Tegucigalpa y Comayagüela: capital sostenible, segura y abierta al público

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RESUMEN EJECUTIVO

y 27% en vehículo particular (incluyendo motocicletas). La alta centralización de la red vial –resultado del crecimiento urbano poco planificado anteriormente mencionado– contribuye a la fragmentación territorial centro-periferia, al mismo tiempo que provoca niveles insostenibles de congestionamiento en el núcleo capitalino. Así, sin ser los centros históricos el único o principal polo de atracción de viajes en el MDC, por ellos transitan aproximadamente 60% de los viajes motorizados y 70% de las rutas de transporte público, cuya elevada superposición genera altas ineficiencias. Ejemplo de ello es la baja velocidad promedio de los autobuses, la cual en 50% de las rutas no rebasa los 10 km/hr. Así, en un fenómeno conocido como el “ciclo vicioso del transporte”, esta merma en la calidad del servicio colectivo genera incentivos para el crecimiento de la flota de motocicletas y vehículos particulares. De acuerdo al Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS, 2012), la tendencia es que el parque automotor se duplique antes de 20 años, con implicaciones sobre la congestión vehicular, la calidad del aire y las emisiones de GEI. Esto podría evitarse al fomentar modos alternos de movilidad, como por ejemplo el transporte activo; actualmente 34% de los viajes en la capital se llevan a cabo a pie, aunque los incentivos para mantener o incluso incrementar esta práctica son pocos, ya que los peatones se enfrentan a superficies reducidas e inseguras: aceras insuficientes o dañadas, pocas rampas, ausencia de señalética, falta de cultura vial, etc. Por su parte, las bicicletas figuran con tan solo 0. 1% de los viajes, lo cual es también reflejo

de la inexistente infraestructura para este modo de transporte. Finalmente, en este tema cabe destacar la baja accesibilidad económica del sector, la cual ICES mide en función de la proporción de los ingresos requerida para llevar a cabo viajes básicos (trabajo, escuela, servicios médicos, etc.); en el MDC este valor casi triplica los niveles de referencia, ya que para el quintil de menores ingresos la movilidad absorbe en promedio 13.7% de su salario. Los factores anteriores tienen un impacto directo sobre la competitividad de la capital; aunque comenzó como una ciudad minera, actualmente ésta se sostiene principalmente por negocios de giro comercial y de servicios, poseyendo también más de 500 instalaciones industriales. La capital aporta 14% del PIB nacional, lo cual en términos per cápita es considerado bajo ($2,300 dólares al año). Esto se refleja también en el empleo, ya que en Honduras, 51% de los trabajadores se emplean en el sector informal, lo cual incide directamente en los índices de productividad, pues las personas carecen de protección social y las cabecillas de grupos que lucran con estas actividades no pagan impuestos. Esto provoca que no existan recursos para mejorar la vulnerable infraestructura en la que operan muchos comerciantes que trabajan en los mercados públicos y privados de la capital, completando así otro círculo vicioso en el tema de competitividad. En términos más generales, si bien la tasa de desempleo es relativamente moderada (8.6%), es preciso considerar que en Honduras se reporta un nivel de subempleo de 39%, lo cual enmascara las incertidumbres laborales que

aquejan a la mayoría de los capitalinos, cuestión que se reflejó con gran claridad en la encuesta de opinión pública realizada por la ICES. La conectividad en Tegucigalpa y Comayagüela es buena y presenta potencial; la proporción de la población con suscripción a internet de banda ancha fija se encuentra entre las más altas de la región; no obstante, la calidad del servicio de internet presenta bajos niveles de aprobación y la tecnología celular no ha penetrado en todos los estratos sociales. En materia de educación, el MDC ha logrado avances recientes como el haber elevado el número de años promedio de escolaridad de 7 a 9.3 años, siendo el nivel más alto a escala nacional. Tegucigalpa y Comayagüela además se destacan por albergar 11 de las 20 universidades nacionales, lo cual les lleva a tener una muy alta tasa de estudiantes (10.2 por cada 100 mil habitantes). No obstante, hay todavía amplias áreas de mejora, ya que solo 75% y 48% de la población entre 12 y 15 años, y entre 15 y 16 años respectivamente, se encuentran inscritos en escuelas. La tasa de abandono escolar entre el séptimo y el noveno grado es extremadamente elevada (87%), siendo que la tasa de finalización en educación media es de tan sólo 50%. En definitiva, se han identificado déficits de infraestructura tecnológica, recursos humanos y calidad educativa detallados en el Capítulo IV que precisan ser atenidos en este ámbito. La seguridad ciudadana es una de las mayores preocupaciones de la población, y en los indicadores de la ICES esto se refleja al observar que en el 2014 se registraron 81 homicidios por cada 100 mil habitantes,

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