Del buen salvaje al buen revolucionario, Carlos Rangel

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ingleses, franceses y norteamericanos se han ido relevando en el papel de protagonistas principales de un mismo proceso subdesarrollante. Pero esta afirmación “buensalvajista” ignora con desenvoltura la situación uniformemente lamentable de las regiones hoy clasificadas como Tercer Mundo antes de su inserción en el ordenamiento europeo, cristiano, occidental. Releyendo a Marx El filósofo, sociólogo y economista a quien reconocen como maestro y guía los mismos que esquivan esa cuestión un tanto incómoda, tenía por cierto ideas muy precisas al respecto. Marx no escribió gran cosa sobre Latinoamérica, la cual simplemente no le interesaba, pero en cambio dejó textos sobre otras zonas del llamado Tercer Mundo que vienen exactamente al caso. Por ejemplo, afirma (en 1853) que la presencia y dominación británicas en la India (no, por cierto, el más atrasado de los territorios ajenos al ordenamiento europeo) había interferido en forma decisiva la sociedad hindú tradicional, desarticulando el sistema patriarcal y la organización en aldeas, así como el régimen artesanal; e iniciado problemas, desafíos, tensiones y desequilibrios desconocidos hasta entonces por esa antigua civilización. Pero ¿debía esto ser interpretado como una “caída” desde un estado de gracia y beatitud que sin ello hubiera continuado impoluto? Ni por asomo. Esas comunidades aldeanas idílicas, observa Marx, no eran tan inofensivas como podría suponerse, sino que “inmemorialmente habían sido las células y el fundamento del despotismo oriental, restringían al ser humano en el más estrecho

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