Signos de Vida 60

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Punto clave en cualquier apreciación de los intensos debates que acompañaron la conquista de América tiene que ser la experiencia histórica concreta, real, de los vencidos. indiano, sin someter esa visión al crisol de fuego de sus consecuencias históricas para la existencia de los seres a cristianizarse y civilizarse. Estos permanecen siempre como objetos de las diatribas; nunca logran emerger como sujetos y protagonistas históricos. La historia es, empero, más cruel que los debates sobre la crueldad: Mientras se llevaban a cabo las disputas teóricas entre teólogos, juristas, oficiales de la corte y de la iglesia, procedía irreversiblemente el trágico quebrantamiento de las antiguas culturas indígenas y el aniquilamiento de los pobladores autóctonos. Punto clave en cualquier apreciación de los intensos debates que acompañaron la conquista de América tiene que ser la experiencia histórica concreta, real, de los vencidos. Es difícil sustentar la peregrina tesis de que los relatos de sus vejaciones no son sino una “leyenda negra” creada falazmente por los enemigos protestantes, ingleses y holandeses, de España. Los testimonios contemporáneos que vinculan estrechamente la muerte de los nativos y la codicia violenta de los recién llegados son innumerables y abrumadores. Reiteran lúgubremente las distintas maneras en las que la sangre de los primeros se transforma en riqueza para los segundos. Una dimensión de la dignidad humana en disputa en los textos españoles de las postrimerías del siglo quince y la primera mitad del decimosexto, relativos a la conquista ibérica de América, es la condición de la mujer

S i g n o s

d e

V i d a

indígena. La concupiscencia sexual acompaña la violencia bélica y el despojo de la riqueza. Aunque para algunos especialistas, en su mayoría varones, constituye un tema a lo sumo marginal, no considero apropiado dejarlo en el tintero, por la importancia que tuvo en la traumática confrontación entre europeos y nativos. De acuerdo a un historiador actual, las formas más originarias de la esclavitud de los indios las encontramos en los raptos de mujeres indígenas. Bartolomé de las Casas, al narrar la misteriosa muerte de los hombres que Cristóbal Colón había dejado, al final de su primer viaje, en el Fuerte Navidad, en la Española, insinúa que una causa principal de su asesinato fue la ofensa cometida contra los indígenas tomándoles sus mujeres y hijas, que es con lo que más se injurian y agravian... Este es uno de los pocos eventos en que coincide plenamente el relato del fraile dominico con el de su rival, Oviedo y Valdés. Dice este último sobre el asunto: Los treynta y ocho hombres que dexó el almirante en el primero viaje quando descubrió esta tierra é isla; á los quales todos avian muerto los indios, no pudiendo sufrir sus exçessos, porque les tomaban las mugeres é usaban dellas a su voluntad, é les haçian otras fuerças y enojos, como gente sin caudillo é desordenada. Las Casas atribuye los encontronazos violentos entre españoles y nativos, en el contexto del segundo viaje del Almirante, a los sensuales viciosos de los primeros al tomarles las mujeres y las hijas por fuerza, sin haber respeto ni consideración a persona ni dignidad ni a estado ni a vínculo de matrimonio... sino solamente a quien mejor le pareciese y más parte tuviese de hermosura... También menciona la ofensa que constituyó la violación de la esposa del cacique Guarionex. Igualmente entiende que una de las causas de la famosa rebelión del cacique Enriquillo, en la Española, fue que el español al que estaba encomendado procuró de violar el matrimonio del cacique y forzalle la mujer... Como parte de la campaña propagandística que hace Colón para enaltecer ante la corona castellana las islas antillanas y, por tanto, su propia proeza, destaca la belleza fabulosa de las mujeres aborígenes. Es tierra de los mayores haraganes del mundo, e nuestra gente en ella no ay bueno ni malo que no tenga dos y tres indios que lo sirvan... y mujeres atán fermosas, que es maravilla. Fue tema que prendió; Pedro Mártir de Anglería lo reitera. Al aproximarse [Bartolomé Colón y sus hombres] saliéronles primeramente al encuentro treinta mujeres... desnudas por completo, excepto las partes pudendas que tapan con unas como enaguas de algodón. Las vírgenes, en cambio, llevan el cabello suelto por encima de los hombros, y una cinta o bandeleta en torno a la frente, pero no se cubren ninguna parte de su cuerpo. Dicen los nuestros que su rostro, pecho, tetas, manos y demás partes son muy hermosas y de blanquísimo color, y que se les figuró que veían esas bellísimas Dríadas o ninfas salidas de las fuentes, de que hablan las antiguas fábulas. Américo Vespucio no puede quedarse atrás y añade a la fabulosa belleza descrita por Colón y Mártir la pimienta de una extrema concupiscencia femenina

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