Domadores de historias

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Juan Villoro

encuentras«dentro». El sinuoso recorrido de la fila hace que no puedas ver el punto de llegada, y la música, los carteles y hasta los olores generan la impresión de que eso ya es parte del show. Aunque un letrero anuncia el tiempo estimado de espera, el visitante no ve tanta gente, y se queda ahí. Después de una hora de serpentear en un espacio inverosímil, está al borde del ataque de nervios pero sabe que no hay marcha atrás; ya invirtió demasiado en ese recinto que, sin estar despejado, no parecía tan lleno. Las colas son el principal escenario del psicodrama. Como las familias se sienten obligadas a ser felices el día entero, sufren severas crisis emocionales en el largo preludio al juego que durará unos minutos. Purgatorios de la frustración en un sitio que pide ser recorrido, las colas producen monstruos. En esa encrucijada, la madre recuerda que ella había sugerido otra opción, seguramente despejada, y le reclama al padre con una acritud que parece incluir a todas las rubias que le han gustado. Un momento de ruptura en que los niños descubren que un berrinche puede ser tan eficaz como los instrumentos del doctor Mengele. Las colas son la oportunidad de que alguien vomite, un obeso de 150 kilos te unte sudor y mantequilla de palomitas y una argentina exclame con potencia impía: «¡vení, nene, vení!»En ese trance de sudor, lágrimas dignas de mejores teledramas y manitas desconocidas que embarran pulpas dulces en el calcetín, los padres que conservan un mínimo de compostura pueden sentirse héroes de la voluntad. Han hecho todo eso por sus hijos, son capaces de sufrir en silencio junto al vástago que sufre en estéreo y que después de la caída libre querrá volver a hacer la misma cola. Esta sumisa entrega preconciliar amerita un más allá compensatorio. Después de cinco días en Orlando, los padres merecerían una moratoria moral: mamá podría pasar un fin de semana con Kevin Costner y papá con Sharon Stone sin que eso calificara como infidelidad. En mi calidad de reincidente en la procreación también lo he sido en la disneymanía. Nuestra hija oyó los relatos de su hermano sobre el Mundo Disney como Isabel de Castilla los de sus cronistas de Indias, hasta que decidimos que también ella merecía su dosis de hiperrealidad. Esta vez fuimos a Disneyland París. El parque fracasó con el nombre de Euro-Disney, pues se

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