Trenes Nocturnos

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Trenes nocturnos

Barbara Wood

—Desgraciadamente —oyó seguir diciendo a Brunek, no habrá ninguna posibilidad de ensayar. Tendremos que aprovechar esta única oportunidad, pues dudo mucho que dispongamos de otra. Y ahora, si miramos el puente que está justo aquí —dijo, señalando con el palo—, justo por debajo de Sandomierz, el tren se detiene en este punto, mientras los soldados cruzan el puente y lo inspeccionan para buscar explosivos o cualquier posible sabotaje. En lo alto del tren también hay hombres armados, así como en la locomotora y en el furgón de cola, por lo que todos los caminos de acceso al tren detenido se hallan estrechamente vigilados. Excepto uno. —Las cuatro caras se levantaron para mirarle. Brunek sonrió—. Os dije que tenía un plan para hacerme invisible. Tengo la intención de acercarme al tren desde una dirección que los alemanes no estarán vigilando. Lo haré desde debajo del tren. El doctor Jan Szukalski llegó al hospital a las seis de la mañana y se dirigió directamente a su despacho, Sólo tardó un momento en decidirse a dejar su trabajo y bajar al laboratorio para comprobar sus especímenes en la incubadora. En el laboratorio, Jan encendió las luces fluorescentes, que parpadearon momentáneamente antes de producir un resplandor constante. Szukalski giró a la derecha, hacia la incubadora, abrió la puerta y extrajo el tubo de ensayo que contenía el inoculado en el líquido de cultivo. Lo sostuvo bajo la brillante luz. Estaba bastante turbio. Bien, pensó con satisfacción. Al menos se había producido un cierto crecimiento bacteriano. Ahora, sólo cabía esperar que el anciano no hubiera padecido simplemente una prostatitis crónica. Sacó cuidadosamente el tapón de cierre y olió el contenido del tubo. `Iras hacerlo el doctor Szukalski sonrió débilmente al percibir los restos de amoniaco, un producto de la descomposición del metabolismo del Proteus. Volvió a colocar el tubo en la incubadora y extrajo la cápsula de Petri que contenía el medio nutriente de altar. Levantó la tapa y estudió la superficie del medio suave, con aspecto de gelatina. En el lugar donde el día interior había introducido la inoculación se veían varias colonias pequeñas de bacterias en crecimiento. Las colonias ofrecían el aspecto de pequeñas cuentas blancas, medio enterradas en la superficie brillante, del color del caramelo, del lagar. Al principio, frunció el ceño cuando por su mente cruzó la idea de que todas las colonias se parecían o bien a bacterias coliformes o bien a estafilococos, Sostuvo la placa en alto, hacia la luz, y la movió despacio de un lado a otro, tratando de estudiar el reflejo de la luz sobre la superficie de la placa. Todas las colonias parecían iguales, con muy pocas excepciones. Podía ser que casi todo el cultivo fuera de Proteus. No se había formado ninguna película, por lo que si se trataba de Proteus debía de ser una cepa sin motilidad. Y el X19 era precisamente una cepa sin motilidad. Volvió a dejar la cápsula en la incubadora. Cinco minutos más tarde, al regresar a su despacho, encontró a Hans Kepler, que le estaba esperando. —Buenos días —dijo Szukalski. Pasó una mano sobre el radiador y se dio cuenta de que empezaba a estar caliente. Kepler estaba de pie ante la ventana, vestido con un suéter de pescador, una pesada chaqueta de lana y unos pantalones oscuros, retorcía entre las manos un gorro de lana. Se volvió bruscamente hacia él y preguntó: —¿Va usted a ayudarme, doctor? Szukalski vaciló antes de sentarse. A la luz clara de la mañana y sin su uniforme, Hans Kepler parecía muy vulnerable. —Siéntese, por favor, Herr Rotten... —Szukalski se detuvo de pronto, sin terminar de pronunciar la palabra, y se aclaró la garganta—, Panie Kepler. Sí, voy a intentar ayudarle. — El joven lo miró fijamente—. Siéntese, por favor —repitió Szukalski—. Sin embargo, debo decirle desde el principio que no hay garantías. Y, lo que es más importante, no puedo hacer suficiente hincapié en la necesidad de mantener el más estricto secreto. Lo que voy a intentar hacer con usted es muy arriesgado, para los dos. Una palabra de esto...

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