REVISTA MULTICULTURAL LA MOVIOLA NÚMERO 108

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108 ABRIL 2020

Fotografía de Melissa González Olarte


Número 108 – Marzo 2020 INSTITUCION UNIVERSITARIA POLITÉCNICO GRANCOLOMBIANO Director general – Rector Politécnico Grancolombiano Dr. Leonardo Gil Quiñones Vicerrector académico Politécnico Grancolombiano Dr. Gabriel José Angulo Linero Facultad de Sociedad, Cultura y Creatividad Decano Carlos Augusto García López Escuela de Artes Visuales y Digitales Director Harvey Murcia Quiñones Revista Alternativa Multicultural La Moviola Director Andrés Romero Baltodano Equipo Cine Club La Moviola María Paula Lis Villamizar Karol Vargas Juana Manuela González Obando Fotografía Andrés Romero Baltodano Montaje Digital Juana Manuela González Obando Colaboradores Habituales: Natalia Behaine, Giovanna Faccini , Gabriela Arciniegas, , Jorge Eduardo Martínez García, Marley Cruz , Ana Estefanía Rodríguez , María Paula Amaya, Juana González Obando, Diego Alejandro Plata Corresponsales: Marley Cruz (San Petersburgo), María Margarita Milagros (Brasil), Isa Molina ( Brasil ), Paula Laverde (Ecuador), Natalia Behaine (Ginebra) E-mail: elmoviolo@gmail.com Revista Alternativa Multicultural La Moviola: Issuu.com/cineclublamoviola / http:www.lamoviolacineclub.blogspot.com


En las páginas siguientes el lector encontrará: Artista Plástica invitada: Melissa González Olarte

El cuervo de Poe: un poema de terror con un ave guerrera Por Gabriela Arciniegas “No me dan miedo las historias Tristes” Entrevista a la compositora colombiana Carolina Noguera (segunda parte) Por Andrés Romero Baltodano Tres álbumes sobre la amistad: tres apuestas narrativas y visuales Por Magda Zulena Trujillo Rodríguez1 Takeshi Kitano o la sombra de Beat Kitano Por Tatiana Melo Mosquera, Sara Nahir Nagi Quinche, Laura Suescun 45 Salón Nacional de Artistas o un viaje hacia la ausencia de las ideas Por Andrés Romero Baltodano La noticia del fin, sin el Todo comenzó por Por Paola O. Moreno

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Docentes Licenciatura en educación para la primera infancia Politécnico Grancolombiano.


Para la Revista Alternativa Multicultural La Moviola es muy placentero contar en su edición 108 con la fotógrafa colombiana Melissa González Olarte, egresada del programa profesional de Medios Audiovisuales del Politécnico Grancolombiano, quien a través de su cámara le sigue el pulso a la luz y al color ,como si estuviera en una labor de topógrafa de la sensibilidad. La forma en que Melissa ha desarrollado su ruta fotográfica, tiene que ver con aquella capacidad de quienes son verdaderamente fotógrafos y “ven” donde se da la posibilidad de crear una fotografía, que es un momento efímero en el que se capturan imágenes, que de lo contrario se perderían en la inmensidad de la memoria. Melissa viene desarrollando su trabajo cotidiano como asistente de cámara para largometrajes, cortometrajes y cine publicitario y paralelamente también se desempeña como fotógrafa desarrollando una obra personal muy interesante. Este es el texto que ella misma elaboró para su presentación a los lectores de la Revista Alternativa Multicultural La Moviola: “Me demoré en tener un celular inteligente, sentía que no lo necesitaba y que estaba bien con mi flecha. Una de mis grandes amigas vive fuera de Colombia y me decía que nuestro contacto mejoraría radicalmente cuando me animara a comprar un celular con whatsapp y tras mucho pensarlo, decidí adentrarme en la tecnología. Generalmente ir a mercar resulta difícil y agotador para mí, la enorme variedad de marcas y de referencias de un mismo producto me abruma, y al intentar ser una consumidora medianamente consciente, me demoro una eternidad para escoger cada cosa. Al buscar en el inmenso mercado de los smartphones, lo único que tenía claro era que quería tener un celular pequeño, liviano y con una buena cámara, y así fue. Estudié mercadeo y publicidad, pero eso no fue lo mío, también estudié medios audiovisuales con énfasis en cine y actualmente soy asistente de dirección y asistente de cámara, razón por la cual, desde el primer día que tuve en mis manos aquel subestimado (por mí, claro está) celular inteligente, entendí el poder que tenía en mis manos y lo feliz que haría mis días tener una cámara junto a mí, todo el tiempo. Poder tomar fotos en cualquier lugar y a cualquier hora me parece increíble, gracias a mi celu (ya que ahora lo llamo así) entendí que la fotografía va más


allá de un soporte, no importa si tienes una cámara análoga, una dslr o un celular, todo está en el contenido, en lo que estoy y no encuadrando; entendí que también el fuera de campo narra, aprendí a encuadrar, hallé el sentido de la ley de tercios y de todas las herramientas de composición que alguna vez me enseñaron en la universidad, pero después de este primer acercamiento a la fotografía, empecé a concebir desde la no estructura, deduciendo que no siempre lo estéticamente respetado es lo bello. Para mí hoy la fotografía se puede encontrar tanto en un descomunal y milagroso paisaje, como en una cerradura vieja y oxidada, todo está en como yo, junto a mi cámara, decidamos perpetuar la realidad. “ Melissa González Olarte

Autorretrato. Fotografía de Melissa Gonzalez Olarte


FotografĂ­a de Melissa Gonzalez Olarte


El cuervo de Poe: un poema de terror con un ave guerrera

Ilustración de Andrés Romero Baltodano

Por Gabriela Arciniegas Especial para La Moviola “Once upon a midnight dreary, while I pondered weak and weary... ”, así comienza el poema más conocido del autor anglosajón Edgar Poe. Texto que además de ser una obra magistral, es uno de los poemas de terror mejor escritos de la lengua inglesa.


Hay que comenzar por la estructura. Para un lector hispanohablante hay un primer rasgo que salta a la vista. Está construido con pies trocaicos, 8 pies por verso, y con hemistiquios. ¿Qué significa esto? A diferencia de la poesía clásica hispana, donde sólo pesa el conteo de sílabas por verso y la rima de la última sílaba de cada verso con la del siguiente más la cantidad de versos por estrofas, la poesía anglosajona hereda en cambio, la estructura de dos culturas: La simetría de cada verso, donde se consideran dos mitades que riman entre sí —esos son los hemistiquios—, y la cadencia de la sílaba no sólo para sumarlas entre sí en cada verso, sino para lograr una musicalidad y un ritmo según su acentuación —esos son los tipos de pie (en el caso de El cuervo)— y esta es una herencia sorprendente de la poesía grecolatina. La cadencia va como sigue:

Once_u-pon_a- midnight- dreary / while_I- pondered- weak_and- weary tánta - tánta - tánta - tánta / tánta - tánta - tánta – tánta. Este poema está escrito con pie trocaico. Hay pies de 2, 3 o 4 sílabas, los pies del cuervo son de dos sílabas. En el caso del pie trocaico, la primera sílaba es la que va acentuada, o larga como dicen. En los dos hemistiquios, esta estructura se repite y la última sílaba de cada mitad rima, al igual que la primera sílaba (Once con while; dreary con weary). Este ritmo le da al poema una atmósfera fúnebre, melancólica, donde nada está puesto al azar. En “Filosofía de la composición”, Poe explica cómo construyó el poema. Tenía que ser de noche, tenía que estar lloviendo a cántaros afuera. Y adentro, en la biblioteca antigua, donde las brasas se queman, sólo puede haber volúmenes escritos en tiempos olvidados, libros de alquimia, papiros egipcios con conjuros a Osiris el oscuro, ejemplares de El baladro de Merlín o del Liber Mutus, quizá códices mexicas con el relato de Coatlicue, la de la falda de serpientes, a quien su hijo Huitzilopochtli protege de la muerte con el descuartizamiento de su envidiosa hermana Coyolxauhqui. O libros con cantos a Obaluaé. Tenía que ser la biblioteca una habitación donde las cortinas púrpuras hablaran con siseos y donde la alfombra que acompañó beduinos por el desierto reposara ahí tranquila, de cara hacia los mismos libros que contaban su historia como testigo de muertes y de magia.


Ahí el poeta, entre tanto objeto y tanta historia, frente a los espectros del fuego en la chimenea, escucha los golpes en la puerta, y es el cuervo. Las preguntas del poeta al misterioso intruso giran todas en torno a la muerte de la amada, que es, según Poe, el tema más triste de la poesía entera, y las respuestas del ave son siempre la misma palabra: “nevermore” que, en español, en una palabra, querría decir algo como “jamás”. Aunque es más acertado traducirlo en dos palabras: “nunca más”. Todos estos son los mismos elementos que ambientan un buen cuento de terror, los cuentos del mismo Poe tienen estas características de atmósfera. Y tanto en sus cuentos como en este poema, a dicho contexto se añade la presencia de algo sobrenatural: el corazón delator, el gato negro, la muerte púrpura... y el cuervo.

Ilustración de Andrés Romero Baltodano


En “Filosofía de la composición” vemos que Poe quería poner un pájaro en el poema. un pájaro que hablara. Lo primero que salta a la mente es el loro, pero esta ave no cuadraría con la atmósfera lúgubre que quería el autor. Él dice que terminó eligiendo el cuervo por la negrura de su plumaje, y por la superstición de que mucha gente lo veía como ave de mal agüero, mensajero de la muerte. Sin embargo, bajo la tradición que la poesía del autor norteamericano se inscribe, el cuervo como símbolo dice mucho más que eso. En inglés conocemos dos tipos de cuervo, el “crow” y el “raven”. El poema habla del segundo: “thus quoth the raven, nevermore”, dice el poema; y éste, el raven, el corvus corax, es precisamente el que tiene más carga simbólica en las representaciones culturales. Entre los griegos, por ejemplo, el “raven”, se asociaba con Apolo cuya función entre otras era el ser dios de la profecía. Pero de forma más cercana al autor de las Narraciones Extraordinarias, tenemos la poesía anglosajona antigua, emparentada con la tradición mítica germánica. Y el cuervo en dicha mitología juega un papel preponderante. Para empezar, está relacionado con el propio dios Odín, dios de dioses, dios del Trueno, vidente, inventor de las runas. Runas como signos de una lengua, y como elementos de un sistema de comunicación con los dioses y con la sapiente sustancia del tiempo. Odín se dice que bajó a la cámara subterránea justo debajo del árbol Yggdrasil donde está el pozo de Mímir, y reflejando su rostro en el agua pidió sabiduría y predicción, y a cambio de estos, tuvo que dejar un ojo como ofrenda. Odín andaba con dos cuervos siempre, Hugin Y Munin, uno sobre cada hombro, dos fieles amigos y reporteros de las noticias del mundo. Hugin era el pensamiento mientras que Munin era la memoria. Partían de su morada al tiempo con el sol y regresaban al alzarse la luna en el cielo. Debido a estas compañías, Odín era también llamado Kennigar (dios cuervo).


Ilustración de Andrés Romero Baltodano

En segundo lugar, el cuervo está íntimamente relacionado con las valquirias, la cara femenina de lo inframundano en la mitología nórdica. Las valquirias son hijas de Odín, amazonas escandinavas encargadas de llevarse las almas de los soldados caídos en batalla y conducirlos ante la presencia del Padre de los dioses para recibir su recompensa pos-mortem en el Valhalla, que era hacer parte del ejército divino en perpetuo entrenamiento, con un objetivo específico: prepararse para la llegada del Ragnarök. El origen histórico de las valquirias, según algunas teorías, corresponde a la figura de las sacerdotisas de Odín que ofrecían en sacrificio a Odín los cuerpos de jóvenes guerreros, pero en la literatura se habla de ellas como seres de procedencia sobrenatural o desconocida. Aparecían montadas sobre caballos alados o sobre lobos, y algunas veces aparecían representadas como cuervos que volaban sobre los campos de batalla ya en silencio, sobre los cadáveres que quedaban, buscando a los más heroicos.


Pero el cuervo no desciende solamente de las nieves irlandesas transformado en espía susurrante o en valquiria. Esta lustrosa ave paseriforme también está presente entre los celtas que también son ancestros de nuestro necrofílico poeta. Por parte de su padre, David Poe, el abuelo, David Poe Sr., era irlandés, migrado a Estados Unidos en el ocaso del siglo XVIII. Si nos centramos en la ascendencia irlandesa de este escritor hijo de actores, veremos a uno (una, de hecho) de los Tuatha dé Danann, es decir, el panteón gaélico. se trata de Morrigan, diosa de la destrucción y de la noche, y por supuesto, de la guerra. Su función en batalla es infundir valor a los guerreros. Pero también rige sobre la renovación de la vida, sobre el amor y el deseo sexual en constante dinamismo: eros-thanatos. En batalla adopta la forma de un cuervo para recorrer los campos y susurrar, o graznar, arengas a los héroes vivos.

Ilustración de Andrés Romero Baltodano


Vemos con sorpresa que tanto las valquirias como Morrigan son figuras femeninas de una gran fuerza y un amplio poder de acción. No son diosas como Palas Atenea, como la Saraswati hindú, entidades racionales, pasivas, sino que son como las cascadas, los ríos indomables, las llamaradas de los incendios forestales. Abundantes como los camposantos o como los encendidos campos de amapolas. Porque son fuego y flor. Danza y batalla. Como la Coatlicue mexica, la de la falda de serpientes. Así pues, para retejer como las nornas el hilo de esta reflexión, y volviendo al cuervo de insistente “nuncamás”, podemos decir que no sólo es un mensajero del más allá que viene a contarle al hablante sobre su perdida Lenore. No solo, como dice el poema, se posa el cuervo sobre el busto de Palas Atenea, diosa de la sabiduría, para nublar la razón del poeta y cubrirla con ese velo fantasmal. El cuervo, visto desde este imaginario cultural binario germano-irlandés, es la propia amada, muerta, coronada valquiria y entrenada guerrera por Odín. Es ella quien ha venido volando por el bifrost con sus lustrosas alas negras, sólo para decir, ya no soy tuya porque ha venido la muerte en armadura y me ha devuelto a mí misma. A mi ser divino y animal. No volveré a ser tu Lenore, “nunca más”.


FotografĂ­a de Melissa GonzĂĄlez Olarte


“No me dan miedo las historias Tristes” Entrevista a la compositora colombiana Carolina Noguera Palaú (segunda parte)

Fotografía de Juan Camilo Montañez Rivera

Por Andrés Romero Baltodano Director Revista Alternativa Multicultural la Moviola Para la Revista Alternativa Multicultural La Moviola es un placer publicar la segunda parte de la entrevista que nos concedió la compositora colombiana Carolina Noguera.


ANDRÉS ROMERO: ¿Qué opinas de Frank Zappa? CAROLINA NOGUERA: No me gusta, nunca me ha gustado, es terrible porque todos mis colegas y amigos lo aman, pero yo no, yo siento que ahí hay una cosa chistosa que a mí no me da risa, no, nunca he podido con Frank Zappa. AR: ¿Y qué pasa entonces también cuando entramos en este territorio de grupos como la Bauhaus, como Laurie Anderson y todos estos grupos de rock industrial y post industrial, glam rock, ¿cómo ves estos fenómenos?, incluso a partir de lo que me cuentas de Robert Smith, son paralelos, son evoluciones, ¿cómo los ves en tu mirada y en tu sentir? CN: Pues a quien he seguido de cerca es a Laurie Anderson, me encanta su trabajo, me encanta lo que ha hecho con el Kronos Quartet precisamente, su obra es de una expresividad admirable, es muy bonita y es un trabajo muy interesante porque está toda esta búsqueda de la expresión en el timbre, pero no se tiene que ir a recursos retóricos tan abstractos, sino que realmente hay como una sintaxis con la que uno se engancha más fácilmente, que es un poco más directa y está en un punto intermedio entre esa expresión directa, pero en esa búsqueda introspectiva y reflexiva con la que uno comúnmente asocia la música contemporánea, entonces es realmente maravilloso su trabajo porque logra ese punto medio en el que uno se conecta muy bien con esas búsquedas. AR: En el caso de los colombianos, por ejemplo, si nos devolvemos pues a la historia patria Jacqueline Nova y después llegamos al territorio de Blas Emilio Atehortúa ¿qué tanto para ti han aportado o son de alguna manera elementos interesantes dentro de la composición? CN: Admiro mucho el trabajo de Jacqueline Nova, no lo he estudiado muy de cerca, pero lo admiro mucho y me parece muy importante. A Blas Emilio lo he estudiado, no siento que sea como un referente muy directo, pero me ha gustado la deconstrucción -que no es mucha- que ha hecho a las músicas tradicionales, digamos que no siento que la distancia que hay entre los objetos y lo que él hace sea muy grande, entonces en esa medida siento que no me conecto tan fácilmente con esa búsqueda, prefiero en las músicas colombianas ir directo a lo que la hace más rural o más raizal y a partir de ahí descubrir cuál es mi relación con estas músicas.


En el caso de Jacqueline me parece que se ha ido a lugares mucho más abstractos, como a una exploración con la materia prima sonora muy interesante; lo que decía ahorita, me parece que la deconstrucción en Blas Emilio es un poco más cercana a los ritmos andinos y es interesante y bonito, pero no me conecto tanto.

Fotografía de Andrés Romero Baltodano

AR: ¿Y en el caso de Jesús Pinzón? CN: La obra de Jesús Pinzón me parece que es maravillosa, pero en la universidad no lo estudiamos y yo por mi propia cuenta no lo he estudiado con mucho rigor. AR: Si fuéramos a hablar de una constelación o de elementos que constituyen para ti pilares de tu obra compositiva ¿cuáles mencionarías y cuáles serían estos elementos de la constelación Carolina Noguera?


CN: Está este de los recuerdos que ha marcado una trayectoria importante especialmente en este camino que abrió la curiosidad hacia el carnaval, que fue una puerta que también me llevó a dera bactim 19min 40 y a poner como en tela de juicio la alta cultura y la baja cultura. Por eso me gusta reconocer, incluso delante de mi familia, que a veces es chistoso que yo les diga: a mí me gusta hacer lo que sé, o sea no es una pose, es algo que de verdad me gusta, me emociona, me recuerda la flota, me recuerda estar con mi papá, me recuerda la fiesta, la verbena, la fiesta del barrio, el 31 de diciembre, mi abuelita, o sea, realmente me gusta. Me ha gustado sacar muchos elementos de ahí, los paralelismos de las terceras que también tiene la Raspa, realmente es una música que estuvo en las festividades en las que yo estaba, que me conecta con mi familia, con mi infancia, con mis amigos, con mis lugares queridos. A mí me gusta sacar elementos de esta música y es por esta motivación que te digo de poner en tela de juicio la baja cultura y la alta cultura, de ahí eso de los recuerdos. Pero también como ciertas músicas contemplativas, muy introspectivas, circulares, reiterativas, me gusta mucho el trabajo de Morton Feldman y Arvo Pärt, o sea, estas búsquedas muy ritualísticas y místicas que me relacionan también un poco con Bach y con Messiaen. Hay algo que fue importante de lo que aprendí en la Javeriana, a pesar de que las relaciones que se construyeron con algunos profesores fueron frías, hay algo que sí me quedó, que también es como una formación que ha habido en mi casa. Y es que en mi casa han sido admiradores, seguidores y conocedores de Freud y del psicoanálisis. Yo estuve en terapia cuando era chiquita, he hecho terapia después, pero me pareció importante poder nombrar la experiencia, poder nombrar la vivencia, poder nombrar lo que se siente, lo que se percibe. Y eso me quedó de la Javeriana: nombrar lo que escucho y validarlo. O sea, si me siento incómoda con algo de Brahms puedo tratar de nombrarlo, puedo tratar de ponerlo de frente, de entenderlo y de sentir que está bien y que me pertenece esa percepción, alumbrarla. Entonces hay una cosa como de entender, de mirar cuidadosamente lo visible para entender lo invisible a partir de cómo se pueden nombrar esas categorías perceptuales, eso me ha ayudado a mí en cantidades, a validar qué es lo que realmente quiero poner en la música. Si lo que está de moda es la música serial, pero yo quiero poner las terceras paralelas que me recuerdan a Pastor López, pues yo lo quiero hacer y eso a


la vez me ha ayudado a esta experiencia de nombrar y de validar la percepción y la experiencia interna que uno pueda tener.

Fotografía de Andrés Romero Baltodano

AR: Los temas de composición, digamos, si en la constelación un poco esos son tus pilares, ¿los temas de composición para ti tienen que ver con vertientes de lo femenino en la generalidad o el género como tal no es para ti algo que intervenga en la composición? CN: Yo no creo que haya intervenido mucho, digamos que una de las cosas en las que yo trabajaba mucho antes de esto de la nostalgia y de los recuerdos eran los mecanismos, me gustaba mucho imaginar mecanismos dañados, que colapsaban. Ahí estaba la influencia de Ligeti y también un poco los recuerdos. Mi abuelo era mecánico y uno de los lugares donde más me gustaba jugar era el taller de él porque no me regañaba, no pasaba nada. AR: ¿Y qué relación tenías con los motores?


CN: Me encantaba mirar todas esas cosas que se conectaban, que se entrelazaban, poder cambiar tuercas, armar cositas. AR: O sea como un Russolo colombiano (risas) CN: Sí, pero era como un juego de la niñez, de la infancia, pero los mecanismos después se han vuelto muy apasionantes y eso pasó también por esta relación; no me parecía que fuera muy visible eso de lo femenino, mi papá yo creo que fue como clave en eso porque él siempre tuvo mucho temor en mi crianza, siempre me compró fue tarros, tenía mezcladoras, grúas, no me leía cuentos de Rafael Pombo por ejemplo, leíamos a Shakespeare, leíamos a Hamlet… AR: ¿Y de Shakespeare recuerdas qué leían? CN: El Rey Lear… AR: ¿Y del Rey Lear recuerdas que te haya impresionado algo? CN: Sí, ese amor de las niñas hacia el padre, todo eso de la relación, de la más sincera, pero la que menos hacía alharaca pues de su afecto, todo eso me quedó, pero me gustó que ese espacio del cuento no era una cosa solo para mí, sino que a mi papá le emocionaba también, ser parte de su mundo, de que me invitara al mundo de los grandes. Yo me sentía importante, que no era tonta, que no tenía que leer solamente un cuentico de dos páginas y ya; como que esto me hizo sentir que yo podía ser parte del mundo de los otros, entonces para mí esa diferenciación se terminó volviendo invisible, pero después de que fui mamá me di cuenta que no es invisible la diferencia, ahí por primera vez sí sentí que fue muy lindo de mi papá que me invitara a ser parte de su mundo y que no me hiciera sentir que yo tenía que estar en un mundo distinto. Me acuerdo que a él le daba pánico, decía que había muchas mujeres que solo hablaban de cortinas, que había una amiga de mi mamá que se emocionaba un montón con las cortinas, eso a él le parecía el infierno. Que cómo puede eso causar más entusiasmo que los libros, más que Bach, no puede ser, mejor dicho, está bien, uno necesita protegerse de la luz, pero


tampoco llegar a esos extremos de emoción, entonces él también trataba de protegerme de eso y lo logró. ¡También en el cine! Era cine francés duro, de esas películas que uno queda como… ¡uh!

Fotografía de Andrés Romero Baltodano

AR: ¿Qué películas recuerdas, las recuerdas por directores o por el nombre de la película? CN: Recuerdo la película, recuerdo Betty Blue, La Boda Blanca, recuerdo el cine de Lina Wertmüller, de todas esas películas de la segunda guerra, el cine club era todos los sábados para ver todo lo que fuera… AR: ¿Y qué recuerdas de eso y dentro de esas películas?, ¿qué piensas que probablemente salió de ese cuarto del recuerdo y ahora está en tus composiciones? CN: Pues que no me dan miedo las historias tristes, me parece que estuve expuesta como a historias muy terribles que las pude asimilar, que las pude


conocer y pues supongo yo que ahí está también ese regocijo en el expresionismo, en la disonancia, en poder disfrutar que los finales no sean absolutamente alegres… AR: Por ejemplo ¿viste Nosferatu? CN: Ehhh, sí. AR: ¿Y te acuerdas de Nosferatu de alguna manera, o sea, ¿cuál digamos de todas esas imágenes de una u otra manera podría ser un sueño recurrente? ¿Qué habrá quedado en tu alma de todas esas imágenes, de ese cine tan particular de los 70’s y de ese cine tan particular de los cine clubes en Bogotá, de esos años que era verdaderamente muy marcado? CN: Betty Blue es de las que más me marcó, esa quedó muy viva… la pérdida del bebé, volarse en la moto con el novio, todo eso me parecía fascinante, pero a ver, yo creo que quizás las que más han ido quedando son películas que vi posteriormente, David Lynch ha sido una cosa que… Terciopelo Azul… AR: ¿Y tienen relación con Badalamenti, o sea con el músico de David Lynch? CN: Me gusta mucho su música, no la he estudiado como con tanta seriedad, pero me encanta la ironía de Lynch, me encanta como hay unas músicas aterciopeladas, sobrecogedoras y hay una historia terrible al mismo tiempo, como esa superposición de esas imágenes. Eso me encanta, Lost Highway por ejemplo, con esa música tan intensa. AR: Pasemos ahora un poco ya como puntualmente a la obra, estaba escuchando una composición tuya que se llama “Furias”. Cuando la oí cerré los ojos y la imagen que me hice fue como si hubiera muchas personas abriendo puertas en un laberinto, o sea, esa fue la imagen para mí y mientras la oía, seguía viendo cómo entraban y salían personas por esas puertas y realmente me hechizó en ese sentido, me suspendió. ¿Cuál es como la génesis, cuál es como el desarrollo de Furias? CN: Me parece maravilloso eso que me cuentas. Yo hice Furias. Ehh… Las Furias tienen dos elementos diferentes: tienen un elemento que se inspira en la forma de bailar el pasillo que es como zapateando, como en algunos videos que vi, como ciertas formas indígenas de bailar que son muy


zapateadas. Entonces la forma en que el arco y el piano atacan son como imitando estos zapateos y de hecho hay secciones en las que pido que zapateen en el piso con los tacones. Hay una parte que está basada en la danza, pero como en la furia de la danza, porque me parece que es una danza que no es como de disfrutar el ritmo, sino que es como rapidito y como zapateando.

Fotografía Andrés Romero Baltodano

AR: ¿Podría ser… no sé si conoces a Pina Bausch, podría ser como Pina Bausch? CN: Tal vez, pero yo lo veo más como un bailecito muy rápido que no parece sensual como la mayoría de danzas, sino como una marcha chiquitica que parece es como de animalitos. Eso era lo que pensaba cuando la estaba


haciendo y a través de esa forma de expresión del zapateo yo sentía que salían mis furias, mis desesperos en contra de tanta cosa. Pero que, en medio de esa danza, que en últimas es una manifestación social aceptada, se abre la gran ventana. Y cuando hablas de los laberintos es muy chévere porque la segunda parte, el segundo elemento que tiene la obra es con una resonancia del piano en la que está una melodía lírica -digámoslo así-, que yo siento que es lo que vive mi mente como aparte de las cosas, como echándose globos permanentemente, como en recuerdos, como en distancias, como en otros lugares diferentes al presente y ahí en Furias como que puedo ver la realidad con los pies en la tierra y de repente como que otra vez me quiero escapar y estoy todo el tiempo como en esos dos espacios. Y la tarde de nuevo cae y parece que fuera a llover y los paraguas tendrán empleo y abrirán sus alas en medio del asfalto, quedamos en suspenso de lo que vendrá para la música colombiana con compositoras de la maravillosa factura de Carolina Noguera.

Fotografía de Melissa Gonzalez Olarte


FotografĂ­a Melissa Gonzalez Olarte


Tres álbumes sobre la amistad: tres apuestas narrativas y visuales

Fotografía Andrés Romero Baltodano

Por Magda Zulena Trujillo Rodríguez2 La amistad es un tema recurrente en la literatura infantil; sin duda, la interacción entre pares es un foco de interés para los más pequeños. No obstante, como toda obra literaria, hay apuestas estéticas e ideológicas particulares que buscan ganarse el estatus de originalidad propio de cualquier obra de arte. Puedo afirmar entonces que, si bien el tema es un punto de convergencia en muchos libros álbumes, la forma de narrar, en términos literarios y visuales, siempre es distinta. Por ello, en el presente artículo, realizo un pequeño análisis comparado de los elementos que configuran el potencial narrativo y 2

Docente de Licenciatura en educación para la primera infancia.


visual de un grupo de libros álbumes cuyo tema central es la amistad: Meschenmoser, S. (2015). Gordon y Tapir. Bogotá: Editorial Panamericana; Jeffers, O. (2005). Perdido y encontrado. México: Fondo de Cultura Económica; Hopman, P. (ilustrador), & Akveld, J. (autor). (2014). ¡Date una vuelta en bici! Buenos Aires: Santillana. Para llegar a cabo esta tarea, establezco algunos puntos de análisis en común, a fin de encontrar elementos de semejanza y diferencia entre las obras seleccionadas. Estos puntos son el tratamiento del tema, la relación entre imágenes y el texto verbal, los estilos gráficos y las técnicas, los elementos del lenguaje visual, las vías de comunicación y los aspectos materiales que construyen el mensaje a través de las herramientas del lenguaje visual.

Fotografía de Andrés Romero Baltodano


Punto de partida: la amistad como tema

Gordon y Tapir, Perdido y encontrado y ¡Date una vuelta en bici! son álbumes con un gran potencial narrativo y visual, en tanto, cuentan una historia bien estructurada, con unos personajes delineados en la contradicción, en situaciones cotidianas y muy humanas. De esta forma, las obras construyen sus historias bajo algunos puntos en común: primero, las tres narraciones tienen como tema central la amistad entre dos personajes, en su mayoría animales personificados (solo en Perdido y encontrado uno de los personajes es un niño). Segundo, los personajes de las obras encuentran un punto de desequilibrio que pone en jaque la amistad: en Gordon y Tapir, los personajes se enfrentan en una gran discusión por sus diferencias de caracteres y la forma de cohabitar en el mismo espacio; al final, ambos toman una serie de decisiones que les permiten reparar y consolidar el vínculo. En Perdido y encontrado, un pingüino y un niño construyen su relación cuando este último decide ayudar a encontrar al animal su hogar en el polo sur; una vez los personajes llegan a su destino, se dan cuenta que necesitan el uno del otro. En ¡Date una vuelta en bici!, el punto de partida de la historia es una discusión muy fuerte entre Boris y Víctor, lo protagonistas; ante la crisis, uno de ellos decide dar una vuelta en bicicleta por la ciudad para pasar el mal humor; lo que resulta ser una fórmula mágica, para que los personajes calmen los ánimos y se reconcilien. Como último y tercer punto en común, en las tres historias el conflicto y las diferencias se resuelven gracias a la toma de decisiones asertivas sobre la relación y los sujetos. Tal apuesta ideológica de los autores encaja con una mirada ética sobre la amistad; al respecto Holst (2015), al estudiar las obras sobre el tema que escriben los filósofos Cerezo y Arend, llega a la conclusión de que el ethos de la amistad construye una sociedad civil más humana y permite una mirada sobre sí mismo que ayuda a la autoedificación, en ese sentido “el profundo significado ético de la amistad consiste en que los amigos, más allá de lo que comparten y por lo que se conocen, se reconocen en lo que cada uno puede llegar a ser verdaderamente” (Holst, 2015, p. 68). En esa medida, puedo afirmar que las obras aportan mensajes que avalan de forma positiva las relaciones de amistad y el reconocimiento del otro como formas de construir el tejido social.


Fotografía de Andrés Romero Baltodano

Del vacío al contrapunto Salisbury y Styles (2012, pp.92- 95) se apoyan en autores como María Nikolajeva y Carole Scott a la hora de citar los términos “llenar el vacío” y el “contrapunto”, para entender las relaciones existentes entre texto e imagen en algunos libros ilustrados. El primer término se refiere a esa relación entre texto e imagen, en la que cada una trata de llenar los vacíos (narrativos) que deja el otro; el segundo, se refiere a esa relación en la que las imágenes y el texto en una misma obra presentan informaciones diferentes, alternativas o contradictorias; en esa medida, cada lenguaje aporta un mensaje distinto que se complementan o conviven enriqueciendo el significado. Considero importante partir desde el reconocimiento de las relaciones entre texto e imagen, porque, si bien las obras estudiadas están dotadas de la intención de llenar vacíos y, en algunos casos, construir un contrapunteo, cada una lo hace de una forma particular, pero, reconociendo el papel del lector a la hora de construir el mensaje total.


En Gordon y Tapir, la imagen cobra un gran valor en la narración, pues es ella la que comienza a contar la historia. Es importante ver cómo desde la tapa se define el carácter de los personajes: Gordon, un pingüino erguido, en posición vertical, que de alguna forma connota orden, y Tapir, un tapir que está patas arriba, con las manos descolgadas y una gran sonrisa, que define su personalidad juguetona y despreocupada. En las guardas y la portada inicia el conflicto de la historia, cuando Tapir entra el baño y se encuentra que el papel higiénico se ha acabado; en las páginas siguientes, Meschenmoser nos mostrará a un Gordon que sale del baño furioso en búsqueda de su amigo, quien está acostado en una hamaca y envuelto en el papel. Por su parte, el texto verbal en este libro es mínimo, cumple la función de delinear la figura del narrador y de aportar algunas indicaciones temporales; frente a esto, las imágenes van más allá que la palabra, al definir los personajes, llenar los escenarios y exagerar las situaciones. Jeffers nos presenta en su obra Perdido y encontrado una relación entre texto e imagen de contrapunto, debido a que en ciertos momentos la ilustración cuenta todo, limitando al texto a unas pequeñas frases con indicaciones temporales; no obstante, en algunas páginas, se observan ilustraciones sencillas, con poco detalle, con un texto que refuerza lo representado y que cuenta un poco más. Por ejemplo, en las dos últimas páginas, el texto refuerza el mensaje de la imagen, así, se enuncia que el pingüino está triste (descripción de lo que muestra la imagen) y se aporta algo más relacionado con la posible causa de este sentimiento. En la página siguiente, se muestra al niño remando y el texto que fija el mensaje al describir el sentimiento del personaje al anunciar el posible encuentro entre los amigos.

¡Date una vuelta en bici! es un álbum con un gran contenido visual. Desde las guardas, Hopman recrea el mundo de los personajes y sus gustos; igualmente, las ilustraciones proponen un juego que dirige la mirada hacia varios focos de interés, que podrían convertirse en varias historias. No obstante, el texto cumple una función de anclaje al fijar el significado y al dirigir la mirada del lector hacia la historia principal y los protagonistas.


Fotografía de Andrés Romero Baltodano

Estilos gráficos y técnicas a favor de ... Para entender el estilo gráfico de los álbumes, acudo a la planteado por Bosch (2015), quien en su tesis doctoral sobre el álbum sin palabras menciona el grado de iconicidad, es decir, “el nivel de referencialidad que la imagen tiene con respecto al objeto que representa” (p. 343), y no los estilos en los que se han adscrito tradicionalmente las obras de arte plástico (clasicismo, barroco, expresionismo, realismo, etc.). Por consiguiente, Bosch (2015, p. 345) plantea que existen cuatro estilos o categorías vinculadas con el grado de iconicidad: realista, descriptiva, sintético y abstracto. El estilo gráfico que propone Meschenmoser en el libro Gordon y Tapir es de carácter realista a pesar de que la representación es imaginaria (personificación de animales). Esto es evidente en la proporción de los elementos, el nivel de detalle con el que son representados y el desarrollo de un dibujo académico. El ilustrador se sirve de un estilo realista, porque desea cargar de expresividad a los personajes, marcar sus diferencias de personalidad y


recrear la cotidianidad tal cual podría pasar, tal vez, en búsqueda de la identificación del lector con la situación. La técnica utilizada en este libro parece ser seca, específicamente, lápices de colores. La elección de esta técnica dota de sencillez a la ilustración, sin menos artificios y con una dosis especial de honestidad, como si la historia le pudiese pasar no solo a los personajes, si no a los lectores. A diferencia de Gordon y Tapir, en Perdido y encontrado, Jeffers opta por un estilo sintético en la mayoría de ilustraciones, donde predominan las formas geométricas, la sencillez y la escasez de detalles; en ese sentido, hay una presencia significativa de los fondos blancos, de color pastel y luego, de colores fríos, lo que permite resaltar y enfatizar la vista en los personajes. La técnica usada parece ser aguada, acuarela o ecolín. Por su parte, en ¡Date una vuelta en bici!, Hopman utiliza un estilo descriptivo, donde abundan los detalles, aunque el nivel de representación disminuye en tanto el dibujo caricaturiza más a los personajes y los espacios se exageran. Como mencioné en el apartado anterior, hay un juego visual que descentra a los protagonistas y pone en evidencia muchas situaciones que podrían ser leídas como otras historias, es decir, el autor representa una ciudad por donde transitan gran cantidad de vehículos y bicicletas. La mirada se pierde hasta encontrar al protagonista, quien se divisa con dificultan en las imágenes.

Fotografía de Andrés Romero Baltodano


Sobre el lenguaje visual Acaso (2006) afirma que el lenguaje visual es el “código específico de la comunicación visual” (p. 25), esto significa que la comunicación visual posee un sistema que permite a los interlocutores intercambiar informaciones o mensajes. Tal código de comunicación se compone de una serie de herramientas o elementos para construir el significado. Bosch y Duran (2009) señalan que el lenguaje visual se estructura a partir de elementos de configuración (punto, superficie, volumen, forma, luminosidad, color, textura) y elementos de relación (ritmo y composición). Si bien los tres libros estudiados hacen uso de las herramientas o elementos del lenguaje visual, en ellos predominan algunos de forma más fuerte, ayudando a construir los significados y los mensajes que se quieren poner de forma manifiesta o latente en las ilustraciones. De esta manera, un elemento definitivo en la construcción de los sentidos en Gordon y Tapir es el manejo del color para expresar, por un lado, la alegría y compañía (colores cálidos) y, por otro, la tristeza y la soledad. En algunas páginas, se observa a Gordon y a Tapir discutiendo en una escena que conserva los colores cálidos, el sangrado y el foco de atención puesto en los protagonistas y el espacio; en otro grupo de imágenes, hay una escena posterior a la discusión, donde ya no hay doble página, si no el contraste de dos situaciones en colores blanco y negro, para aludir al sentimiento de tristeza y soledad que viven los protagonistas a causa de su discusión. Al igual que en el álbum anterior, Perdido y encontrado halla su fuerza expresiva en la utilización estratégica del color. De esta forma, el autor utiliza una gama de colores pastel para representar la llegada del pingüino a la vida del niño; en otro plano, utiliza colores fríos que se relacionan con el ambiente del pingüino y se asocian con el sentimiento de soledad. Igualmente, en esta obra hay un trabajo en el ritmo que permite avanzar con rapidez en la historia y conocer todo aquello que el niño realiza para finiquitar la misión de llevar el pingüino a su lugar de origen. En algunas páginas, hay un juego de repetición que permite acelerar y dinamizar las acciones que suceden en el mismo espacio. Esto transmite al lector la sensación de ansiedad que el niño tiene, primero, al pensar qué hacer con el pingüino y, segundo, al buscar al pingüino una vez lo ha dejado en el polo sur.


Por su parte, el elemento que sobresale en ¡Date un paseo en Bici! es la composición, en tanto los protagonistas están lejos del centro y del primer plano, transmitiendo así la sensación de caos y de que la historia que busca el lector puede ser cualquiera de las que potencialmente se hallan allí. Por ejemplo, en una de las páginas, la mirada se dirige de forma diagonal por la pendiente donde se hallan varios ciclistas y automóviles. La atención parece focalizarse en las muchas situaciones que allí suceden; sin embargo, siempre se busca al protagonista, quien se encuentra en un segundo plano.

Fotografía de Andrés Romero Baltodano

Para terminar: vías de comunicación y mensajes latentes Después de este breve recorrido por la propuesta de los tres álbumes seleccionados, vale la pena contrastar las vías de comunicación que elige cada ilustrador, ya que esto permite concretar las formas en que se comunican y los mensajes que se construyen.

Gordon y Tapir parece transmitir el mensaje de que es posible solucionar los conflictos, basado en las diferencias y a la aceptación del otro, y no como cambio para empatar en un sistema moral. De esta forma, el orden y el desorden pueden convivir si se encuentran soluciones elocuentes donde


cada individuo pueda ser libremente. Este mensaje lo aporta sobre todo la ilustración realista, la definición visual de cada personaje y el espacio donde cada uno se ubica. La vía documental es la forma de comunicación que adopta esta narración, al mostrar de forma clara y honesta lo que les ocurren y sienten los protagonistas. A diferencia del libro anterior, la vía de comunicación por la que opta el ilustrador en Perdido y encontrado es la emotiva; en consecuencia, hay en mensaje visual que se construye, poniendo énfasis en la emoción de los personajes al despojarlos de ruidos y detalles, y dotando los escenarios de colores pasteles y fríos, que se entretejen entre la alegría y la soledad. Por último, si bien en ¡Date una vuelta en bici! el autor utiliza un estilo descriptivo, la vía comunicativa formal se impone al proponer al lector el reto o el juego de encontrar dentro del recorridos los protagonistas de la obra. El trabajo que Hopman es interesante en la medida que le propone al lector varios puntos de identificación y protagonismo, que invitan no solo a pensar en la amistad, si no en el papel que toman los medios de transporte alternativos como la bicicleta en las grandes ciudades. Referencias Acaso, M., & Acaso, M. (2006). El lenguaje visual. Barcelona: Paidós. Bosch, E., & Duran, T. (2009). Libros sin palabras: ¿Hay que aprender a leerlos? Elementos constitutivos de la imagen. En Sociedad educadora, sociedad lectora (pp. 317-326). Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha. Bosch Andreu, E. (2015). Estudio del álbum sin palabras (tesis doctoral). Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona, España. Holst, J. (2015). Ética de la amistad: estudio crítico sobre un concepto olvidado. Revista de filosofía laguna, No. 37. Recuperado de http://riull.ull.es/xmlui/handle/915/4294 Salisbury, M., & Styles, M. (2014). El arte de ilustrar libros infantiles: concepto y práctica de la narración visual. Barcelona: Blume. Álbumes Hopman, P. (ilustrador), & Akveld, J. (autor). (2014). ¡Date una vuelta en bici! Buenos Aires: Santillana. Jeffers, O. (2005). Perdido y encontrado. México: Fondo de Cultura Económica. Meschenmoser, S. (2015). Gordon y Tapir. Bogotá: Editorial Panamericana.


FotografĂ­a de Melissa Gonzalez Olarte


TAKESHI Kitano o la sombra de Beat Kitano

Fotografía de Andrés Romero Baltodano

Por: Tatiana Melo Mosquera Sara Nahir Nagi Quinche Laura Suescun Takeshi Kitano nació el 18 de enero de 1947 en Umeshima, Adachiku (Tokio), época que contempla el déficit económico ocasionado por la segunda guerra mundial, llevándolos a un control económico hasta 1949, a pesar de que las necesidades de la población seguían de cierta forma limitadas.


Temiendo por la elevada escasez de recursos para la población, el mercado negro y la “economía sumergida” logró que las familias no murieran de hambre, aunque la situación de pobreza se mantuvo. Su padre, Kikujiro, provenía de clase baja y gracias al alcohol, era muy violento con su familia cuando se embriagaba. Kitano creció en la misma zona al igual que la gente que pertenecía a los yakuza y llegó al punto de considerar a su padre como uno de sus miembros, aunque para mantenerlos, se veía obligado a trabajar como pintor. A pesar de que su madre, Saki, fuera estricta mantuvo la familia unida junto con la hermana mayor de Kitano. Ella fue la que de una u otra forma influyó a Takeshi a ser un personaje polifacético ya que, desde pequeño a él y sus hermanos los incursionó en cursos de inglés, la caligrafía y algunos cursos de verano, haciendo que este no se conformara con un solo enfoque. Sin embargo, su situación empeoró en el momento en el que su padre decidió abandonarlos, haciendo que su madre tomara completamente el rumbo de su hogar. A pesar del impacto de estos acontecimientos, su pasado también tuvo momentos agradables; su casa fue la primera del sector en tener televisión, convirtiéndose en el centro de esta comunidad, brindándole a la familia y, especialmente a Kitano, un sentimiento de amistad y camaradería que se vería reflejado más adelante en la creación de sus obras. Mucho tiempo después, tras aprobar los exámenes de admisión en la Facultad de Ingeniería Mecánica, sus intereses toman un giro hacia una dirección contraria, prefería pasar horas en los cafés de jazz que, en las clases de su facultad, dejando finalmente la universidad en 1970. Para esta época japón pasaba por lo que ahora se conoce como “el milagro económico” en donde básicamente se logró incrementar el producto nacional en un 10%, dando un giro al país en el ámbito económico. Luego de dejar la carrera, decide trasladarse a Asakusa, uno de los barrios más tradicionales de Tokio, ubicado a las orillas del río Sumida-gawa, buscando nuevas oportunidades. En 1972, logra obtener un empleo como ascensorista en el Teatro Francés, donde más allá de espectáculos de striptease y demás extravagancias, un número cómico a cargo de Senzaburo Fukami, llenaba el lugar. Pronto se convirtió en el maestro de ceremonias del teatro, aprendiendo junto a Fukami sobre la actuación y llegando a debutar como travesti en una


de sus actuaciones. Al ocupar varios papeles en el escenario conoció a Kiyoshi Kaneko, actor y comediante, quien le propuso trabajar juntos. Su primer lanzamiento fue Shokakuya Jiro, pero sus primeras apariciones no fueron del todo buenas. Al ver el poco apego de la gente frente a estas, Kitano decide reconfigurar el esquema que venían trabajando a partir del manzai, un estilo de comedia japonés basado en contar chistes de forma rápida entre dos personas en donde uno es más inteligente que el otro, Hasta convertirlo en lo que conocemos ahora como “The two beat”, destacado por su humor vulgar, inculto y políticamente incorrecto. Este fue un éxito tan grande que fueron contactados por un productor de la HNK, la principal cadena de televisión de Japón, siendo llevados a la televisión a finales de los 70´s, en este momento el país firmaba un acuerdo de paz con China por las disputas por las islas Senkaku/Diaoyu. Aún siguen latentes. Para inicios de los años 80 el dúo se separó y el artista se dedicó a realizar programas en la radio y en la televisión, manteniendo la misma línea de comedia y humor negro. A partir de sus apariciones surgió de repente un grupo de admiradores de Kitano, denominados a sí mismos como “Ejército de Takeshi”, quienes estaban presentes a las afueras del edificio. Allí decidía tenerlos en cuenta para sus programas y más adelante en la realización de sus películas. En 1986, comenzó a albergar el programa de juegos Takeshi’s Castle, en el que los participantes debían realizar varios desafíos físicos hilarantes. Este programa fue transmitido internacionalmente en diferentes versiones reducidas, generalmente con comentarios de burla hacia los participantes. Después de sentirse decepcionado por la televisión, El director Oshima Nagisa le recomendó abandonar la comedia y saltar a la gran pantalla con papeles más dramáticos. Al principio generó un choque dentro de su audiencia, pues estaba acostumbrada a verlo en otros papeles, sin embargo, esto no le impidió el crecimiento de su carrera y aún seguía trabajando como actor de televisión.


Fotografía de Andrés Romero Baltodano

En 1989 Kitano hizo su debut como director en la película Sono Otoko, Kyōbō ni Tsuki (Violent Cop), en la cual también ejecutó el papel principal. La película estaba destinada para ser comedia, sin embargo, Takeshi la reescribió y la convirtió en un drama. De aquí en adelante, siguió dirigiendo películas dentro del género, estipuladas dentro del contexto de la mafia japonesa. Para la década de los 90’s, después de haber realizado películas que fueron éxitos (Ichiban shizukana umi y Sonatine), el artista cae en una gran depresión y al igual que su padre, comenzó a beber mucho a tal punto de hablar constantemente de la muerte. Se vio desbordado por el estrés y por el hecho de que la audiencia japonesa no reconociese su talento, sin embargo, una noche, después de haber bebido por varias horas, tuvo un accidente en su motocicleta llevándolo al borde de la muerte. Este suceso causó un punto de inflexión en su vida, con el cual dejó de fumar y beber y tomó la pintura como terapia, tomando algunas de sus creaciones para las carátulas de películas que había rodado, siendo estas expuestas en diversas galerías y convirtiéndose en un pintor reconocido en Japón.


En el 2000, después de haberse recuperado por completo, rueda su primera película situada en los Estados Unidos: “Brother”, sin dejar de lado la temática que había manejado en sus anteriores productos. Kitano dejó de lado sus variables cómicas y violentas con Dolls en el 2002, que narra tres historias de amor separadas. Esta película también dio paso a otra nueva historia sin estos lineamientos conocida como Zatōichi / Zatōichi: The Blind Swordsman en el 2003. En el año 2005, realiza su película Takeshis’ en la cual parodió su imagen pública a partir de un personaje estrella con un ego hinchado, interpretando una versión de sí mismo, complementada con su otro yo. Takeshi colaboró con One Fine Day a Chacun son Cinéma, una colección de cortometrajes en las cuales el director, durante cada segmento, intentaba expresar sus sentimientos hacia el cine. A pesar de haber rodado películas con un nuevo aire y formato, decide en el 2010 volver al género Yakuza con su película

Autoreiji (indignación).

Para el desarrollo y los análisis de las obras de Takeshi se tuvo en cuenta todos los campos artísticos en los que trabajo y se escogieron unas obras en específico, estas fueron: Películas: A Scene at the Sea (1991) / Dolls (2002) Videojuegos: Takeshi’s challenge Televisión - The two beat /Takeshi´s castle

A Scene at the sea, estrenada en 1991, nos habla sobre una joven pareja sordomuda en la cual Shigeru, un empleado dentro de una empresa de recolección de basura, encuentra una tabla de surf que se ha dejado en la basura. Este practica todos los días en el mar hasta lograr navegar adecuadamente, siempre acompañado de Takako, quien lo observa atentamente desde la orilla. Tiempo después la tabla se parte en dos, lo que lleva a los personajes a una tienda de surf para comprar una nueva. Allí, el dueño de la tienda, un ex surfista, simpatiza con Shigeru, le regala un traje de neopreno y lo incita a participar en un concurso. Una mañana tormentosa, Takako llega a la playa y ve la tabla de Shigeru en el borde de la orilla.


Fotografía de Andrés Romero Baltodano

El surf es un deporte dominado por los hombres y dentro de A Scene at the sea, se resalta el dominio frente a la acción, respaldado por la escénica litoral, el cuerpo masculino y la masculinidad, a partir de una versión dominante como identidad nacional. Por otro lado, la película también resalta la relevancia de lo femenino en una generación del mundo “homosocial de Kitano”. A pesar de que ésta se sitúa dentro de la categoría de películas de surf destacadas por la eficiencia y linealidad en términos narrativos, Kitano decide romper esas convenciones a partir de una nueva mirada estética y narrativa a los espacios utilizados dentro en la película. Se puede deducir que el mar refleja el contexto cultural de Japón a finales de los años ochenta y principios de los noventa, en el cual se demuestra que el país experimentó una pérdida de certeza y confianza luego del colapso de una economía que lleva a una pérdida generalizada en esos años.


Anteriormente Japón era visto como uno de los líderes económicos a nivel mundial, creando una visión idealizada y errónea de Japón con relación a la prosperidad económica y las bajas tasas de delincuencia. Esta recesión, junto con los cambiantes roles de género hicieron que el colectivo de Japón se oscureciera, haciendo que la generación más joven de mujeres comenzara a rechazar los roles tradicionales de género, así como las relaciones familiares, cuestionando por primera vez el mito de la maternidad en el Japón de la posguerra. La película permite visualizar implícitamente la situación histórica de Japón dentro de esa década, tomando el paisaje marino como un intento por adaptarse a las condiciones socioeconómicas y de llegar a un acuerdo con nuevos tipos de identidad, que no son estables ni permanentes, sino que son fluidos y abiertos al cambio. Dolls es una de las obras más reconocidas de Takeshi, película altamente influenciada en parte por su abuela, una gran y muy conocida de canto gidayu, un canto en el cual se hace un performance con títeres y que es tradicional en Japón. A esta además se le suma el teatro bunraku, que al igual que el anterior es con títeres, canto y le suma la música shamisen, un instrumento propio de esta región y que está hecha en cuero de serpiente, perro o gato con cuerdas de tetron. Aunque originalmente eran de seda, con el que se puede llegar a una de las tradiciones más antiguas de Japón, que al final del día se traducen a diferentes modos de contar una historia, podría ser cantada: Uta-mono, Narrada: Katari-mono, Minyo que son canciones folclóricas, claramente en este caso esta película hace parte del estilo Katari-mono en la que se tiene una narración dramática y con tendencia a la novela. Ahora bien, si revisamos la estética podemos ver que tiene marcas y características de la estética de estos dos géneros, solo que en una escala más pequeña, pero tenemos momentos climáticos como la muerte de la primera pareja en la que usan un vestuario tan representativo de la cultura como lo es el kimono. Hemos hablado de su estética, pero ¿de qué va? bueno, es una película que cuenta 3 historias de amor que por un pequeño y fino hilo se terminan entrecruzando. Cuando empezamos a revisar la primera pareja, el personaje principal de esta es un hombre ambicioso, que prefiere dejar al amor de su


vida por tener un mejor puesto en su compañía, sin lugar a dudas es una de las mejores críticas a lo que fue la pérdida de los valores primarios que ayudaron a construir la sociedad tradicional japonesa. Creo que es un buen momento para resaltar que Japón cambia toda su perspectiva entre 1947 y 1957, periodo de tiempo en que son ocupados por los aliados luego de la Segunda Guerra Mundial, el cambio va desde la manera en la que se gobierna el Estado, ya no es el emperador el que rige, es más una figura que representa la tradición, pero cuya opinión no cuenta, pasando por un cambio en el sistema económico, de socialista a capitalista, cambio de constitución y hasta la manera en la que se estaban educando los más jóvenes y la percepción que tenía este país pre-guerra. También vemos un concepto que él refuerza en la gran mayoría de sus obras, la constante de que la vida no es fácil y no es un cuento de hadas, con miedo a dañar el final a quien viera la peli, habla de la pareja que comentamos hace un momento, la chica pierde la cordura y eso hace que el personaje principal cambie de idea y decida quedarse con ella, sí, por un momento parece que la cosa va a funcionar, pero ellos terminan mendigando y viviendo en la calle, él con ella atada a su cintura, y al final del día mueren los dos. Simplemente atados el uno al otro, como explicaba, el final feliz no llega, no es la idea de todo lo podemos y el amor tampoco trae nada bueno, ni es sinónimo de que las cosas se resuelven de manera simple, él mismo lo pudo experimentar en el rompimiento de la bolsa de valores japonesa en 1980. Es curioso en esta película ver el tratamiento que se le da a las mujeres: completamente sumisas, y pensar que para esta misma época en Japón se iniciaba el tribunal internacional de crímenes de guerra sobre la esclavitud sexual (este tribunal no solo aplicó para Japón, también aplicó para el resto del continente). Parece casi una puntada que busca mostrar la vulnerabilidad de la mujer y su rol en una sociedad, ya que dentro de la misma película tenemos la segunda pareja que es protagonista de esta, es una pareja en la que el hombre se va para buscar un fruto mejor y la deja a ella, luego regresa y bueno, esa es otra historia, pero sí podemos notar que él resalta la vulnerabilidad de la mujer en esa sociedad.


Fotografía de Andrés Romero Baltodano

En Dolls tenemos una escenografía que nos recuerda lo tradicional y a la vez está diseñada para señalar puntos claves que tienden a ser una tendencia del mismo artista. Como lo es lo efímero, él lo señala con los árboles de cerezo que empiezan a deshojarse, ya que en realidad es una asociación cultural del artista, otro ejemplo es la nieve, como muerte, como el cerrar de un ciclo. Una de las grandes críticas que hay dentro de esta película es el manejo que se le estaba dando a las enfermedades mentales en Japón por parte del sistema de salud. Este fue un tema sensible en el país oriental cuando un hombre armado entró en una escuela y asesinó a 8 niños, dejando al descubierto cómo la salud mental era un gran área de mejora, ese énfasis tan marcado que vemos con la primera pareja y como ella pierde la cordura y solo por segundos tiene un atisbo de lo que alguna vez fue su vida, es una manera muy discreta de señalar el problema.


Este tema fue estudiado y solucionado, teniendo algunas técnicas innovadoras y vanguardistas dentro del país y del mundo, estos estudios todavía están en proceso beta, por lo que su práctica no es abierta a otros países más allá que con un proceso burocrático muy tedioso. Algo que esta película y que todas las demás del mismo artista tienen es un sabor personal, con lecturas que en general son hechas solo si se conocen más detalles de él, es un gusto y es su propia firma. Por ejemplo, esta película en particular se considera muy personal, muy íntima, en todos los temas que tratamos anteriormente podemos ver cómo cada uno es tan “delicado” o “pasional”, por lo que la lectura de esta pieza es fascinante y compleja, más partiendo del hecho de que este artista hace parte de una de las generaciones más complejas del mundo y a su vez tiene temas como el amor, tratado con mucha crudeza, o no tiene el menor reparo en mostrar que no es una cuestión de sacrificios, de una lucha por tener, o de los dos luchando contra el mundo como las películas de Disney nos han mostrado, sino que al contrario, es doloroso y que al final todo se acaba bien sea por tiempo o por decisión. Vale la pena resaltar que este talentoso artista nació 2 años después de terminada la guerra mundial y si hacemos memoria Japón estaba entre los países del bando perdedor, por lo que fueron invadidos por las tropas aliadas por poco más de 10 años. En el momento que Takeshi Kitano inicia con la comedia, Japón empezaba a recibir el fruto de sus “Baby Boomers” o los bebés nacidos después de la postguerra, esta generación fue empapada rápidamente por tecnología, videojuegos, un estilo de vida más consumista y la idea de crecer para mejorar su tierra, pues ya habían sufrido una dura pérdida frente a los aliados. Estos bebés posguerra dieron frutos durante las décadas de 1960 a los 1970 y su periodo más fuerte fue durante 1970 a 1980, sin embargo, la ruptura de la burbuja inmobiliaria que se sufrió en los 80’s en Japón causó una gran depresión. Nace una crítica constante a su falta de atención por parte de estos jóvenes boomers a asuntos más importantes, ya que se vieron absorbidos por factores como los vídeo juegos, por ser “tu propio héroe” con juegos como Donkey Kong, con Mario salvando a Peach. Esto era la prueba de que los nuevos baby boomers podrían hacer cualquier cosa, por esto hace su


videojuego takeshi’s challenge, una alusión a lo que realmente es la vida. Algunas fuentes hablan de retos como el divorcio con su esposa entre otros, que denotan estas ganas de aterrizar a una generación que fue educada pensando que todo lo pueden y que realmente son el futuro. Y más que es de aquí en adelante el momento en el que las generaciones dejan de prestar atención a lo que pasaba a su alrededor cada vez más. Por otra parte, era a su vez una crítica a la sociedad consumista y permisiva que había dejado a América invadirlos durante la postguerra, en sus comedias expresaba su disgusto con la situación financiera y el poco control a las grandes mafias que tenían el poder más allá de lo económico, lo político. Además de su creciente odio a las civilizaciones occidentales y cómo curiosamente un pueblo que se opone a estas prácticas se hizo cada vez más el reflejo de lo que no quería ser. En cuanto a la estética, aun así, predominaron los vestidos tradicionales japoneses, el dinero no como la mayoría de los videojuegos es directamente la moneda japonesa, es todo un homenaje a la vida aburrida y cotidiana, el enganche que tenía no era más que algunos capítulos que se consideraban imposibles o muy difíciles de pasar. Uno de los mayores ejemplos de que es un referente a la vida misma es saber que puedes hacer trampa y ganar, solo hay que presionar un botón muchas veces al empezar el juego y ya, estás al final, ganaste, no hubo reto, no pasó nada. Desde un punto de vista más personal considero que puede ser tomado de dos maneras diferentes, la primera, un suicidio o la segunda, aquellas personas que no tienen sueños ni visión de su vida, tan simple como que se acabó, aunque a los tramposos no es que les moleste tampoco la idea. Cuando hablamos de la estética dentro de esta pieza, podemos ver que se mantiene tan fiel con los pixeles y la tecnología de la época lo dejaban.


Fotografía de Andrés Romero Baltodano

The two beat fue el primer show de comedia televisivo que realizó Takeshi junto con su amigo Kaneko Kyoshi, el dúo utilizaba un estilo de comedia basado en el manzai, consiste en contar chistes de forma rápida entre dos personas en donde uno es más inteligente que el otro. En ese momento se hacía llamar “Beat Takeshi”. Se hablaban de temas políticamente incorrectos y con sátiras, tuvo su éxito en la década de los 80’s. Para esta época también tuvo un programa de televisión llamado Takeshi’s castle: Este es un programa concurso donde los participantes deben pasar por diferentes pruebas físicas, la mayoría involucran golpes y si lograban pasar llegaban al castillo de Takeshi y ganaban 100 yenes. Se emitió en la televisión desde 1986 hasta 1989, Takeshi vuelve a asumir su papel de presentador, pero esta vez no de ceremonias si no de su propio programa. Para el 2018 la cadena americana Comedy Central hizo una adaptación de este formato llamándola Takeshi’s castle Thailand donde se conservaba la misma esencia del original.


La historia de Japón en la década de los 80’s fue caracterizada por acontecimientos que marcaron a la sociedad tanto cultural como política y económicamente, su emperador había muerto y para ese momento ya habían firmado acuerdos de paz con algunos países como China y Corea del Sur, la relación política era complicada y se estaba intentando arreglar, sin embargo, las guerras por los territorios de las islas aún seguían presentes. El manga y el anime tomaron fuerza en el país para esta época y las series que se llevaron internacionalmente como “Caballeros del Zodiaco” y “Dragonball Z” le cambiaron la mirada al mundo sobre lo que eran este tipo de programas y se convirtieron en un fenómeno que marcó la vida de varios niños alrededor del mundo. El país cambiaba y así mismo su capital, se demolieron varios edificios y se construían otros más novedosos como los rascacielos, ocultando de cierta forma lo que pasaba con muchos de sus ciudadanos que comenzaron a vivir en las calles debido a la economía del país, ya que se creía era estable o como ellos lo definían, una “economía milagrosa”. Se había firmado un acuerdo con Estados Unidos y los traicionaron, logrando que el valor del yen estuviera más alto que nunca y el mercado de exportaciones se viera afectado, decidieron tomar la iniciativa de subir el de la tierra llamando a este periodo “la burbuja inmobiliaria”, en donde para muchos ciudadanos se les hizo imposible tener una vivienda o adquirirla. En el contexto de género se comenzó a ver cómo las mujeres asumieron la responsabilidad de su hogar, ya que varios hombres perdieron el trabajo en las empresas y de la vergüenza prefirieron no volver a su hogar o suicidarse. Esto impulsó a que las mujeres, quienes 20 años antes no tenían una participación masiva en la sociedad japonesa, tomaran el liderazgo en el campo laboral, con trabajos que antes sólo eran ocupados por hombres, este momento de quiebre, por así decirle, por el que pasaba Japón, les permitió también a muchas mujeres poder salir del país y empaparse de la cultura de otros lugares del mundo, ya que no estaban del todo reprimidas por una sociedad o por su familia. Todo esto hace que los programas del actor fueran un entretenimiento total de todas las cosas que atormentaban al país, de allí Takeshi logró obtener a muchos de sus fans quienes le eran muy leales, tanto así que, aunque en ese


momento su nombre artístico era Beat Takeshi, hoy en día sigue siendo una figura reconocida, importante y querida en la cultura del país. Aunque se pasó al cine con papeles dramáticos serios, de producción y dirección, de vez en cuando a su público le gusta volver a verlo en el papel de Beat, ese personaje alegre que aun logra sacarles una sonrisa. También él se atrevió a hacer comentarios sobre el tema político sin pelos en la lengua como se diría vulgarmente en un momento tan tensionante, desde ese aspecto fue lo que le dio su posicionamiento dentro del mundo del espectáculo televisivo. Filmografía, webgrafía, bibliografía, hemerografía. etc. Biografía Takeshi Kitano, recuperado de: https://academic-ebcom.loginbiblio.poligran.edu.co/levels/collegiate/article/KitanoTakeshi/403214 Biografía Takeshi Kitano, recuperado de: http://catalogo.artium.org/dossieres/5/takeshi-kitano/biografia

La representación del mar y lo femenino en A Scene at the Sea (1991) y Sonatine (1993) de Takeshi Kitano, recuperado de: http://web.b.ebscohost.com.loginbiblio.poligran.edu.co:2048/ehost/detail/ detail?vid=5&sid=148dd3f2-5110-40d7-89e2dcc49eced3d7%40sessionmgr102&bdata=JnNpdGU9ZWhvc3QtbGl2ZQ%3d %3d#AN=90258937&db=ufh

Dolls, recuperado de: http://web.b.ebscohost.com.loginbiblio.poligran.edu.co:2048/ehost/detail/ detail?vid=0&sid=c5648afb-b602-4b9a-96d2-82859443af48%40pdc-vsessmgr01&bdata=JnNpdGU9ZWhvc3QtbGl2ZQ%3d%3d#AN=15068796&d b=aph

La poética minimalista de Takeshi Kitano: Dolls, recuperado de: https://www.raco.cat/index.php/asiademica/article/view/286855/375075 Telephilia vs. Cinephilia = Beat Takeshi vs. Takeshi Kitano?, recuperado de: • https://www-jstororg.loginbiblio.poligran.edu.co/stable/41552411?Search=yes&resultItemCli


ck=true&searchText=takeshi&searchText=kitano&searchUri=%2Faction%2F doBasicSearch%3FQuery%3Dtakeshi%2Bkitano%26amp%3Bfc%3Doff%26a mp%3Bacc%3Don%26amp%3Bwc%3Don%26amp%3Bgroup%3Dnone&ab_s egments=0%2Ftbsub1%2Frelevance_config_with_defaults&refreqid=search%3A1b734fd0dead38 ef4b044f1858a1d717&seq=2#metadata_info_tab_contents –

‘Takeshi’s Challenge’ el juego troll de 1986 diseñado por la enfermiza mente de Takeshi Kitano, recuperado de: https://www.vidaextra.com/juegos-retro/takeshis-challenge-el-juegotroll-de-1986-disenado-por-la-enfermiza-mente-de-takeshi-kitano

‘Beat’ llega a América: una entrevista con Takeshi Kitano, recuperado de: http://web.b.ebscohost.com.loginbiblio.poligran.edu.co:2048/ehost/pdfvie wer/pdfviewer?vid=1&sid=a381bd1c-0999-4779-b7713d77d0ab01ac%40pdc-v-sessmgr05

El mercado de servicios criminales en Japón, Recuperado de: http://www.persee.fr/docAsPDF/criti_1290-7839_1999_num_3_1_1602.pdf

Historia de Japón - Brett L. Walker, Recuperado de: https://ebookcentral-proquestcom.loginbiblio.poligran.edu.co/lib/bibliopoligransp/reader.action?docID=5 307637&query=takeshi+kitano Generación Baby boomers y Japón post guerra, recuperado de:

https://www.nippon.com/es/tag/generacion-del-baby-boom-de-laposguerra/ https://potnia.wordpress.com/2010/10/21/japon-posguerra-ycrecimiento-economico/


FotografĂ­a de Melissa GonzĂĄlez Olarte


45 Salón Nacional de Artistas o un viaje hacia la ausencia de las ideas

Fotografía de Andrés Romero Baltodano

Por Andrés Romero Baltodano Director Revista Alternativa Multicultural La Moviola Lo que ahora se denomina el Parque Nacional del Chiribiquete probablemente fue uno de los primeros museos de arte a cielo abierto, que


aquellos quienes hicieron los más de 200.000 dibujos encontrados hasta el momento por la mística labor del antropólogo Carlos Castaño, serían tal vez un grupo o “colectivo” (tan de moda en este siglo XXI) o artistas de diferentes épocas, que plasmaron sus emociones en estos petroglifos. Los carijonas quienes eran sus habitantes y que fueron diezmados (como tantas tribus de nuestro país ) entre españoles y los tenebrosos Arana, tuvieron allí asentamientos, pero a ciencia cierta no es claro quienes fueron las pandillas de artistas (cual capilla Sixtina colectiva) que intervinieron estas paredes rocosas y que por arte de su lejanía y olvido sistemático de los gobiernos centrales de nuestro país de siglos atrás, se ha podido preservar de fauces de empresas turísticas extranjeras que se “relamerían” las garras de volver este tesoro un tematic park con venta de camisetas y mugs. El concepto de artes plásticas, ha tenido tantas variables como autores y autoras a lo largo de las culturas tanto las primigenias como las “modernas”, encontrándonos que los historiadores del arte en general, dividen el arte fundacional como arte de “indígenas” visto como un artefacto de artesanías o pasatiempos de algunos indios sin oficio. De hecho, el acto de crear de un momento a otro fue involucrado en el sistema económico al punto que las grandes casas de subastas contemporáneas mueven millones, así como las galerías y las denominadas “ferias” de arte como Fiac,Arco o Artbo. El arte como dispositivo de pensamiento no debería de estar en ninguna cadena de producción ofertademanda, porque entra en unas leyes de mercado que lo equiparan a una avena o un cepillo de dientes, que dista mucho de la real razón de la creación (pensamientos utópicos en estos tiempos). Nuestro país ha sufrido la transformación del arte como expresión desde nuestro arrasado mundo indígena, hasta la cruenta invasión española y el advenimiento del taller de los Figueroa que quería enseñarle a los criollos el valor “artístico” de los paisajes inocuos o los santos con mirada perdida desde los esquemas europeos, que reemplazara la profunda y hermosa cosmogonía indígena de los artistas Quimbayas o zenues que lograban llevar a sus esculturas ( no orfebrería como se insiste en llamar estas obras de arte ) maneras de ver lo antropomorfo o zoomorfo a niveles interpretativos infinitos y que detrás de cada creación, relucía una filosofía de vida, una conexión con el universo, una manera de ver la pubertad o la esterilidad.


Desde el siglo XIX, entre el genocidio indígena real y el desprecio por sus formas artísticas que no lograban el nivel del arte europeo ( básicamente por partir de bases creativas y practicas irreconciliables) la balanza de la creación plástica, se fue inclinando por lo utilitario del arte como es el caso del dibujante de la gesta libertadora Aponte, que no solo hizo un trabajo documental de las batallas, sino que una vez entro en proceso de construcción la república, se encargaba de retratar a aquellos quienes se lo solicitaban e incluso realizó labores de decoración.

Fotografía de Andrés Romero Baltodano

El papel del pintor como dispositivo de diagnóstico de una época, distaba mucho de la realidad ya que esta sociedad se consolidaba extremadamente controlada por poderes como estado e iglesia y eran pocos los que, de una u otra manera, podrían expresarse como artistas y no como empleados estéticos. Tuvo que el siglo XX avanzar y ser espejo de los “ismos” de la Avant Garde europea de los años veinte, del siglo XX donde en Colombia aparecen


fotógrafos como Gonzalo Ariza y Otto Moll González que tratan de desviar la fotografía del pictorialismo y preparan terreno para llegar a los años treinta la llegada al poder de Olaya Herrera abriera un poco la puerta hermética de las ideas para que los artistas plásticos se fueran consolidando con nombres y tendencias artísticas que serían los pilares de la construcción del universo plástico colombiano. En 1940 se da entonces la creación del Salón Nacional de Artistas (el mismo año que se inaugura la Radio Nacional de Colombia) y que en solo tres versiones en 1942 ya estaba dando premios a obras como “Anunciación” de Carlos Correa que desestigmatizaba la relación religión -arte desde lo sacro o lo puntualmente estético representando en un desnudo una figura religiosa judeo cristiana que hasta ese momento hubiera podido tener el cariz de ser un “sacrilegio”. Sumado a esto el artículo del político Laureano Gómez Del expresionismo como síntoma de pereza e inhabilidad en el arte (1937) donde se hacía eco de la exposición de Munich impulsada por los nazis y su concepto de Entartete Kunts y se atacaba de frente un arte que no cumpliera unos cánones de belleza y heroísmo (esta muestra fue replicada en Medellín en 1937 bajo la curaduría de Erasmus Gerhard quien trajo una parte de la exposición de Munich). El Salón Nacional, se acoge también a las influencias de algunos extranjeros intelectuales que comienzan a llegar al país bajo el proceso de pre guerra mundial y post guerra mundial, dada la profusa migración al continente suramericano más hacia la Argentina pero que también tocó las puertas de nuestro territorio y que Renan Silva denomina “inmigrantes culturales”. Entre 1938 y 1945 el fermento de estos inmigrantes complementa los esfuerzos que desde el debate escrito se daban en la Revista Trimestral de Cultura Moderna, que ponía en tela de juicio los postulados de filósofos europeos unido esto a la creación de la primera facultad de filosofía (denominada instituto) en la Universidad Nacional de Colombia. Justo en el momento que terminaba el conflicto denominado segunda guerra mundial esta migración podríamos hablar de Seki Sano en el teatro, Marta Traba y Walter Engel, Clemente Airó en las artes plásticas, quienes dinamizaron la escena artística criolla que venía de estas fusiones entre el pasado indígena doblegado por el invasor , las teorías de los criollos


“notables” que aceptando la colonia adoptaban sus costumbres europeas como propias y como signo de distinción entre ellos y el pasado indígena instaurando la voz del extranjero como autoridad sobre las tradiciones y las formas propias del territorio.

Fotografía de Andrés Romero Baltodano

Esta colonización intelectual fue construyendo dos vertientes que tenían que ver con el colonizado sumiso que quería replicar lo eurocentrista y los artistas nacionalistas que comenzaban a recuperar nuestra historia real y nuestras raíces como lo demostraron los “Bachues” con Luis Alberto Acuña, Ignacio Gómez Jaramillo, Rómulo Rozo que se mantenían por la recuperación de cultura propia paradójicamente sus aprendizajes habían sido en Europa pero entre el muralismo mexicano y sus interpretaciones de un mundo campesino y obrero transformaron las enseñanzas en una mirada nacionalista e indigenista. Los salones nacionales a lo largo del siglo XX se fueron sucediendo muy paralelos al desarrollo de nuestra historia social y política concentrándose en los años sesenta y setenta en tendencias políticas que en manos de artistas como Clemencia Lucena, Taller 4 Rojo, Augusto Rendon (ganador del salón en 1963) ,Pedro Alcántara Herrán ( ganador del salón en 1965) se


conformaron como espejos de nuestras realidades fermento que no solo se instaló en las artes plásticas sino en el cine, la literatura, el teatro e incluso la música con grupos como Yaki Kandru. Los salones y su desarrollo en el siglo XX darían obviamente para otro artículo recopilativo a fondo y aunque hay una ruptura en los premios desde lo conceptual en 1978 con la premiación el grupo de Barranquilla El Sindicato quienes se llevan el premio con su escultura Alacena con zapatos junto a la obra abstracta de Ana Mércedes Hoyos Atmosfera esto genera un quiebre en lo que respecta al salón que venía sobre las categorías de pintura, escultura, dibujo ,grabado (incluso sin incluir la fotografía que solo hasta 1976 es reconocida con el premio a Fernell Franco y su obra Interior 1 – Interior 2 ) abriendo posibilidades a un arte más moderno y amplio en otras categorías de creación. Ahora situémonos en el momento actual del 45 salón nacional de artistas del 2019 que ha sido bastante particular desde varias ópticas y que fue denominado de manera inexplicable como “el revés de la trama” ( que podrá ser explicado de mil maneras desde las palabras, pero que evidentemente no tuvo ni revés, ni trama) ya que presenta un balance general triste desconectado de nuestras realidades en general y con un bajísimo nivel artístico, tal vez por culpa de una dirección más tecnócrata que artística y una confianza ciega en curadurías de dudosa procedencia en su fuero conceptual y de probada ineficacia en sus resultantes artísticos.


Fotografía Andrés Romero Baltodano

Desde la laberíntica página en internet de difícil navegación, hasta sus títulos rimbombantes y su pretendido eclecticismo que además (podríamos hablar de volver al pasado) se quiere equipar a los estériles resultados de las bienales de Venecia del siglo XXI o la Dokumenta de Kassel que se convirtieron en marcas y en soporte de ferias como Fiac,Arco o en menor medida ArtBo que buscan es el flujo del mercado dejando atrás la verdadera función del arte de ser camino de apertura a ideas y reflexiones y no soporte decorativo o mercancía de cambio en el millonario circuito odioso de los coleccionistas a “obras” como la que Mauricio Catellan expuso en Art Basel Miami en el 2019 de un banano pegado con cinta masking a una pared y que fue vendida (sin rubor alguno) por US 120.000. El arte que se mueve en galerías e incluso los premios de gran nombre (por ser en Europa y no en Suramérica) plantean de nuevo un debate por aquello del ranking tan de moda en las listas de internet y en los juegos de la bolsa de valores. Es increíble que ni uno solo de los premios dados en Suramérica tenga el peso que los dados en Europa o Estados Unidos (denominados el más “prestigioso”, él más” importante”).


Si un escritor se gana el premio de novela de la ciudad de Pereira (el caso de este año de Adalberto Angulo) su relevancia es poco menos que ínfima y el Rómulo Gallegos es de poca monta y el concurso de cuento de La Cueva, una actividad de poca monta. Pero los focos sobre el Cervantes, el Booker Prize, el Nobel son monstruosas como si la literatura tuviera pisos térmicos donde un ganador del Cervantes no podría equipararse a uno del que gane en Pereira y eso es darle un elitismo al arte muy dañino para las ideas y muy beneficioso para el marketing. En las artes plásticas la Bienal de Venecia, el premio Turner se instalan como el culmen de los premios y a su vez redireccionan el mercado e influencian los mercados “pequeños” como el de nuestro país, donde en vez de propender por lenguajes regionales propios se propende por “copiar” las tendencias de los países del llamado “primer mundo” y esto es muy alabado entre los mismos artistas, que en pleno siglo XXI se vanaglorian de repetir las tendencias de hace cincuenta o sesenta años en Europa o de copiar obras mediáticas sin fondo ni sentido, como las que se ven en las ferias y en las galerías del mundo donde la tendencia “conceptual” se fue difuminando en juegos publicitarios, ideas fofas y falta radical de ideas.

Fotografía Andrés Romero Baltodano


Este salón pecó por “ambicioso” tratando de continuar con la teoría que cantidad es igual demostración de gran producción (el arte no es cuantativo, sino cualitativo) proponiendo variables curatoriales que, a partir de sus intenciones, se derivaron en obras de variados calados donde más o menos “todo” cabe. Los espacios expositivos fueron seleccionados de una manera que inicialmente podría tener sentido por sus características espaciales, pero tal vez esto nos lleva a la triste conclusión, que en nuestra ciudad de Bogotá los museos son escasos y aunque hay espacios comerciales como galerías muy bien dotadas, los espacios del salón (al parecer decididos por los curadores) no eran los más adecuados (como el espacio Odeón reconvertido del TPB en sala de exposición, con poca fortuna para las obras). Si es verdad que la recuperación arquitectónica en esta ciudad es sui generis el hecho de montar una de las salas de exhibición en la primera fábrica de pastas de Bogotá (Pastas el Gallo) le confiere al espacio un halo de nostalgia y abandono que ayuda a lo artístico, pero más desde la atmosfera que desde las obras mismas (me recuerda el uso de las ruinas griegas para conciertos). Instalaciones como Los Amigos de lo ajeno de Lina Gonzalez establece una comunicación directa y plástica que Estamos claros que muchos artistas se apoyan en espacios para generar sus obras, así como performer. La curaduría del espacio del Colombo Americano propuso un espacio exterior en su muro y uno interior en la galería. El Externo fue tal vez el centro de la mayor polémica del salón que solo fue debatido en medios artísticos y la sociedad civil poco se enteró de esta “perla”, cuando en pleno 2019 el mural por tener un contenido político directo creado por Lucas Ospina y la ilustradora Power Paola fue borrado por la institución y el suceso se diluyó. sin mayor repercusión. Lamentablemente cunado más allá del mural en cuestión lo muy censurable fue que en un salón nacional retrocediéramos a versiones anteriores donde lo político actuante aplasta la interpretación artística y procede a eliminarla. Ya en el interior de la sala nos encontramos con una muestra más de comic (no el uso del comic como dispositivo plástico tipo Lichtenstein) interesante desde lo formal con obras de Luto, Ronald Winberly y una “escultura” de


Carmenza Banguera de un ingenuísimo y discutible factura titulada Historias

Creadas por padres cretinos para explicar el mundo:presenta:hombres de Chocolate (2018) altisonante, título para un resultado plástico precario y sin argumentación plástica real.

En la sala “experimental” del parqueadero la curaduría se centró en libros de artista destacándose la impecable línea de Kevin Mancera y su obra Entre Ranas Ando y un bello libro desde lo casi invisible de Victor Laignelet al tiempo que se expusieron unas fotografías vacías y de poca factura como las de Nobara Haaaaaaaa…la disposición museográfica y las obras en general eran interesantes y aunque irregular la curaduría se salvó con algunas de las obras.

Fotografía Andrés Romero Baltodano


En el Museo de Arte Moderno de nuevo surgió desde la curaduría un desequilibrio plástico y de ideas donde solo destacamos el trabajo de instalación plástica estética de Santiago Diaz El Espacio entre las cosas y el muy interesante y plástico trabajo en video de Jessica Mitranio Quisiera

reencarnar en una palmera.

En la sala del Museo de Artes de Universidad Jorge Tadeo Lozano su amplio espacio inexplicablemente fue dado a muy pocos artistas donde el interesante trabajo de Alba Fernanda Triana y la criptica instalación de Delcy Morelos se mezclaba con una de las “obras” más anti estéticas y sin fundamento de todo el salón titulada Moebius Machine de Adrian Gaitan y que curiosamente está fechada con cinco años de elaboración (2014-2019) y uno no se explica porque durar tanto tiempo para doblar un colchón y asimilarlo a la banda de Moebius. Resultados del recorrido: Fatales. Nuestro momento histórico social actual daría para que los curadores (no los artistas) se situaran no como replicadores de los eventos sobrevalorados y marketiniados del arte mundial como “top” que causa renombre y permite hacer ver que estamos dentro de una vanguardia homogénea y mundial, en vez de poner los ojos sobre talentos individuales reales que permitan la construcción de una voz artística situada en un lugar y en una época determinada que es la Colombia del 2019 con todas sus oscuridades y sus luces. Esperemos que el salón 46 vuelva a brillar ejerciendo su papel de mostrar lo que muchos artistas están haciendo fuera de circuitos comerciales, gustos o tendencias y pensando más en el arte como espejo de realidades y reflexiones.


FotografĂ­a Melissa Gonzalez Olarte


La noticia del fin, sin el Todo comenzó por.

La autora junto a Luis Ospina (q.e.p.d.)

Por Paola O. Moreno Especial para La Moviola Las coincidencias en la vida son a veces serendipias, a veces sorpresas, a veces encuentros, que tal vez se presentían, pero cuando se dan, es como cuando solo llueve en el lugar donde estamos parados. Para la Revista Alternativa Multicultural la Moviola, es muy enternecedor que ante la sensible perdida de Luis “poncho” Ospina, uno de nuestros directores más queridos por su característica de cinéfilo, realizador y ser humano con la mordacidad a flor de labios que llegó a escribir sus “sobras completas” (libro autobiográfico) estábamos preparando un texto-obituario y por el correo de las casualidades nos llega esta carta llena de amor de alguien que se lo cruzó en la vida, los dejamos pues con este texto de Paola, un ser cronopio que nos envió su texto. RAMLM


De regreso del viaje de Cartagena con mis amigos de La Buena, La Mala y La Fea, puse en Facebook la foto que me tomé con Luis Ospina en el estreno de Todo comenzó por el fin. Tuve unos cuantos me gusta y otros cuantos comentarios celebrando el gran parecido que tenía con mi “padre”. Había coincidencias que ayudaban a esa confusión entre mis compañeros de ingeniería que al parecer no sabían mucho de cine. Su apellido era Ospina y el mío también. Los dos teníamos gafas y narices muy similares, incluso un estilo de peinado cercano. Pero nada más lejano a la realidad, mi padre no se parece a Luis, y como casi nunca nadie había visto a mi padre real, poca gente sabía que no era él. Al principio intenté resolver la confusión regresando los comentarios con aclaraciones, tales como -No es mi padre. Es Luis Ospina, uno de los mejores directores de cine de Colombia, amigo de Andrés Caicedo el escritor-. De repente dejé de responder esos mensajes. Me imaginaba si algún día veían a Luis Ospina en televisión, en un homenaje o algo parecido, aquellos confundidos que seguían haciendo ese tipo de comentarios (que yo ya no contradecía), pensarían que tenía un padre muy distinguido. Pero en mi paranoia resolví guardarme la foto para mí, como el gran recuerdo que era y la quité de Facebook. Fueron tan fugaces las palabras que crucé con él esa noche del estreno… recuerdo mi avergonzada manera de decirle a mis amigos -me quiero tomar una foto con él-, y la rapidez de las cámaras para poder atender la fila de personas que esperaban a tener lo mismo que yo. ¿Cuántos hijos tendrá Luis ahora perdidos por Facebook si esas coincidencias tan precisas no solo hubieran sucedido conmigo? Seguramente había más Ospinas en aquella fila que atravesaba el teatro, empezando por mi hermana. Al salir del estreno de Todo comenzó por el fin, caminando perdidamente por las calles de casas coloniales y coloridas de Cartagena, aún pesados por la maravilla que acabábamos de presenciar, encontré palabras para decirle a mi amigo Pacho que me quería ir, que se me había quedado grabada la palabra lealtad, que no sabía quién era ni que quería y que necesitaba irme para descubrir eso; que necesitaba urgentemente aprender a ser leal a mí misma.


Extrañamente, esas horas de intimidad dentro de la mente del hombre que creerían después que era mi padre, me entregaron la voluntad de querer vivir sin miedo a dejar de lado la fidelidad por lo conocido y embarcarme en mi propia cruzada por la lealtad. Así pasaron tres años, en los que mirar las fotos del festival y revivir en mi memoria esos momentos han sido fundamentales. Comencé a escribir un libro con las aventuras de esa cruzada y llegado a un punto de la historia me estanqué. El libro empezaba por el final de la aventura, así como en la película documental de Luis. Para cuando resolví contar la semana en Cartagena no imaginé que era tan tarde. Necesitaba ver Todo comenzó por el fin de nuevo, para revivir el sentimiento y seguir escribiendo el libro que aún espero un día terminar y que cuenta mi extraño y no voluntario estado de ilegalidad en España y el racismo que viví durante los primeros años aquí. Momentos crudos de la aventura en la que me embarqué, teniendo comienzo en ese teatro, en ese film, en esa noche en Cartagena mientras nosotros estábamos “de rumba y el mundo se derrumba”. Así que empecé a buscar el film. No tuve suerte, no lo encontré por internet, no lo encontré en las plataformas de pago ni en las gratuitas y, envuelta en mi afán, decidí enviarle al que había sido mi “padre” en Facebook un mensaje el diecinueve de septiembre. Mis esperanzas de recibir una respuesta eran mínimas, así que para el día veintiuno, sin lograr salir de mi estancamiento, decidí parar por un tiempo con el libro. Pero esa misma tarde caminando por el mar para matar el tiempo, recibí respuesta a mi mensaje. Era breve comparado al que yo envié y muy concreto –Hola. Estoy en la clínica- y luego resolvía en explicarme en qué lugares de Colombia podría conseguir el film. Pero aún persistente en mi objetivo, disculpándome por el poco oportuno momento para contactarlo, le dije que vivía en España, para lo cual me dijo -Dame tu mail y cuando salga de la clínica te mando un link. El mío es éste-. Durante los siguientes seis días esperé con ilusión la llegada de ese correo, porque supondría que Luis habría salido de la clínica venciendo una vez más el final; que habría un nuevo comienzo para otra historia suya. Imaginaba que a lo mejor un día podría contarle sobre la confusión que había causado nuestra foto, o que yo podría seguir con mi intento de ser quien siempre he


querido ser, una escritora. Incluso llegué a imaginar que un día le enviaría una copia de mi libro, para el que él habría contribuido por segunda vez enviándome aquel link, pero solo llegó la noticia del fin, sin el Todo comenzó por. Paola Ospina Moreno. 09/11/2019


FotografĂ­a de Melissa Gonzalez Olarte


FotografĂ­a de Alejandro Plata


FotografĂ­a de Alejandro Plata


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