Escuela de Otoño
reflexiones personales se compartían en un clima
viva y dinámica de un Dios “prójimo” que amanse
lleno de saber y sentir que Dios nos acompaña en
las aguas bravas donde nos movemos y, al mismo
nuestro caminar.
tiempo,
genere
esperanza
activa
y
contagie
fraternidad transformadora de la realidad. Tras la comida, que con mucha ilusión nos prepararon los trabajadores de Lantana, lugar significativo donde se han celebrado los veinticinco años de la Escuela de Otoño, volvimos al trabajo en grupo, donde salieron a relucir los retos y compromisos que marcarán el trabajo de Cáritas y aquellos lugares donde más falta hace que nos esforcemos por construir comunidades vivas respondan a las realidades de pobreza y exclusión que nos encontramos.
Para finalizar esta vigésima quinta Escuela de Otoño, y con el corazón lleno de esperanza, de alegría compartida y de una fe que nos anima a abrir los brazos al Amor de un Dios que se hace pequeño para estar a nuestro lado, realizamos un gesto final en torno a la cruz y a la luz que ilumina nuestro ser y hacer como voluntarios de Cáritas, escuchando una canción de Luis Guitarra que puso punto y final a la Escuela de Otoño:
“Mientras
A mitad de tarde, nos poníamos en manos de la
tengamos un horizonte en esta tierra, mientras
teóloga Montse Escribano, que nos ofrecía algunas
no perdamos las ganas de reír, mientras brille en
claves para que nuestro acercamiento a la pobreza
nuestra vida la luz de Dios, no te rindas, no te
y la exclusión esté marcado por la vivencia real,
canses de vivir... porque todo va a ir bien”.
Sevilla
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