poco a poco la boca. A continuación, los abre y sonríe. —¡Ostras! ¡Qué pasada! Y ¿de verdad soy yo así de buena? —¡Cuando follamos, sí! —¡Idiota! Y, como es natural, me dio muchos puñetazos en el hombro, pero seguimos riéndonos, tomándonos el granizado como si fuéramos dos extranjeros en nuestra propia ciudad, citando la canción de Battisti « Chiedere gli opuscoli turistici della mia città... Passare il giorno a visitar musei, monumenti e chiese, parlando inglese... e tornare a casa a piedi dandoti del lei». «Pedir los folletos turísticos de mi ciudad... Pasar el día visitando museos, monumentos e iglesias, hablando en inglés..., y volver a casa a pie tratándote de usted.»[24] Una frase cada uno, hasta la última, en que dijimos a coro: « Scusi, lei mi ama o no? Non lo so, però ci sto! ». «Disculpe, ¿usted me ama o no? No lo sé, pero ¡me apunto!» Sí. A veces los recuerdos vienen así, de repente, no puedes pararlos y no puedes borrarlos. Me quedo mirando el vaso de granizado ya vacío. «Es casi mejor que cualquier droga, igual que tú.» Pero ya se ha acabado. Tengo que volver a la oficina.
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