Ediciones Último Reino 1979
2013
Poesía Narrativa Teatro Ensayo
G iSELA G ALiMi
Ediciones Último Reino Buenos Aires
Argentina
ISBN 950 804 xxxxxxx
Ediciones Último Reino
Carolina Zamudio
Seguir al viento
SEGUIR AL VIENTO
n el poema inicial de éste, su primer libro, la voz poética de Carolina Zamudio afirma de manera certera: “con devoción provinciana/en Curuzú/me sembraron”. Allí se desata la paradoja que es el eje central del libro. ¿Cómo alguien con declarada raíz puede seguir al viento? Los versos, que viajan por Buenos Aires, Abu Dhabi, Ginebra y Barranquilla, de alguna manera resuelven la contradicción llevando por el mundo la tierra de la poeta en sus afectos, sus hábitos y su historia; de modo que el verdadero paisaje transcurre dentro de sí misma, modificado y modificador del entorno sólo en cierta medida. Es el ojo que ve desde su óptica el que define la perspectiva de lo que refleja el espejo de este espacio que es el espacio todo. Desde Buenos Aires le pide a la vida que no se detenga, que ruede, y comienza un periplo de palabras por el mundo, en amaneceres y ocasos desiguales. En Abu Dhabi, que define como su primera frontera, la llegada es mar solitario y donde se inicia la búsqueda: “En el mar me sentí novel/cielo claro vista/la inmensidad de mi ser/un gran mundo/con la calma de la llegada”. Pero, a poco de arribar, el nuevo paisaje se vuelve cotidiano y se contagia de desierto: “Reaprenderme/desierta./También deshabitado/se entibia el crepúsculo/y se asimila a una senda”. Paisaje y poema son uno, dentro y fuera de la casa de palabras que Zamudio habita. En Ginebra “una cueva fría y acogedora./Un ensayo de lo mejor de mí”, los versos se mantienen ocres dentro del hogar con aroma a torta recién amasada y galletas de manteca. Un adentro de nuevos rituales y cuadros pasajeros. De nuevo océano y amanecer, el libro trae otro destino, Caribe y otras raíces: “Una brisa furiosa/me planta y me abandona”. La voz que había sembrado la contradicción se vuelve semilla en el viento, tras el cual sigue buscando su destino. ¿Por qué? Si se lee con atención, la respuesta también está en estas líneas: “Me hundo hasta saborear la médula de un pueblo/como recito mis raíces”, en un poema que no casualmente se llama: Con Palabras.
Carolina Zamudio
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Ediciones Último Reino
Carolina Zamudio nació en 1973, en Curuzú Cuatiá, Corrientes, Argentina. Se recibió de Periodista en la Universidad Católica Argentina y obtuvo, mediante una beca, una Maestría en Comunicación institucional y Asuntos Públicos, en la Universal Argentina de la Empresa. En 2002, ganó el Premio “Universitarios Siglo XXi”, otorgado por el Diario La Nación, de Argentina. inició su vida profesional en las radios Mitre y El Mundo, donde escribió para los departamentos creativos y publicitarios, antes de dedicarse a la producción periodística. Trabajó por más de 15 años en Periodismo y Comunicaciones. Entre otros medios, como periodista en las revistas Apertura y Target, y el diario El Cronista. Fue Jefa de Prensa de diversas empresas e instituciones. También condujo el ciclo radial “Los libros no muerden”. En 2007, comenzó un derrotero por el mundo que la llevó a residir, junto a su familia, en: Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos), Ginebra (Suiza) y Barranquilla (Colombia), donde vive en la actualidad. “Seguir al viento” es su primer libro.
SEGUIR AL VIENTO
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Carolina Zamudio
SEGUIR AL VIENTO
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Zamudio, Carolina Seguir al viento - 1ª ed. - Buenos Aires: Último Reino, 2013. 64 p.; 21 x 14 cm. ISBN 978-950-804-206-4 1. Poesía Argentina - I. Título CDD A861
A la memoria de mi padre y a la presencia incondicional e imprescindible de mi madre.
Fecha de catalogación: xxx
Foto de la autora: Enrique García
© 2013, Carolina Zamudio © 2013, Ediciones Último Reino Bernardo de Monteagudo 475 (4000) San Miguel de Tucumán, República Argentina Correo e: <victorfaredondo@gmail.com> Comunicación con la autora: < carozamudio@gmail.com > Queda hecho el depósito que dispone la ley 11.723. Impreso en la Argentina.
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Buenos Aires
Buenos Aires me florece lapachos y palabras sólo porque alguna vez –con devoción provinciana– en Curuzú me sembraron.
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Julieta la tarde
Son sólo colores vibra el azul en mis venas camino del aire, destino del agua, un tren desde mí perseverancia. Son sólo colores el pardo en tus ojos naturaleza y escamas ver a través de ellos es todo. Naranjas el sol, el pasto se aclara por las cortezas ocres incandescencia lava. Muere Julieta la tarde y fucsia es la belleza como a través de un cristal. El ocaso clava negros oscurece resbalando la paleta estampa midiendo las palabras adentro no hay tiempo para Xul ni Solar. Una siesta que se estira 16
el balcón sobre la plaza es todo lo que queda, negro adentro y el balcón también muere a los ojos que abre Romeo.
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Insobornables
Qué camino habrán tomado aquellos sueños aquellos que dejé y los nuevos de esta noche. (Los que eran los ahora que son míos.) ¿Estarán en las baldosas de esa vereda que hace tiempo [ no quise, ni pude cruzar? ¿acaso en la mirada del vecino que sólo mira y vive sin su [ vida? ¿en la contratapa del libro que se disuelve con mi [ ansiedad de lectora de dos páginas? ¿en las deudas de los abuelos muertos o en los rizos de [ los hijos no nacidos?
me muevo con destreza me cruzo, me inquieto al ritmo de cada sueño ¿son ellos o soy yo o soy yo por culpa de ellos?
Tanto en la tierra como en el cielo. Sólo algunas, lentamente, pocas veces con la certeza de la sangre que corre por las venas se desprenden en una autonomía que me espanta y en la oscuridad de los ojos que no abro se lanzan, escapan desde el centro, huyen por la garganta y parados delante de mí me dicen: qué será de nosotros mañana. Las calles de la razón se alargan y no acaban 20
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Abu Dhabi
Una vez pronunciĂŠ Medio Oriente como un hogar posible y entonces mastiquĂŠ la primera frontera cebollas los ojos para llorar la vida y deshojar un destierro inalterable como todo aquello que un dĂa fue.
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Guionista
La rutina
“Y de nuevo volvió a sentirse sola ante la presencia de su eterna antagonista: la vida” VIRGINIA WOOLF
¿Qué tiene de mí este instante que protagonizo? Como primer actor de mi vida declaro que hubiese sido mejor escribirla. ¿Qué tiene de él esta noche que se escapa? Querer asirlo es como la vida –que me tiene dentro– y se escapa, por eso la escribo.
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A veces la rutina da un vértigo que me tiro. Su indiferencia, la planta baja. Su cara de nada, el último empujón. Si acaso entendiera por dónde va la vida no habría más tiempo para el último ciclo de dudas, ni camas donde apoyar la espalda, ni manos donde calmarse el frío. A veces la vida se parece tanto a su cara de nada no le encuentro los ojos para mirarla, ni las arrugas para calcularle los días que le quedan.
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Yo, tú, ellas
Abu Dhabi es en mí vida y muerte espejo de sol eterno silencio originario exilio naciente. Es nostalgia, intimidad, sosiego. De a dos, la contención de la niñez un camino de crecimiento falla y meridiano. Abu Dhabi es en ellas atardecer velado impulso contenido altiva ancla en las costumbres cercana y matriarcal es efusiva. Abu Dhabi es apasionada una torre de babel tormenta hirviente confusa y joven. Es mujer. Especiada y cautivante, emprendedora, perpleja, apegada y generosa. Es una ronda: yo, tú, ellas.
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Ginebra
Ginebra fue una grieta entre dos mundos una cueva fría y acogedora. Un ensayo de lo mejor de mí. Potencia y orden en movimiento nadar una soledad ancestral y creativa, íntima.
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Nuevo ritual
El cuadro que hoy completo hace un tiempo no era ni yo la misma antes de estos pinceles, ni mis manos antes de la paleta. Igual que estas palabras que aún no son pero quieren como la suavidad del vino en la boca como una noche que sí es –lo sé por la furia de afuera– como los ángeles que velan el sueño de las niñas mientras la madre pinta, mientras la madre crea, y el padre atraviesa un océano como quien se lanza al destino sin pedir a cambio nada. Navega el aire el olvido se adivina un frío que aquí no merodea, quizá mañana armemos un árbol quizá un deseo pidamos también las niñas bailarán invocando fiesta la madre les hablará de los días allá lejos llegará el padre, llegará el brindis, se colgará el cuadro, se prenderá la estufa a leña y se iniciará un ritual que atraviese un océano, uno que antes no era. Nuevo ritual. 62
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Prestidigitadora
Y hablabas de la soledad del cajón abierto en el alma de la niñez de palabras atragantadas del miedo al goce que paraliza el cuerpo. Hablabas con la determinación del temporal que recién [ comienza con unos ojos negrísimos curtidos de tanto mar con la palabra alta, chispeante y clara. Y yo empezaba a confiar en una seducción de prestidigitadora, de encantadora de serpientes, en las arenas que apaciguan un tsunami. Y el aire amalgamaba furia y sosiego y la gente alrededor se desmaterializaba y sonaba una melodía que quizá fuera Bach y, en dos direcciones, nacía algo.
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De vos
De tu voz sé que se aferra a los muros en un eco perpetuo que llena la tarde, de la textura de tus manos poco queda, lo esencial, tibia agua entre los dedos. Un silbido dejo calla un viejo tango dulzón, manido. Casi oración. De tus sueños lo sé todo aún los tejo: te lo debo. Un ovillo que se achica rueda la vida y ya te alcanzo.
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Chocolate and chili “Reescribir el pasado corrigiéndolo es jugar a no haberte conocido jamás” C. Z. C.
Dejame un papel, una idea. Todo lo demás sobra. Qué te queda a vos de mí allí donde vayas. Ya habrá certezas, nuevos falsos reencuentros, despedidas. Lo de hoy se relame dark chocolate and red chili: amarga e inquietante.
La piel escurre
Apesta. Ronda majestuosa, triunfante. Se miran. A ellos alguien. Una historia de amor que no se reinventa, despedida que se dilata. A cada estado le llega su hora (pensar aquel amor es siempre morir un poco) frases armadas, tácita complicidad. Se ubican las servilletas, llega la cena, (romance entre paréntesis ni siquiera el aire se siente) la nieve escurre por los vidrios y ellos se alejan ¿se puede más? La comida enfría una charla. La piel no es nieve también escurre.
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Vuelta al mundo
La rueda las pone patas arriba, las vuelve a bajar. La vuelta al mundo –como una víbora que se enrosca– las encanta igual que hará la vida al ponerlas en alto y bajarlas de un golpe. También el futuro me forjará inalcanzable en algún lugar desde donde intuirlas y sin poder moverles los hilos.
Otoño desbandado
Dulces las tardes de castañas tostadas en las que miro el otoño desde la ventana y veo pasar –secuencia perdida, hilván de puntadas largas– el camino hasta aquí. El azar me trae remotamente, me tironea, el cuadro sin acabar inmoviliza el momento: “no te atrevas a hablarme”. La noche se apura detrás de los árboles desguarnecidos y sólo sé que esta tarde volverá ocre (como aquella siesta celeste, charla, pasto, olor a mandarinas, Curuzú demorando adolescencia) a rodar su cadena de vacilaciones cuando delante esté ¿el mar, el desierto, las pampas?, la paleta desvanezca marfiles y los convierta en recuerdos. Alguna vieja palabra punzante, este profundo silencio de la casa, todo vendrá. Se me moja el futuro de unas lágrimas repentinas que también oscurecen.
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acuerda que próximo puerto es natalicio vuelve a tomar aire y hunde los remos.
Barranquilla
Y el Caribe puede ser, también, una furia de palmeras en época de vientos que te arranca del letargo de un silbido y te hace de una vez dueña de un mundo, poeta.
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Y así en cada ocaso “Estoy mirando el último poniente. Oigo el último pájaro. Lego la nada a nadie” JORGE LUIS BORGES
Sola y a cargo de su tristeza, una Juana de Arco en el trópico planta nueva, seca. Frase muda en suspenso mirando el ocaso en busca de un fuego en el que arder. Se robaría un pirata que la lleve en brazos a recuperar la virtud y la vehemencia, plantaría algunos amaneceres en almas fértiles se ahuecaría las heridas con agua maldita hilvanaría de clavos las sábanas y se cubriría hasta [ el rostro. Intempestiva, huiría de la morada que mira al océano al encuentro de Alfonsina. Y así en cada ocaso.
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Calma
Dónde estarás escondida suave y piadosa calma. Los nudillos dibujan compases impacientes. Por los dedos escapás frenética. Algunas veces te tengo y te dejo volar. Calma, te pretendo de aliada te necesito. Unite a mi desvelo por desentramar el remolino. La palabra surge de la boca y no de las entrañas. Si sólo alcanzara con nombrarla.
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Escribo
Escribo para salir de la telaraña y ganarle al crepúsculo, para que se esparzan mis latidos. Para desenredarme, por lo azul, cuando me erizo, en pesadillas, ensombrecida, de rodillas como lamiendo vomitando escribo. Y amplío el enfoque en el desbande como único plan desesperado y definitivo del caos.
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Caricias
La gente anda llena de consejos y los lanza como piedras. De palabras se erigen infalibles murallas y sólo ellas mismas –otras– pueden demolerlas: sutiles como ostras frescas, carnosas como mangos maduros, blancas como nardos. Lo menudo como avío para un gran cambio. Mejor aún, pronunciadas al pasar, como al descuido, delgada caricia para quien quiera atraparlas. Palabras, no piedras.
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La abuela
La abuela le dijo que la hache es muda y ella, la rebosante de sonidos, quizá pensó en hortensias sin aromas –de esas que no se plantan por miedo a que las hijas no se vayan a casar–, en hamacas sin brazos, helados sin sus gustos, huecos sin ideas. Pero acaso retuviera, tímida el futuro, en una letra muda llena de resonancias: abuelos con honores, historia acolchonada reposando en recuerdos, en hechos enhebrada la vida. Al fin una gran herencia con hache. Mayúscula.
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Seguir al viento
Sobre mi escritorio un pequeño globo terráqueo. A veces me lleva, otras me retiene.
ÍNDICE
Las ciudades me anclan un día impreciso. Podrá ser antes de ayer, pudo haber sido mañana. En medio navego vacilante estas aguas. Quizá el reto ése sea soltar timón y seguir al viento.
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