (articulación femoropatelar) 12. La figura 1 presenta una breve descripción anatómica de la rodilla del perro. El LCCr tiene una ubicación intraarticular y se extiende desde la superficie intercondílea, originándose en la cara medial del cóndilo femoral lateral, hasta insertarse en el área intercondilar central craneal de la tibia (Figura 2). Este ligamento tiene una forma de espiral en 90°, dado por la orientación que poseen sus fibras al insertarse en el fémur y la tibia. Está compuesto por dos porciones: fascículo anteromedial (AM) y el posterolateral (PL). El primero se presenta

Bruno Benetti Junta Torres

tener origen en causas traumáticas (agudas) o degenerativas (crónicas). Ambas pueden estar correlacionadas, ya que la debilidad del ligamento debido a la degeneración, permite que este se rompa con mayor facilidad, una vez que sufre un esfuerzo físico intenso. Los perros de mayor tamaño están más predispuestos y, además, en perros Chow Chow, Labradores, Rottweiller y Boxer, una angulación mayor del plato tibial sería el origen una mayor incidencia de RLCCr 4,5. Después de la RLCCr habrá una pérdida de la estabilidad articular de la rodilla, pudiendo dar origen a sinovitis, lesión de meniscos, EAD y, consecuentemente, pérdida funcional del miembro afectado. El diagnóstico clínico se puede realizar mediante las pruebas de cajón anterior y de compresión tibial, que permiten comprobar el desplazamiento craneal de la tibia. La radiografía, la ecografía, la artroscopía, la tomografía y la resonancia magnética son herramientas diagnósticas complementarias útiles, aunque no deben sustituir un meticuloso examen clínico 2,6. Durante más de 40 años la búsqueda de un tratamiento ideal para la RLCCr ha sido motivo de controversias, debido a la disparidad de los resultados obtenidos a través de los diferentes tratamientos propuestos. El único consenso al que se llegó, es que el tratamiento quirúrgico ofrece mejores resultados que el conservador 3. Se han desarrollado muchas técnicas quirúrgicas para intentar reconstituir la función articular y para prevenir las alteraciones degenerativas que llevan a la claudicación crónica. Todas las técnicas tienen como objetivo restaurar la estabilidad de la articulación de la rodilla, tanto a través de procedimientos intracapsulares, extracapsulares, por nivelación del plato tibial, o bien por avance de la tuberosidad de la tibia 3,7-9. En este sentido, cabe destacar que en los casos de un compromiso funcional irreversible, la utilización de las prótesis de rodilla, aparece como una opción prometedora en un intento por conservar el miembro lesionado 10,11. El presente trabajo tiene como objetivo revisar los aspectos anatomofisiológicos de la articulación de la rodilla del perro, analizar la etiopatología, los métodos diagnósticos y las técnicas tradicionales y nuevas para el tratamiento de la RLCCr.

Figura 1 - Representación esquemática de las estructuras anatómicas de la rodilla del perro – vista craneal

tenso tanto en la flexión como en la extensión, en tanto que el segundo (PL) solo lo hace en la extensión, relajándose durante la flexión. Por esta razón, el fascículo anteromedial realiza el control primario contra el movimiento de cajón craneal, impidiendo la hiperextensión de la rodilla 2,13. Los otros elementos responsables de la restricción secundaria y que impiden el movimiento cráneo caudal, son: la cápsula articular fibrosa (retináculo), los meniscos medial y lateral, los ligamentos colaterales medial y lateral, la fuerza dinámica de la musculatura y el formato de las superficies articulares del fémur y la tibia. Ante la ausencia de los ligamentos cruzados, la restricción secundaria por sí sola, no es capaz de prevenir el movimiento cráneo caudal anormal 2,14. El ligamento cruzado caudal (LCCd) tiene también una localización intraarticular, y evita el desplazamiento caudal de la tibia 14. Tal como sus nombres lo indican, ambos ligamentos se cruzan durante la flexión, limitando el grado de rotación interna de la tibia en relación al fémur. Esa interacción también limita el movimiento varo valgo de la rodilla flexionada 13. Los mecanorreceptores y las terminaciones nerviosas de las interfibras ligamentosas, actúan como un mecanismo propioceptivo, previniendo la extensión o la flexión excesiva, a través de la estimulación o la relajación de los músculos que dan soporte a la articulación 13,15. El aporte sanguíneo de los ligamentos cruzados, tiene origen en microvasos de los tejidos sinoviales que recubren los ligamentos, y que se originan de la arteria geniculada. El núcleo central de la porción media de cada ligamento está menos vascularizado 2,16. En su trayecto, el ligamento colateral no genera fibras

Clínica Veterinaria, Año XVII, n. 100, septiembre/octubre, 2012

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