Del buen salvaje al buen revolucionario, Carlos Rangel

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materialista y vulgar de las aspiraciones del ser humano, que no deben ser la comodidad egoísta, sino el colectivismo fraterno y desinteresado. El hombre nuevo, en Cuba, China, Viet Nam, etc., no posee prácticamente nada, pero (según esta tesis) sería dueño de sí mismo, no está alienado por neveras, aspiradoras o televisores, y mucho menos por programas de radio o televisión que, junto con anuncios para esas y mil otras cosas, difundan información u opiniones, distintas a lo que el hombre nuevo debe conocer y pensar. Toda su satisfacción en la vida, le vendrá de saber que el sacrificio de sus aspiraciones como individuo es el precio de la justicia, del triunfo del bien sobre el mal, de la salvación. De esta manera ha llegado el comunismo a desembocar inesperadamente en una coincidencia casi perfecta con formulaciones ascéticas y antimercantiles muy antiguas y muy arraigadas, que en otra época rechazó como oscurantistas y mentirosas, apuntadas a engañar y adormecer a los seres humanos con promesas de una felicidad ultraterrena a cambio de la pobreza de este mundo, mientras en realidad estaban siendo explotados por los capitalistas en alianza con los sacerdotes. La Iglesia, pues, tras varios siglos de pánico y desconcierto por el auge del liberalismo capitalista, librepensador y secularizador, ha tenido la divina sorpresa de darse cuenta de que en el socialismo marxista tiene no un enemigo todavía más peligroso que el liberalismo, como al principio creyó (y también los marxistas) sino un aliado táctico precioso en la propagación del mensaje según el cual los mayores

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