Victoria Eckhardt
CIUDAD
Participando en rehacer Río Piedras
Mercedes Rivera Morales
Calle de Diego en Río Piedras
Tomé la decisión de vivir en Río Piedras cuando visité las hermosas casas estilo Spanish Revival, con sus pisos de losa criolla, los techos altos, el balcón amplio y la terraza mirando al jardín. ¿Qué más se puede pedir? Es un lujo tener todo cerca y poder llegar a pie o en bici a la oficina, a los jardines de la IUPI, a la Plaza del Mercado, a los comercios y servicios y al Tren Urbano. Es un lujo residir en un centro cultural, comercial y gastronómico, autogestionado por empresarios veteranos y emergentes. Aunque faltan algunos comercios —como un supermercado y una buena panadería—, vivo convencida de que esta ciudad universitaria tiene un grandísimo potencial. Un día de semana normal en Río Piedras comienza en la Plaza del Mercado, donde el bullicio empieza a las dos de la madrugada con la llegada de
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los camiones llenos de plátanos, calabazas, y todo tipo de frutas y vegetales. En la Ponce de León, cerca de la Sala Teatro Beckett, comienza a hacerse fila por el café y los quesitos, y empiezan a llegar los estudiantes de yoga a Enlight. Desde la madrugada pasan enfermeras, policías, dependientes y comerciantes, maestros de escuelas y colegios, profesores universitarios, y estudiantes de todas las edades. En la esquina de la estación del tren, los estudiantes del Colegio San José esperan desde las siete su guagüita pisicorre que los lleva temprano al colegio. Los negocios de comida criolla comienzan a preparar las combinaciones del día y las tiendas de ropa sacan sus estantes portátiles a las aceras y al Paseo De Diego. Un poco más tarde, los empleados, estudiantes y profesores de la IUPI comienzan a entrar por los siete