Kinfairlie 02o

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CLAIRE DELACROIX

LA ROSA DE HIELO

—No creo que seas tú quien me juzgue. ¿Ya no confías en mí, hermano mío? —Hace tiempo me enseñaste que eso era una locura. —El mayor sofrenó a su caballo dentro del círculo para confrontar al otro bajo la lluvia. El tabardo de Nicholas, empapado como estaba, ya no parecía tan magnífico; también el oro de su pelo parecía más deslucido. Puesto que nunca le había gustado que lo vieran salvo con su mejor aspecto, clavó en Erik una mirada ceñuda, como si él hubiera convocado a la lluvia. Luego esbozó una sonrisa burlona. —Tardaste tanto tiempo en aprender esa lección que llegué a pensar que no la entenderías nunca. —Es menos malvado pensar bien de tu propia familia que pensar mal — observó Erik, en tanto levantaba la espada en desafío. Nicholas le lanzó un mandoble con súbita furia; las hojas resonaron al chocar. El movimiento defensivo de Erik fue tan veloz que desvió el acero de su hermano. —Siempre has sido más rápido que un demonio —dijo Nicholas. Y atacó otra vez. Pero en esa oportunidad hirió al caballo de Erik. Su hermano juró por lo bajo e hizo lo posible por desviarle la espada, pero estaba más allá de su alcance. El caballo, alcanzado en el cuello, lanzó un relincho de miedo, que Nicholas celebró con una risa. Aunque la herida era leve, el animal estaba asustado y los ojos de su atacante revelaban una intención mortífera. Erik se lanzó al suelo desde la silla; le bastó con tocar los flancos del palafrén para que la bestia huyera. Se ensanchó la sonrisa de su hermano. —Ahora estamos más a la par —dijo. Y atacó nuevamente. Los aceros resonaron y se trabaron una y otra vez. El caballo de batalla bailoteaba de costado, resoplando, obligado por su jinete a moverse en círculos en torno a Erik. Nicholas impulsó la espada hacia abajo, por detrás de su hermano, y le cruzó con un tajo la cara posterior de los hombros. Erik giró y casi desmontó a su hermano con auténtica fuerza. Eso le dio una idea. No se atrevía a descargar toda su potencia por no herir al caballo, pero aguardó a que Nicholas lanzara otro mandoble para mover el acero hacia arriba, con súbito vigor. Su hermano lanzó un grito de dolor, alcanzado en la cara interior del brazo. En sus ojos hubo un destello colérico; de inmediato lanzó una estocada hacia abajo, con peligrosa fuerza. Erik se agachó para pasar bajo el enorme corcel y empujó hacia arriba el pie de su hermano por el lado opuesto, al tiempo que lo arrancaba del estribo. Bastó eso, sumado al impulso del propio Nicholas, para que el jinete cayera a tierra. Rodó al caer, lanzando una maldición, y se levantó con los ojos entornados. Su caballo de batalla huyó colina abajo, haciendo flamear las bridas hacia atrás. Erik cometió el error de mirar a la bestia. En ese único segundo en que apartó la vista, Nicholas le asestó una estocada. Su hermano vio el destello del acero en la periferia de su campo visual y dio un brinco hacia atrás.

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