Catálogo Puro Chile

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Así, el paisaje monumental de la Alameda, principalmente otorgado por la instalación de los monumentos “homéricos” de la Independencia, se confronta con la ocupación ciudadana, con el lugar de la memoria, construyendo un gesto efímero en el paisaje urbano que presupone la construcción colectiva del espacio público y su carga simbólica12. Esto va aparejado con los cambios sociales. Los sectores populares de las urbes y los enclaves salitreros, así como el sufragio femenino y la aparición pública de mujeres periodistas, escritoras y artistas a lo largo del siglo, promovieron cambios en la organización de las relaciones sociales lo que correspondió a cambios en las representaciones del poder. En el caso femenino, el histórico rol asignado a las mujeres al ámbito doméstico plantea ahora preguntas sobre la relación público-privado; las aristócratas participan de las festividades oficiales y públicas, en actividades de tipo benefactoras, acompañan a las mujeres de las delegaciones oficiales internacionales o oficiaban las funciones de gala, por ejemplo, pero todas ellas siguen siendo tareas de tipo “doméstico”. Para las “otras”, las mujeres obreras, las rurales y más aun, las indígenas, el espacio al margen se constituye en el lugar al que se les confina por décadas. El retardado proceso de una ideología liberal en Chile -que nunca existió del todo, ya que en temas de orden social mantenía una fuerte carga conservadora- permite una fuerte influencia de la iglesia sobre las exigencias y libertades femeninas. Pero es también a través de la iglesia que pueden intervenir en el espacio público, asistir solas o acompañadas de otras mujeres a misa, participar de actividades de carácter educativo o de labores femeninas, lo que a su vez, les permite acceder a debates, discusiones y preocupaciones ciudadanas, sin tener que renegar de los valores del hogar y la familia. A pesar de la existencia de un activismo femenino, político y literario, el denominado movimiento sufragista y los trabajos asalariados, permitieron que las mujeres accedieran parcialmente al espacio público, aunque la organización del espacio privado se mantuvo casi sin modificaciones. El voto femenino en Chile se alcanza recién en 1935 para las elecciones municipales y en 1949 se nos permite participar en las elecciones

parlamentarias y presidenciales, lo que finalmente se concretó en 1952. Es con el voto que las mujeres pasamos de ser sujetos ausentes a ciudadanas presentes. La incorporación de las mujeres al espacio público ha sido una de las mayores revoluciones del siglo XX. La serie de fotografías del “Día de la mujer” (1985) de Paz Errázuriz muestran la fuerza de la participación en femenino de las manifestaciones públicas y las disputas por la legitimidad de sus demandas y derechos. Confrontadas a la obra “Restos” de Eugenio Dittborn (1943- ) -colección Pinacoteca Universidad de Concepción- representan una doble otredad femenina. Ya no solo se trata de la marginación de las mujeres, sino de mujeres marginadas, fragmentadas, campesinas, indígenas que participan de actividades delictuales. Junto a las mujeres, otras esferas de la ciudadanía son excluidas del espacio público, como los obreros, y de forma especial, los no asalariados. Nuevamente, esta nación modernizada, industrial y destinada al progreso, deja fuera a todos los grupos que no pueden ser representados en el imaginario social dominante: explotados, oprimidos, dominados, abandonados13. “Los patipelados” (1946) de Jim Mendoza (1905-1963) -colección Pinacoteca Universidad de Concepción- nos muestra a los desheredados del sistema, representados aquí en el espacio inexistente, un no-lugar desterritorializado. Solo con las crisis de clases del sistema capitalista, es posible la presencia activa en el espacio público de otras lógicas sociales que funcionan en los márgenes o al margen de la identidad de clase14. Este postulado es claro en el devenir social de la Plaza de Armas de Santiago -base del trazado urbano de la ciudad- constituida por siglos en el centro político, social, económico y religioso, donde se realizaban las fiestas públicas, las procesiones religiosas, hitos políticos como “La Jura de la Independencia”, Pedro Subercaseaux (1945), colección Museo Histórico Nacional- y algunos ejercicios militares. Pero a partir del siglo pasado especialmente, este centro urbano se ha convertido también en territorio de migración, en el que se reproducen, refuerzan y recrean las identidades comunes de los diferentes grupos de inmigrantes, como se representan en la serie de la

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