Boletin 40-41

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BOLETÍN INFORMATIVO NÚM. 40-41, ENERO-JUNIO DE 2011 CENTRO BASILEA DE INVESTIGACIÓN Y APOYO, A.C. En medio de toda una argumentación sobre un aspecto de la presentación personal de las mujeres que tomaban la palabra en el culto, se revela que ellas ejercieron dos funciones claves en la liturgia. En representación de toda la congregación algunas mujeres se presentaban ante Dios para dirigirle la palabra en la oración. También cumplían el rol complementario de dirigir la Palabra de Dios a la iglesia por medio de la profecía, es decir, por un discurso razonado que enseñaba y orientaba a la congregación.

¿Participaron también las mujeres en la celebración de la cena del Señor? En la sección de la carta que intenta corregir ciertos abusos en el ágape asociado con la Cena, las correcciones se dirigen en forma amplia a los que se portaban incorrectamente pero no se define quiénes estaban autorizados para asumir el papel de dirigentes litúrgicos. En otros asuntos tratados tampoco se revela quiénes debían de llevar a cabo las acciones recomendadas por Pablo. Cuando una instrucción era lanzada a toda la iglesia, su cumplimiento necesariamente involucraba a las mujeres dotadas para el liderazgo y reconocidas en ese papel Pasamos ahora al arreglo personal que las mujeres profetizas y que oraban en los cultos debería llevar para dar testimonio. Que todo el mundo se fija en el arreglo de las mujeres es una característica no sólo de nuestra sociedad. La presentación personal de las mujeres profetas de Corinto era el blanco de la atención de ciertas personas y la ocasión de una reacción de parte del misionero que fundó su iglesia porque no seguían una importante costumbre en cuanto al arreglo de su cabello. En una sociedad que no concedía mucho espacio público a las mujeres. Las pocas mujeres que se atrevían a actual a la vista de los hombres fueron evaluadas según un código bien definido de cómo debían de portarse y arreglarse. La gente juzgaba como honorables a las mujeres que cumplían estas normas culturales y esta reputación se hacía extensiva también a su familia o grupo social. En cambio las mujeres que no las acataban quedaban calificadas de indecentes y deshonestas y esta evaluación también tachaba al grupo que tolerara su infracción de las convenciones sociales. Las mujeres profetas habían desechado una de estas reglas que especificaba que la mujer debía tener el pelo largo pero bien recogido, arreglado en un peinado sobre la cabeza. Cumplir esta norma resguardaba la dignidad de una mujer y la autorizaba para presentarse en la sociedad fuera de su casa. En contraste, el cabello suelto era visto como un estímulo erótico, y por eso una parte ―privada‖ del cuerpo, que sólo el esposo debía de mirar y esto en privado. Llevar el pelo suelto en público significaba un ultraje al pudor asociado con prostitutas o con la celebración de ritos

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religiosos de tipo orgiástico, como los del culto a Dionisio dios del vino. Los profetas no eran inconscientes de que estaban transgrediendo las buenas costumbres, y hay que suponer que tenían sus propias razones para ello. Un precedente para su conducta se podría encontrar en el pelo suelto de las pitonisas o profetisas de los oráculos de la religión clásica griega, que se abandonaban al espíritu del dios y comunicaban su mensaje en estado de éxtasis. Sin embargo, los profetas cristianos no perdían el control de sí mismas bajo la influencia del Espíritu Santo, ni dejaban de ejercer su propia razón. Es mucho más probable que las mujeres carismáticas formaban parte de un sector apocalíptico de la iglesia que no esperaba ninguna resurrección futura sino que creía que los cristianos gozaban ya de aquella existencia semejante a la de los ángeles, sin distinción de sexo. Si este fue el caso, las mujeres podían haberse sentido justificadas al abandonar ciertas costumbres que señalaban la diferencia entre varón y mujer. Cierto parangón se encuentra en el culto a la diosa Isis, que se extendía rápidamente por el mundo helenístico en este mismo período. La devoción a Isis encontró mucha acogida entre las mujeres, en parte porque se pregonó que ella equiparó el poder de las mujeres con el de los hombres. La figura de Isis se representaba con una abundante cabellera derramada sobre su cuello, y sus devotas también se soltaban el pelo en los cultos de adoración. También es posible que las mujeres profetas consideraban que el lugar donde se celebraba el culto cristiano -una casa- no era en realidad un espacio público; podían ejercer su rol en la liturgia sin llevar la cabeza cubierta por un complicado peinado. Cualquiera que fuera su motivación, las mujeres profetas se toparon con un hecho que las paró: algunos hombres se escandalizaron por esta libertad de las mujeres. Pablo habló por este sector, y pidió a las mujeres que adaptaran su criterio de libertad a las susceptibilidades de los hombres. De esta manera se introdujo en la iglesia, desde este momento inicial de su historia, una práctica demasiado común en la sociedad: responsabilizar a la mujer por las debilidades del hombre. Solamente con una auto-limitación en cuanto a su arreglo personal podían las mujeres alcanzar la autoridad necesaria para cumplir su ministerio. Interrupciones de la mujer en el culto Un servidor comenta que Pablo toca el punto medular que es el que la mujer interrumpía el culto, seguramente por preguntar o debatir lo que ahí se estaba mencionando, recuérdese que hombres y mujeres vienen del mundo grecoromano en donde había mucho desorden, véase por ejemplo el culto a afrodita en Corinto. Y en inciclopedia una página de


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