Del buen salvaje al buen revolucionario, Carlos Rangel

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coincidencia, aun táctica, con el único sector que sentía alguna afinidad con ellos. Típicamente, ese aislamiento no pudo terminar sino cuando Moscú, preocupado por el auge del fascismo, decretó en el VII Congreso de la Internacional Comunista (1935) que de entonces en adelante el pecado mortal de un buen comunista sería el “sectarismo de izquierda”, y autorizó expresamente toda alianza, en cualesquiera condiciones, con cualquier fuerza “opuesta al fascismo y al imperialismo”, sin exigir (como hasta entonces) la imposible condición de que los socios no comunistas de cualquier tal alianza aceptaran subordinarse sin reservas a las tácticas y la estrategia del Comintern, representado para el caso por el PC nacional correspondiente. Esta “línea blanda” duró hasta que Stalin tuvo la certeza de que la URSS había resistido el asalto nazi, y quedó cancelada con la denuncia (por el dirigente comunista francés Jacques Duclos) del “browderismo” (de Earl Browder, jefe del PC norteamericano, a quien por recónditas razones estalinianas se decidió hacer chivo expiatorio para los fines del cambio de línea). Muchos dirigentes comunistas latinoamericanos de primera fila que habían pasado casi una década apoyando el frentismo anti-fascista y el esfuerzo de guerra contra el eje BerlínTokio-Roma, se encontraron de pronto a la intemperie, degradados, cuando no excluidos. El Cominform, creado en 1947, formalizó el regreso al “sectarismo de izquierda”, el cual llegó a su paroxismo en esos años de guerra fría y de desbordamiento paranoico por parte de Stalin. En Latinoamérica, ésta fue para los PC otra época de aislamiento, cuando no de persecuciones implacables y nueva clandestinidad.

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