HERENCIA DE GLORIA

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La caída del precio del cacao y la depresión económica mundial posterior a la primera guerra mundial, generaron una profunda crisis en el país, que tendría severas consecuencias políticas a lo largo de una década larga, la década infame. Los cincuenta estuvieron marcados por el boom bananero, que no sólo generó ingresos que estabilizaron y dinamizaron la economía, sino que generó una estabilidad política inusual, que sería rota por la caída de Velasco. En los sesenta, la inestabilidad política tuvo muchos componentes externos, se enmarcó en la lucha anticastrista de los Estados Unidos y la fuerte alineación de los países americanos, que generó una serie de gobiernos militares que paradójicamente terminaron produciendo un fortalecimiento de la izquierda y el surgimiento de movimientos subversivos ya en los noventa. A mediados de los setenta, el inicio de las operaciones petroleras, no solo trajo bonanza al país, sino que propició el fortalecimiento de la clase media, la construcción de grandes obras de infraestructura y el enorme crecimiento del aparato estatal. Tras el gobierno militar del general Rodríguez Lara, el país viviría un largo período de estabilidad democrática que sería interrumpido ya en los 90 por una nueva crisis económica, la peor de la historia, que tras la guerra del Cenepa, culminaría con la crisis bancaria y la dolarización. El incremento sustancial de los precios del petróleo generaría ya en la primera década del siglo XXI, un nuevo período de estabilidad política, con el gobierno de mayor duración ininterrumpida en la historia del país, el de la Revolución Ciudadana, que propició el florecimiento de la obra pública y la preocupación por el mejoramiento de calidad de vida de los ciudadanos. Política y economía están íntimamente entrelazadas, en todo tiempo y en todos los países. Ecuador no podía ser la excepción.

Vuelve la inestabilidad En una ceremonia en Riobamba, el 17 de agosto de 1960, el presidente electo doctor José María Velasco Ibarra, proclamaba la nulidad del Protocolo de Río de Janeiro: “Nosotros no queremos la guerra… pero nosotros no reconoceremos jamás el Tratado de Río de Janeiro”.2 El pronunciamiento del líder enfervorizó a los ecuatorianos. Una ola de profundo patriotismo recorrió el país. Las Fuerzas Armadas, sensibles a ese clamor popular, se comprometieron aún más en su preparación 2 EL Comercio, agosto 19 de 1960.

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Herencia de gloria.


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