Antropología de la acción directiva

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comunicaciones. Un ejército de ignorantes no sirve, aunque sean heróicos (es lo que pasó en las Malvinas)5. Dirigir no es simple autoritarismo; no significa tan sólo mandar hacer algo. La idea del jefe imperioso, inflexible, inasequible a cualquier debilidad, dotado de un carácter de acero, estuvo de moda en la época del taylorismo. Ahora bien, insistimos, el que pretenda dirigir así no puede hacerlo más que castigando y obligando. No es lo mismo obedecer libremente que hacerlo a la fuerza, pero es mejor obedecer libremente, porque cuando el hombre obedece de la otra manera no mejora, sino que más bien se estropea, con lo que su rendimiento se limita; lo más que se puede esperar es que sea estable, pero así se cae sin remedio en la rutina. Es, repetimos, lo que ocurre con las cadenas de montaje. Las cadenas de montaje fueron un gran hallazgo porque aumentan la producción. Sin embargo, son una forma de la división del trabajo muy poco humana. De una división del trabajo así concebida sólo pueden salir productos iguales. Por ejemplo, el famoso Ford modelo T, que fue el primer coche popular fabricado en los Estados Unidos. El viejo H. Ford puso en práctica las ideas tayloristas de organización con éxito. Sin embargo, para producir automóviles de otros modelos más avanzados, es preciso recurrir a la inventiva de los ingenieros, pues la modificación de las piezas y de su acoplamiento en la cadena de montaje es un asunto técnico que supera la capacidad de los obreros que sólo participan en una parte del proceso. No cabe pedir a esos obreros que sean innovadores o creativos (tampoco se esperaba que lo fueran).

5.

Cabe preguntar qué ocurre después de la muerte con los hábitos adquiridos. Según la doctrina católica, aparte de los hábitos adquiridos, que son perfecciones de la naturaleza que se siguen de la acción, hay otros hábitos que se llaman infusos; son hábitos que el hombre no puede adquirir con sus actos, sino que Dios le otorga; son los hábitos sobrenaturales: la fe, la esperanza y la caridad. Dice San Pablo que de estos tres desaparecerán la fe, la esperanza; sólo quedará la caridad. ¿Por qué? Si hay visión, la fe no hace falta; si se ha alcanzado a Dios desaparece la esperanza y (si no se ha alcanzado, también). Entonces quedan la caridad y la visión. Así pues, hay otros hábitos. Pero en una antropología de la dirección no los consideramos (en todo caso, serían objeto de una teología de la acción directiva). Por otra parte, si el alma es inmortal, los hábitos la siguen; el alma es inmortal acompañada por los hábitos; haber ganado el tiempo se prolonga en la eternidad. Cuestión controvertida es si se puede seguir creciendo post mortem. Es posible que sí; hay teólogos que lo niegan porque piensan que después de la muerte el hombre alcanza una situación final. Pero como Dios es insondable, cabe que el hombre profundice más en El. Una breve demostración de la inmortalidad del alma, muy clásica por otra parte, se contiene en Quién es el hombre, libro ya citado. Aunque se requiere el conocimiento de la ética de la dirección para culminar la antropología, habrá que dedicarle otro curso. Ahora no nos detendremos en el valor ético de la acción directiva. Téngase en cuenta que el hábito más propio de la acción directiva es la prudencia; un hábito difícil de estudiar porque tiene muchas dimensiones.

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