CS Dic 2013

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12 Ciudad

El fantasma

H

Octavio Gómez V.

ace 20 años, este diciembre, Pablo Escobar Gaviria se convirtió en el fantasma más común de los colombianos, tal vez tanto como el de Simón Bolívar y apenas superado por el del Niño Jesús de Praga y a la par del fantasma de la Virgen María y del baloto que no se compra. Es un duende de recuerdos para unos: un santo que ilumina el camino de la prosperidad que nunca tendrán los pobres en las mentes de los pobres. Es un espanto en las mentes de las élites colombianas con el que, como con otros personajes de la vida nacional, primero tuvieron negocios, luego compartieron una guerra y luego le declararon la guerra (recuérdese a los paras extraditados, primero socios y luego enemigos). Ora espanto temido u odiado, ora duende que promete regresar con sus riquezas de tesoroa y leyenda, Escobar es una demostración palmaria de que las dos guerras colombianas de los últimos 60 años están perdidas: la guerra contra las drogas (él propio Escobar, a su muerte, fue el símbolo de su presunto final) y la guerra entre los colombianos. En ambos casos, eso sí, solo sirvieron para que crecieran aceleradamente los lotes de cementerios y osarios y el número de huérfanos, viudas y desaparecidos.

Ah, y el gasto militar en uno de los países más pobres de América, el de peores indicadores de pobreza y equidad, el de

peores calificaciones en la educación, el país de los desplazados y los exiliados. A los 20 años de la muerte de uno de

los delincuentes más temido, odiado y admirado de la historia reciente, el país se volvió a mostrar como se comportó en


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