Maximiliano kolbe

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EN LA ROMA ETERNA En el otoño de 1912, el P. Provincial, teniendo en cuenta las excelentes cualidades intelectuales de Fray Maximiliano, dispuso que, junto a otros, siguiera sus estudios de filosofía y teología en Roma. ¡Qué sueño, ir a roma, la ciudad eterna, asentada sobre las siete colinas, la sede del Papa, vicario de Cristo, la ciudad de las catacumbas y de los mártires, la ciudad de las basílicas gloriosas, cargadas de fe, arte y vida!... ¿Quién no desearía conocerla, visitarla, vivir a su sombra, empaparse de su espíritu, captar su catolicidad? Todos se hubieran alegrado y hubieran considerado la elección un privilegio. Todos, menos Fray Maximiliano. Al conocer la noticia, se apresuró a hablar personalmente con el P. Provincial, y aduciendo la debilidad de la salud, le conjuró borrar su nombre de la lista. El superior, sorprendido, no insistió. Pero la noche llevó consejo. Maximiliano se revolvía inquieto en la cama. Al parecer, con esa negativa, más que con la voluntad de Dios, estaba encaprichado con la suya. Entró en la calma y en un apacible sueño sólo cuando se decidió a una disponibilidad total. Al día siguiente, volvió a llamar al P. Provincial, para decirle que de su parte sólo quería obedecer. Y de nuevo se lo incluyó en la lista de los viajeros. Fray Maximiliano está todo en esa disponibilidad en las manos de Dios. Es su gloria eterna, y a la vez la causa de sus éxitos portentosos, pese a las muchas contradicciones. Las cosas no son tan fieras ¿Cuál era la causa de esa recelosa actitud de Maximiliano? Se podría ver una forma de timidez ante lo desconocido, quizás un infantil apego al terruño. Sin embargo, semejante interpretación se estrella contra la psicología de Maximiliano, animada de dinamismo y gran espíritu emprendedor, ya evidente en el pasado, y más claro en el futuro. La razón verdadera es mucho más sutil y está en relación con la visión de las dos coronas. Muchos son los peligros que pueden acechar la castidad. Contra ellos, los maestros de la vida espiritual indican los remedios de la oración, mortificación y fuga. Fray Maximiliano quería evitar esos riesgos con la fuga, ya que, en carta a la madre, “había oído que en roma hay muchos peligros, y que las mujeres son tan atrevidas, que hasta molestan a los religiosos” (1). Por otra parte, todos los días debían salir del colegio para ir a la Gregoriana. 25


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